El cambio climático está transformando nuestro planeta de maneras que apenas comenzamos a comprender. Más allá de las olas de calor, los huracanes y el aumento del nivel del mar, hay una amenaza menos visible pero igual de preocupante: los hongos patógenos. Un reciente estudio publicado en mayo de 2025 destaca cómo ciertos hongos, como el Aspergillus, podrían expandirse a nuevas regiones debido al calentamiento global, poniendo en riesgo a millones de personas. Este artículo explora cómo el aumento de las temperaturas está facilitando la propagación de hongos mortales, sus impactos en la salud y los ecosistemas, y qué podemos hacer para enfrentarlos.
¿Qué son los hongos patógenos y por qué son una amenaza?
Los hongos están en todas partes: en el aire, en el suelo, en los árboles. Son esenciales para los ecosistemas, ya que descomponen materia orgánica y mantienen suelos saludables. Sin embargo, algunos, como el Aspergillus, pueden causar enfermedades graves en humanos, como la aspergilosis, una infección que afecta principalmente a los pulmones y que puede ser mortal, especialmente en personas con sistemas inmunitarios debilitados.
Según un estudio de la Universidad de Manchester, los hongos patógenos son responsables de millones de muertes al año. A diferencia de los virus o bacterias, las infecciones fúngicas suelen pasar desapercibidas en el discurso público, pero su impacto es devastador. La falta de datos sobre su presencia en el medio ambiente y su resistencia a tratamientos agrava el problema.
El cambio climático como catalizador
El calentamiento global está alterando las condiciones ambientales de manera que favorecen la proliferación de hongos. Un informe de CNN señala que el aumento de las temperaturas globales permite que especies como Aspergillus fumigatus, que prefiere climas templados, se extienda hacia regiones más frías, como el norte de Europa, América del Norte, China y Rusia. Se estima que su área de distribución podría crecer un 77,5 % para 2100, exponiendo a 9 millones de personas solo en Europa.
Por otro lado, en regiones como el África subsahariana, las temperaturas extremas podrían volverse inhóspitas para estos hongos. Aunque esto suena positivo, la ausencia de hongos podría desequilibrar los ecosistemas, afectando la calidad del suelo y la agricultura.
¿Cómo se propaga el Aspergillus?
El Aspergillus es un hongo ubicuo que libera esporas microscópicas al ambiente. Estas esporas, transportadas por el viento, pueden viajar grandes distancias, especialmente durante eventos climáticos extremos como tormentas, inundaciones o sequías, fenómenos que se intensifican con el cambio climático. Una vez inhaladas, estas esporas pueden causar infecciones graves, como la aspergilosis, que afecta los pulmones y, en casos severos, se propaga a otros órganos.
El estudio de Manchester utilizó simulaciones por computadora para mapear la futura distribución de este hongo. Los resultados muestran que el calentamiento global no solo amplía su rango geográfico, sino que también podría aumentar su tolerancia a temperaturas más altas, permitiéndole sobrevivir mejor dentro del cuerpo humano.
El impacto en la salud humana
La aspergilosis es una enfermedad poco conocida pero letal. Según Justin Remais, profesor de la UC Berkeley, los casos en Estados Unidos han aumentado un 5 % anual entre 2013 y 2023, con más de 20,000 casos reportados. La falta de datos precisos sobre dónde se encuentra el hongo y quiénes están en riesgo complica los esfuerzos para controlarlo.
Las personas con sistemas inmunitarios comprometidos, como pacientes con cáncer, VIH o trasplantes, son las más vulnerables. Sin embargo, el cambio climático podría hacer que estas infecciones sean una amenaza para poblaciones más amplias. Norman van Rijn, uno de los autores del estudio, advierte que “los hongos están relativamente poco estudiados, pero es probable que afecten a la mayoría de las zonas del mundo en el futuro”.
Una amenaza para la seguridad alimentaria
El Aspergillus flavus, otra especie de este hongo, no solo es un peligro para la salud humana, sino también para la agricultura. Este hongo, que prospera en climas cálidos y tropicales, puede infectar cultivos como el maíz, el trigo y los frutos secos, produciendo micotoxinas que son dañinas para el consumo humano y animal. La Organización Mundial de la Salud lo clasificó en 2022 como un patógeno fúngico crítico debido a su resistencia a antifúngicos y su impacto en la seguridad alimentaria.
Con el calentamiento global, se prevé que Aspergillus flavus se extienda un 16 % más, afectando regiones agrícolas clave en el norte de América, China y Rusia. Esto podría agravar la inseguridad alimentaria en un mundo ya afectado por el cambio climático.
La resistencia a los tratamientos: un problema creciente
Uno de los mayores desafíos es la resistencia de los hongos a los tratamientos antifúngicos. A medida que el cambio climático favorece su adaptación, los hongos están desarrollando mecanismos para sobrevivir a medicamentos que antes eran efectivos. Esto complica el tratamiento de infecciones como la aspergilosis, que ya tiene una alta tasa de mortalidad.
