En sus días de gloria, 23andMe era una de las empresas más prominentes en el ámbito de la genética personal. Fundada con la promesa de revelar información invaluable sobre ascendencia, salud y conexiones familiares a través de un simple análisis de saliva, la compañía fue pionera en democratizar el acceso a pruebas genéticas. Su innovador enfoque captó la atención de millones, incluidas celebridades como Snoop Dogg, Oprah Winfrey y Warren Buffet. Sin embargo, hoy el panorama es radicalmente distinto: la compañía enfrenta un futuro incierto, con un desplome masivo en el valor de sus acciones y serias preguntas sobre su viabilidad.
El ascenso meteórico de 23andMe
Cuando 23andMe salió al mercado, rápidamente se convirtió en un fenómeno cultural y científico. Ofrecía una forma sencilla y accesible para que los consumidores conocieran su ascendencia y predisposiciones genéticas a enfermedades. Las historias personales sobre descubrimientos impactantes no tardaron en viralizarse. Personas que encontraban familiares perdidos, descubrían que sus padres no eran quienes creían o que portaban genes asociados con condiciones de salud serias marcaron un antes y un después en el concepto de autoconocimiento.
El impacto fue tan grande que sus acciones alcanzaron un valor máximo de 321 dólares por acción, consolidándola como un gigante de la industria biotecnológica. Su base de datos genética, construida a partir de millones de usuarios, era considerada no solo un tesoro científico, sino también una mina de oro potencial para el desarrollo de medicamentos y otras innovaciones médicas.
La caída del gigante
A pesar de su éxito inicial, la empresa enfrenta hoy un dramático declive. Tres años después de alcanzar su máximo histórico, las acciones de 23andMe han caído a un alarmante 5 dólares por acción, una pérdida del 98% de su valor. Este colapso plantea una pregunta crucial: ¿qué salió mal?
Según el profesor Dimitris Andriosopoulos, especialista en negocios responsables, los problemas de 23andMe radican en su modelo de negocio. La compañía carecía de una estrategia sostenible para mantener ingresos constantes. Una vez que un cliente obtenía su informe genético, no había razones claras para regresar o seguir invirtiendo. Además, su ambicioso plan de usar datos genéticos para desarrollar medicamentos ha sido lento en generar beneficios, debido al largo y costoso proceso de investigación farmacéutica.
Estas dificultades financieras se han visto exacerbadas por la incertidumbre en su liderazgo. Durante el verano, el consejo de administración de la compañía dimitió, dejando a Anne Wojcicki, cofundadora y consejera delegada, como la única integrante original del equipo. Esta inestabilidad ha alimentado rumores sobre una posible venta o disolución de la empresa, aunque Wojcicki ha expresado públicamente su intención de privatizarla.
Preocupaciones éticas y la base de datos genética
Una de las cuestiones más preocupantes sobre el futuro de 23andMe no es solo su supervivencia financiera, sino el destino de su vasta base de datos de ADN humano. Este acervo contiene información altamente confidencial no solo de quienes realizaron las pruebas, sino también de sus familiares, muchos de los cuales no dieron su consentimiento.
La autora y experta en privacidad Carissa Veliz señala que este tipo de datos son únicos y extremadamente sensibles. A diferencia de una cuenta bancaria, que puede reemplazarse en caso de un ataque cibernético, los datos genéticos son permanentes y podrían utilizarse para hacer predicciones sobre la salud de familiares, incluso si nunca interactuaron con la empresa.
Estos temores no son infundados. Hace apenas un año, 23andMe fue víctima de un ataque cibernético, lo que subrayó la vulnerabilidad de su infraestructura y la necesidad de mayores protecciones. Aunque la empresa asegura que cumple con todas las leyes de privacidad y protección de datos, incluida la normativa GDPR en Europa, los expertos insisten en que la legislación actual no es suficiente para garantizar la seguridad de esta información.
El futuro incierto de 23andMe
A pesar de su optimismo público, muchos analistas creen que 23andMe podría no sobrevivir en su forma actual. Empresas rivales, como Ancestry, han sugerido que las autoridades reguladoras de Estados Unidos deberían intervenir si la compañía se pone a la venta. Mientras tanto, Wojcicki insiste en que no está dispuesta a aceptar ofertas de adquisición.
El futuro de la compañía también depende de su capacidad para diversificar su modelo de negocio y generar ingresos sostenibles. Su incursión en el desarrollo farmacéutico sigue siendo una apuesta incierta, y su reputación ha sufrido debido a preocupaciones sobre la privacidad y la seguridad de los datos.
Lecciones para la industria tecnológica
La historia de 23andMe es un recordatorio de que incluso las empresas más innovadoras no son inmunes al fracaso. En un sector donde el ascenso y la caída de empresas son frecuentes, la privacidad de los datos emerge como un tema crítico.
David Stillwell, profesor de ciencias sociales computacionales en Cambridge, advierte que las empresas que manejan datos sensibles deben operar con un nivel de responsabilidad sin precedentes. «Hasta que prohibamos el comercio de datos personales, no estaremos lo suficientemente protegidos», afirma Veliz.
Por ahora, el destino de 23andMe sigue siendo incierto. Su legado, sin embargo, es innegable: una revolución en el acceso a la genética personal que también ha expuesto las complejidades éticas y legales de manejar información tan íntima.
El caso de 23andMe es una lección sobre el impacto del liderazgo, la innovación y la ética en el mundo empresarial. Desde su ascenso meteórico hasta su incierto futuro, la empresa ha capturado la atención del público por todas las razones posibles. Pero más allá de su lucha por sobrevivir, plantea preguntas fundamentales sobre la privacidad de los datos y cómo las empresas deberían manejar información tan sensible.
A medida que la tecnología avanza y más sectores dependen de datos personales, la historia de 23andMe puede servir como una advertencia sobre los riesgos de no priorizar la sostenibilidad, la ética y la seguridad en el corazón de la innovación.