El Papa Francisco, primer pontífice latinoamericano y figura emblemática de una Iglesia en transformación, falleció el pasado lunes a los 88 años en el Vaticano. Su partida ha conmocionado al mundo entero, y su funeral, programado para el sábado 26 de abril, moviliza a fieles, jefes de Estado y representantes religiosos de todo el planeta. Durante tres días, la Basílica de San Pedro acoge un velatorio público sin precedentes, en el que decenas de miles de personas se despiden del líder que promovió la inclusión, la paz y la dignidad de los más vulnerables.
Traslado solemne y comienzo del velatorio en San Pedro
El miércoles 23 de abril, a las 9:00 a.m., comenzó la solemne procesión que trasladó el féretro del Papa Francisco desde la capilla de Santa Marta hasta la Basílica Vaticana. Escoltado por la Guardia Suiza y cargado a hombros por los sediarios pontificios, el ataúd recorrió la Plaza de Santa Marta, la de los Protomártires Romanos y el Arco de las Campanas, mientras las campanas doblaban y se entonaban salmos.
Alrededor de 20.000 fieles congregados en la Plaza de San Pedro aplaudieron entre lágrimas. El cardenal camarlengo, Kevin Joseph Farrell, bendijo el ataúd con agua bendita y lo colocó ante el Altar de la Confesión, frente a la tumba de San Pedro, cumpliendo el deseo del pontífice de un sepelio sencillo.
Un velatorio multitudinario y un gesto inesperado
A las 11:00 horas, comenzó el ingreso ordenado de fieles a la basílica para rendir homenaje al Papa. La jornada estuvo marcada por un momento emotivo protagonizado por sor Geneviève Jeanningros, monja francesa de 81 años, quien rompió el protocolo para rezar junto al féretro. La religiosa, cercana al Papa por su trabajo con comunidades marginadas, fue respetada por todos mientras lloraba en silencio.
La basílica estará abierta hasta el viernes 25, día en que se celebrará el rito de cierre del féretro a las 20:00 horas. Hasta entonces, se esperan más de 200.000 personas.
El funeral: una ceremonia global
El funeral se celebrará el sábado 26 de abril a las 10:00 a.m. (hora local), presidido por el cardenal Giovanni Battista Re. Se trata de un evento de Estado al que asistirán más de 170 delegaciones internacionales. Entre los confirmados figuran Donald Trump (EE. UU.), Emmanuel Macron (Francia), Javier Milei (Argentina), Volodímir Zelenski (Ucrania), y representantes de la Unión Europea, la ONU y múltiples países europeos y latinoamericanos.
Italia ha declarado cinco días de luto oficial y ha desplegado un enorme dispositivo de seguridad con 4.000 policías y restricciones aéreas. La magnitud del operativo refleja la importancia de Francisco como figura global.
Un papa del pueblo, un legado de humildad
Francisco, nacido como Jorge Mario Bergoglio en Buenos Aires, fue un defensor incansable de los pobres, los migrantes y los marginados. Su papado se caracterizó por la lucha contra la corrupción eclesiástica, la firme condena a los abusos sexuales dentro de la Iglesia, y una postura firme contra el capitalismo desenfrenado.
En su testamento, el Papa pidió ser enterrado sin ostentación, con un simple epitafio: Franciscus. Su tumba estará ubicada en la Basílica de Santa María la Mayor, donde será sepultado el mismo sábado tras la ceremonia en San Pedro.
Una Iglesia sin pastor: comienza la sede vacante
Con la muerte del Papa Francisco, se activa el período de sede vacante. El cónclave para elegir a su sucesor deberá realizarse dentro de un plazo de 20 días. Hasta ahora, 103 cardenales han llegado a Roma y 133 están habilitados para votar.
Aunque circulan nombres como el del cardenal africano Peter Turkson, los analistas vaticanos son cautelosos. La elección de un nuevo papa será decisiva para el futuro de una Iglesia que enfrenta desafíos estructurales, culturales y espirituales.
Últimos gestos de caridad y humanidad
Antes de su muerte, el Papa Francisco realizó una última donación de 200.000 euros a una fábrica de pasta en una prisión juvenil de Roma, gesto que subraya su compromiso con los excluidos hasta el final de su vida. El obispo Benoni Ambarus confirmó que esta era una de las «últimas posesiones» del pontífice.
Una jornada de recogimiento, oración y unidad
Desde la mañana del miércoles, miles de personas han desfilado por la Basílica de San Pedro, bajo un sol intenso, para rendir homenaje al Sumo Pontífice. La escena se repite una y otra vez: familias, ancianos, religiosos y turistas cruzan la nave central, muchos visiblemente emocionados. “Toparse con su cuerpo de frente impacta”, dijo una visitante a la agencia EFE.
Mientras tanto, en la Plaza de San Pedro, se reparten botellas de agua y sombrillas para quienes esperan horas en largas filas, símbolo del cariño y respeto que Bergoglio sembró durante sus 12 años de pontificado.
Una despedida que trasciende lo religioso
El funeral del Papa Francisco no solo marca el fin de un liderazgo espiritual. Representa el cierre de una era en la que la Iglesia Católica se volvió más accesible, más crítica del poder y más cercana a los olvidados. Francisco fue un papa que caminó con el pueblo, habló sin filtros y llamó a la conciencia de las potencias mundiales sobre la “Tercera Guerra Mundial por partes”.
Su última bendición Urbi et Orbi, leída por un colaborador debido a sus problemas de salud, clamaba por la paz en Ucrania, Gaza y África, y pedía el fin de la carrera armamentista. Un mensaje final que hoy resuena más fuerte que nunca.
El inicio de una nueva etapa
El Papa Francisco deja un legado inmenso de sencillez, compromiso social y espiritualidad transformadora. La Iglesia Católica comienza ahora un nuevo capítulo, marcado por el desafío de continuar su obra en un mundo cada vez más polarizado.
Su velatorio y funeral no son solo ceremonias religiosas; son el testimonio vivo de una humanidad que aún reconoce, en medio de las diferencias, el valor de un líder que luchó por los últimos. El mundo entero lo despide con gratitud y esperanza.