En noviembre de 1268, la muerte del papa Clemente IV desató la elección más larga de la historia de la Iglesia: casi tres años de deliberaciones estancadas, presiones políticas y hasta hambre forzada de cardenales. Aquella prolongada vacante concluyó el 1 de septiembre de 1271 con la sorprendente elección de Teobaldo Visconti, un archidiácono no sacerdote que se hallaba en Tierra Santa. Al subir al trono de San Pedro como Gregorio X, este “personaje menor” transformó la forma de elegir papas al promulgar la bula Ubi periculum (1274), que instituiría el sistema de cónclave y permanece en esencia vigente.
Más allá de aquella elección épica, el breve pontificado de Gregorio X (1271‑1276) incluyó el Segundo Concilio de Lyon, intentos de reunificación con la Iglesia ortodoxa y diplomacia con el imperio mongol. Su legado más duradero, sin embargo, es haber blindado la elección papal de influencias externas y abocado a un proceso cerrado y reglado que hoy define la democracia interna de la Iglesia.
Una Iglesia dividida en el siglo XIII
Durante el siglo XIII, la Cristiandad estaba partida en tres fuerzas:
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El papado, que reivindicaba autoridad universal.
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El Sacro Imperio Romano Germánico, heredero de Carlomagno y frecuentemente en conflicto con Roma.
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La Francia recién unificada, cuyos reyes aspiraban a influencia en Italia meridional .
El enfrentamiento entre papas y emperadores —culminado con la excomunión de Federico II— creaba un clima político tan tenso que las elecciones pontificias se convertían en arena de lucha entre facciones .
La muerte de Clemente IV y el inicio de la vacante (1268)
El 29 de noviembre de 1268 falleció Clemente IV en Viterbo, sede entonces de los Estados Pontificios. Los cardenales se dividieron en dos bandos:
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Gibelinos (pro‑imperiales, mayoritariamente italianos).
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Güelfos (pro‑franceses).
Ningún candidato obtenía la mayoría de dos tercios, y la elección se estancó. Pasaron meses sin resultado, reflejo de las tensiones políticas europeas.
El cerco de Viterbo: nacen las reglas del cónclave
Cansados del fracaso, los regidores de Viterbo tomaron medidas drásticas: encerraron a los cardenales en el palacio episcopal, retiraron el techo para exponerlos al frío y recortaron su ración de comida. Aquella coacción civil forzó un acuerdo:
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Confinamiento: cardenales aislados sin comunicación exterior.
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Raciones limitadas: un solo plato diario tras tres días, luego pan y agua.
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Tiempo récord: finalmente, tras casi tres años, celebraron votación decisiva.
Este episodio inspiró a Gregorio X a regular formalmente el proceso.
Teobaldo Visconti: el “personaje menor” elegido
El 1 de septiembre de 1271, el Colegio Cardenalicio nombró papa a Teobaldo Visconti, un archidiácono de Piacenza que ni siquiera era sacerdote y se hallaba en San Juan de Acre (Siria).
¿Por qué un outsider? Historiadores como Alejandro Rodríguez de la Peña sugieren que Visconti era un candidato de compromiso: conocido de cardenales franceses y neutral frente a güelfos y gibelinos, ofrecía una salida aceptable para ambos bandos .
Visconti tardó meses en llegar a Italia, ser ordenado sacerdote (marzo 1272) y recibir la coronación (27 marzo 1272).
El pontificado breve pero transformador (1272‑1276)
Aunque duró solo cinco años, Gregorio X:
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Concilió facciones internas: buscó unidad tras décadas de cismas menores.
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Convocó el Segundo Concilio de Lyon (1274): impulsó la reconciliación con ortodoxos y reformas eclesiásticas.
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Promulgó Ubi periculum: reglamentó el cónclave para aislar a los electores frente a presiones laicas y eclesiásticas.
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Fomentó misiones y cruzadas: mantuvo el interés en Tierra Santa y abrió canales de diálogo con el imperio mongol.
Su muerte en Arezzo el 10 de enero de 1276 puso fin a un ciclo de renovación y fortaleció la independencia del papado.
Ubi periculum (1274): la bula que creó el cónclave
En la Quinta sesión del Concilio de Lyon II (7 julio 1274), Gregorio X promulgó Ubi periculum (“Donde acecha mayor peligro”) para evitar nuevas vacantes prolongadas. Sus principales disposiciones:
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Aislamiento: cardenales encerrados e incomunicados donde murió el papa.
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Voto presencial: no admitía sufragios delegados ni ausencias.
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Convivencia común: salvo cortinas ligeras, nada de habitaciones individuales.
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Limitación de sirvientes: máximo dos por cardenal.
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Raciones progresivas: tras tres días, un solo plato; tras ocho, solo pan, vino y agua.
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Supervisión civil: autoridades locales debían garantizar el encierro y evitar interferencias.
Aunque algunos pontífices la suspendieron, Bonifacio VIII la incorporó al derecho canónico en 1298, y la esencia del cónclave perdura hasta hoy.
Evolución y vigencia del cónclave
Tras Gregorio X, los cónclaves variaron en duración y reglas, pero:
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Celestino V (1294) restauró Ubi periculum tras elecciones largas.
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Pablo VI (1970) actualizó el procedimiento, manteniendo el aislamiento y mayoría de dos tercios.
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El cónclave de 2013 y el de 2025 aplicaron normas derivadas de la bula de 1274, demostrando su perdurable eficacia.
Impacto histórico y lecciones
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Protección frente a intereses externos: el papado se blindó de reyes y facciones.
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Agilidad en la elección: evitó interregnos peligrosos para la estabilidad eclesiástica.
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Modelo de democracia cerrada: precede mecanismos modernos de voto secreto y mayorías calificadas.
Gregorio X transformó una crisis en oportunidad para institucionalizar la elección papal. Su legado permite hoy que, ante la muerte de un pontífice, el Colegio Cardenalicio actúe con independencia y serenidad.
Conclusión:
La asombrosa elección de Gregorio X —tres años de vacante, cardenales sitiados, un archidiácono en Tierra Santa elevado a papa— no fue un simple accidente histórico, sino el detonante de una reforma estructural. Con la bula Ubi periculum, Gregorio X garantizó que el Espíritu Santo pudiera obrar sin presiones externas, instituyó el cónclave como rito sagrado y sentó las bases de la legitimidad papal durante siglos.
En la actualidad, cuando los cardenales se encierren tras las puertas de la Capilla Sixtina para elegir al sucesor de Francisco, seguirán honrando las reglas diseñadas en 1274, mostrando que a veces las soluciones a crisis monumentales surgen de la audacia de un “personaje menor” que se negó a ceder ante los poderes terrenales y puso a la Iglesia en un camino de estabilidad institucional.
Gregorio X falleció en 1276, fue beatificado en 1713 y permanece en la memoria como el papa que, tras vivir la elección más larga de la historia, regaló al mundo la herramienta de gobierno eclesiástico más innovadora de la Edad Media. Su cónclave vive hoy como emblema de independencia, consenso y fe.