En los cuatro años transcurridos desde el inicio de la pandemia global causada por el SARS-CoV-2, el impacto del COVID-19 ha sido devastador, con casi 800 millones de infecciones confirmadas y más de siete millones de muertes en todo el mundo. Sin embargo, el legado de esta enfermedad va más allá de las cifras inmediatas. Según un reciente estudio publicado en la revista Arteriosclerosis, Thrombosis and Vascular Biology (ATVB), la COVID-19 tiene implicaciones duraderas en la salud cardiovascular, especialmente para aquellos que experimentaron formas graves de la enfermedad.
El vínculo entre la COVID-19 y los riesgos cardiovasculares
La investigación, dirigida por equipos de la Clínica Cleveland y la Universidad del Sur de California, utilizó datos del Biobanco del Reino Unido para evaluar los efectos a largo plazo del COVID-19 en más de 10.000 adultos que dieron positivo en pruebas PCR entre febrero y diciembre de 2020. También incluyeron en el análisis a más de 217.000 adultos sin antecedentes de infección en el mismo período.
Los resultados revelaron un panorama preocupante: las personas infectadas con COVID-19 tenían más del doble de riesgo de sufrir eventos cardiovasculares graves, como infarto de miocardio (MI), accidente cerebrovascular (ACV) y muerte, durante los tres años posteriores a la infección. Este riesgo aumentaba aún más para quienes requirieron hospitalización, alcanzando niveles similares al riesgo asociado con enfermedades cardiovasculares preexistentes, como diabetes tipo 2 o enfermedad arterial coronaria.
Un riesgo que no se disipa con el tiempo
A diferencia de otras infecciones virales o bacterianas, cuyos riesgos cardiovasculares suelen disminuir tras la recuperación, el estudio encontró que los efectos del COVID-19 persisten a lo largo de los años. “No hay señales de atenuación de ese riesgo”, destacó el Dr. Stanley Hazen, líder del estudio.
La hipótesis principal es que el SARS-CoV-2 puede causar daños sostenidos en el sistema vascular, posiblemente al infectar las células que recubren las paredes de los vasos sanguíneos o al desestabilizar las placas arteriales que, al romperse, generan coágulos peligrosos.
El papel del tipo de sangre y la genética
Otro hallazgo significativo del estudio fue la relación entre los grupos sanguíneos ABO y el riesgo cardiovascular. Las personas con grupos sanguíneos A, B o AB hospitalizadas por COVID-19 tenían un 65% más de riesgo de eventos trombóticos en comparación con aquellas con grupo sanguíneo O.
Este descubrimiento sugiere una interacción entre factores genéticos y la susceptibilidad a los efectos graves del COVID-19. Aunque no está claro cómo influye exactamente el gen que codifica el tipo de sangre, los investigadores consideran que podría desempeñar un papel crucial en la respuesta del sistema cardiovascular a la infección.
La hospitalización por COVID-19 como marcador de riesgo
Los datos también indican que la hospitalización por COVID-19, incluso en personas sin antecedentes de enfermedades cardiovasculares (ECV), debería considerarse un marcador de alto riesgo. Según el Dr. James Hilser, coautor del estudio, las personas hospitalizadas por COVID-19 tuvieron un 21% más de probabilidades de sufrir un infarto, ictus o muerte que aquellas con ECV pero sin infección por SARS-CoV-2.
Prevención y manejo del riesgo cardiovascular post-COVID
A pesar del sombrío panorama, el estudio proporciona esperanza en forma de medidas preventivas. El uso de agentes antiplaquetarios, como la aspirina en dosis bajas, redujo significativamente el riesgo de infarto y accidente cerebrovascular en personas hospitalizadas por COVID-19. Esto refuerza la necesidad de un enfoque proactivo en el manejo del riesgo cardiovascular en pacientes recuperados de COVID-19.
El Dr. Hazen subraya la importancia de un control riguroso de factores como la presión arterial y el colesterol en estos pacientes. Además, aunque el estudio no abordó directamente el impacto de las vacunas contra el COVID-19, los expertos sugieren que estas podrían desempeñar un papel protector al reducir la gravedad de las infecciones.
Implicaciones clínicas y futuras líneas de investigación
El estudio también plantea preguntas fundamentales para la comunidad científica. Por ejemplo, ¿cómo influye la infección repetida por SARS-CoV-2 en el riesgo cardiovascular acumulativo? ¿Qué vías específicas se ven afectadas por el virus en el sistema vascular?
Además, el hallazgo de que el historial de hospitalización por COVID-19 equivale al riesgo de enfermedades como la diabetes tipo 2 plantea la necesidad de reconsiderar las estrategias preventivas a nivel clínico. Los expertos sugieren que los médicos incluyan preguntas sobre el historial de COVID-19 en las evaluaciones de salud cardiovascular y consideren la posibilidad de intervenciones tempranas para mitigar riesgos.
La pandemia de COVID-19 no solo dejó una marca inmediata en la salud global, sino que también ha redefinido nuestra comprensión de los riesgos a largo plazo asociados con esta enfermedad. El aumento del riesgo de infarto de miocardio y accidente cerebrovascular durante al menos tres años después de la infección es un recordatorio claro de que los efectos del SARS-CoV-2 van mucho más allá de las complicaciones respiratorias agudas.
Para los sobrevivientes de formas graves de COVID-19, la vigilancia cardiovascular continua es crucial. Al mismo tiempo, los hallazgos subrayan la importancia de seguir investigando las complejas interacciones entre genética, factores individuales y exposición al virus.
En última instancia, este estudio no solo abre una ventana al impacto sostenido del COVID-19 en la salud cardiovascular, sino que también refuerza la necesidad de un enfoque preventivo integral para reducir las secuelas a largo plazo de esta enfermedad sin precedentes.