Bignell, otro experto citado en el estudio, subraya la “necesidad desesperada” de revertir esta tendencia. “La gente está acostumbrada a hablar de bacterias y virus, pero las enfermedades fúngicas son igual de letales y mucho menos comprendidas”, afirma.
El papel de los eventos climáticos extremos
El cambio climático no solo eleva las temperaturas, sino que también intensifica fenómenos meteorológicos extremos. Inundaciones, sequías y olas de calor pueden alterar los patrones de dispersión de las esporas fúngicas, llevándolas a nuevas regiones. Por ejemplo, un informe de CNN menciona que tormentas como la “bomba ciclónica” en la costa oeste de Estados Unidos en 2024 han contribuido a la propagación de patógenos al transportar esporas a largas distancias.
Estos eventos no solo facilitan la expansión de hongos, sino que también debilitan las defensas humanas. Las olas de calor y la contaminación atmosférica agravan las enfermedades respiratorias, haciendo a las personas más susceptibles a infecciones fúngicas.
¿Qué dice la ciencia sobre el cambio climático?
El calentamiento global es una realidad innegable. Según la NASA, la temperatura promedio de la Tierra ha aumentado aproximadamente 1 grado Celsius desde finales del siglo XIX, impulsado por las emisiones de gases de efecto invernadero. En 2023, el planeta alcanzó los 1,48 grados Celsius por encima de los niveles preindustriales, acercándose peligrosamente al umbral de 1,5 grados establecido en el Acuerdo de París.
Los datos de Copernicus confirman que 2024 fue el año más cálido registrado, superando el límite de 1,5 grados por primera vez. Este aumento no solo intensifica fenómenos climáticos, sino que también crea condiciones ideales para la proliferación de patógenos como el Aspergillus.
¿Estamos preparados para esta amenaza?
La respuesta corta es no. Los expertos coinciden en que la humanidad está mal preparada para enfrentar el aumento de infecciones fúngicas. La falta de investigación sobre hongos, comparada con virus y bacterias, limita nuestra capacidad para desarrollar tratamientos efectivos. Además, la resistencia a antifúngicos está creciendo más rápido de lo que la ciencia puede responder.
Justin Remais destaca que “solo estamos empezando a entender cómo el cambio climático contribuye a este problema”. La falta de datos sobre la distribución de hongos y las poblaciones afectadas dificulta la creación de estrategias de prevención.
Medidas para mitigar el riesgo
Aunque la situación es alarmante, hay pasos que podemos tomar para reducir el impacto de los hongos patógenos:
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Fortalecer la investigación: Es crucial invertir en estudios sobre hongos patógenos para entender su comportamiento y desarrollar nuevos tratamientos.
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Mejorar la vigilancia: Crear sistemas globales para monitorear la presencia de hongos en el medio ambiente y rastrear infecciones en humanos.
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Reducir emisiones: Mitigar el cambio climático mediante la reducción de gases de efecto invernadero puede limitar la expansión de estos hongos.
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Proteger la agricultura: Implementar medidas para prevenir la contaminación de cultivos por hongos como Aspergillus flavus.
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Educar a la población: Aumentar la conciencia sobre los riesgos de las infecciones fúngicas y cómo prevenirlas.
El papel de la comunidad internacional
El cambio climático es un problema global que requiere soluciones coordinadas. La COP28, celebrada en 2024, marcó un hito al acordar una transición gradual para alejarse de los combustibles fósiles. Sin embargo, las lagunas en este acuerdo han generado críticas, ya que muchos países productores de petróleo y gas podrían eludir medidas estrictas.
Organizaciones como la ONU y la OMS están instando a los países a actualizar sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC) para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París. Estas medidas no solo ayudarán a frenar el calentamiento global, sino que también limitarán la propagación de patógenos como el Aspergillus.
Un futuro incierto pero con esperanza
El panorama descrito por los científicos es preocupante, pero no todo está perdido. La humanidad ha demostrado su capacidad para enfrentar desafíos globales cuando actúa unida. La transición hacia energías renovables, la inversión en investigación médica y la educación pública son herramientas poderosas para combatir tanto el cambio climático como sus consecuencias, incluidas las infecciones fúngicas.
La historia del Aspergillus es un recordatorio de que el cambio climático no solo afecta el clima, sino también nuestra salud y seguridad alimentaria. Como dice Norman van Rijn, “cualquiera de nosotros podría verse afectado en el futuro”. Es hora de actuar antes de que esta amenaza silenciosa se convierta en una crisis aún mayor.
El cambio climático está abriendo la puerta a nuevas amenazas, y los hongos patógenos como el Aspergillus son una de ellas. Su capacidad para propagarse a nuevas regiones, resistir tratamientos y afectar tanto la salud humana como la agricultura los convierte en un problema urgente. Sin embargo, con investigación, vigilancia y acción climática, podemos mitigar su impacto. La pregunta no es solo si estamos preparados, sino si estamos dispuestos a actuar antes de que sea demasiado tarde.