En la década de 1980, Cuba emprendió un ambicioso proyecto liderado por Fidel Castro: la construcción de la central nuclear de Juraguá en la provincia de Cienfuegos. Este proyecto no solo buscaba liberar a la isla de su dependencia del petróleo extranjero, sino también posicionarla como un referente en energía nuclear en la región. Sin embargo, la realidad económica y política, marcada por la caída de la Unión Soviética, transformó este sueño en uno de los mayores símbolos de los fracasos de la Revolución Cubana.
La crisis energética que persiste en Cuba
Cuba enfrenta actualmente una de las peores crisis energéticas de su historia reciente. En octubre de 2022, el país sufrió un apagón generalizado que dejó a millones de personas a oscuras durante días. La desconexión total del sistema eléctrico, declarada como una «emergencia nacional», afectó no solo la electricidad, sino también el suministro de agua y la conservación de alimentos, agravando las dificultades cotidianas de la población.
El gobierno, encabezado por Miguel Díaz-Canel, atribuyó el colapso energético al embargo económico impuesto por Estados Unidos, que limita la adquisición de piezas de repuesto y suministros para las envejecidas termoeléctricas del país. Además, el primer ministro Manuel Marrero señaló que la escasez de combustible complicó aún más la situación.
A pesar de la reconexión parcial del sistema eléctrico días después, los cortes de luz de hasta ocho horas diarias continúan en muchas regiones de la isla, poniendo de relieve la fragilidad de una infraestructura obsoleta.
El origen del sueño nuclear: Juraguá y la independencia energética
En los años 80, bajo el liderazgo de Fidel Castro, Cuba buscó diversificar su matriz energética con el apoyo de la Unión Soviética. Así nació la central nuclear de Juraguá, un proyecto que pretendía albergar cuatro reactores de 440 megavatios y cubrir hasta el 15% de las necesidades energéticas del país. Este megaproyecto incluía también la construcción de una «Ciudad Nuclear» para alojar a los trabajadores y sus familias, inspirada en el modelo de la central de Chernóbil en la Unión Soviética.
Fidel Castro Díaz-Balart, físico nuclear formado en Moscú e hijo del líder cubano, estuvo al frente de esta ambiciosa iniciativa. Su misión era construir una infraestructura que simbolizara la modernidad y la autosuficiencia energética de la isla.
En 1982 comenzaron las obras, pero el proyecto pronto enfrentó obstáculos técnicos, financieros y políticos. El accidente nuclear de Chernóbil en 1986 generó desconfianza global hacia la energía nuclear y planteó serias dudas sobre la seguridad del proyecto en Juraguá.
El impacto de la caída de la Unión Soviética
La disolución de la Unión Soviética en 1991 marcó el inicio del fin para el sueño nuclear de Cuba. La pérdida del apoyo económico y técnico soviético dejó a la isla sin los recursos necesarios para completar la planta. En septiembre de 1992, Fidel Castro anunció oficialmente la suspensión del proyecto, tras haber invertido más de 1.100 millones de dólares.
El colapso del proyecto nuclear coincidió con el inicio del llamado «Período Especial», una etapa de severa escasez económica en la isla. Las aspiraciones de independencia energética a través de Juraguá quedaron relegadas al olvido, y los cubanos tuvieron que adaptarse a una realidad marcada por apagones frecuentes y una dependencia casi total del petróleo importado.
La Ciudad Nuclear: un vestigio del pasado
Aunque la central nuclear nunca llegó a operar, la Ciudad Nuclear construida para el personal del proyecto sigue habitada. Hoy, unas 4.000 personas viven allí, dedicándose principalmente a la agricultura, la pesca y empleos en hoteles cercanos. Este asentamiento, que alguna vez representó el futuro prometedor de la energía en Cuba, es ahora un recordatorio del fracaso del programa nuclear del país.
El presente: una infraestructura energética en crisis
El sistema energético cubano depende de ocho termoeléctricas con más de cuatro décadas de explotación, que utilizan petróleo local de baja calidad. Este modelo, ya insostenible, se ve agravado por la escasez de combustible importado necesario para operar otras fuentes de generación, como las plantas flotantes turcas y los grupos electrógenos implementados durante la «Revolución Energética» de Fidel Castro en 2006.
La estrategia de Castro para reducir los apagones a través de estos generadores, junto con el impulso a las energías renovables, no cumplió las expectativas. Más de una década después, la infraestructura energética sigue siendo incapaz de satisfacer la demanda, y las inversiones necesarias para modernizarla parecen inalcanzables.
El futuro energético de Cuba: ¿hacia dónde ir?
Expertos como Jorge Piñón, investigador de la Universidad de Texas, señalan que el futuro energético de Cuba requiere una transformación económica similar a la que emprendió Vietnam para atraer inversiones extranjeras. Según Piñón, se necesitan entre 8.000 y 10.000 millones de dólares para diversificar la matriz energética cubana, incluyendo el desarrollo de fuentes renovables y la posible incorporación de mini reactores nucleares.
Aunque esta última opción podría cerrar el círculo del fallido experimento nuclear de los años 80, las restricciones económicas y políticas actuales dificultan la implementación de soluciones a gran escala.
El desafío de las energías renovables
La transición hacia fuentes renovables como la solar y la eólica también enfrenta numerosos obstáculos. A pesar de ser una isla con abundantes recursos solares y eólicos, la falta de infraestructura y financiamiento limita el desarrollo de proyectos sostenibles.
La dependencia del petróleo importado sigue siendo el principal desafío para Cuba, que necesita urgentemente diversificar su matriz energética para garantizar un suministro estable y reducir los frecuentes apagones que afectan la vida diaria de los cubanos.
Una lección del pasado para un futuro incierto
El fracaso de la central nuclear de Juraguá simboliza las tensiones entre las ambiciones políticas y las realidades económicas en Cuba. Mientras la isla enfrenta una crisis energética sin precedentes, el debate sobre cómo asegurar su abastecimiento eléctrico se intensifica.
El sueño atómico de Fidel Castro, aunque truncado, sirve como recordatorio de la importancia de planificar proyectos sostenibles y realistas. En un mundo que avanza hacia las energías renovables, el desafío de Cuba es monumental, pero imprescindible para garantizar un futuro energético estable y sostenible.