“Alice y Bob se divorciaron hace poco, viven en ciudades distintas y necesitan definir quién se quedará con el automóvil. Lo decidirán lanzando una moneda al aire, pero lo quieren hacer por teléfono…”
Así arranca el célebre artículo de Manuel Blum de 1981: «Coin flipping by telephone. A protocol for solving impossible problems». En esas primeras líneas, Blum plantea un dilema fundamental en criptografía y da la clave para garantizar un intercambio «justo» a través de un canal no confiable. Con esa publicación arranca la carrera de un investigador legendario, padre de la teoría de la complejidad computacional, creador de protocolos que resuelven lo imposible y, en 1995, único latinoamericano en ganar el Premio A. M. Turing, considerado el Nobel de la Computación.
De Caracas al Bronx: infancia de un genio
Manuel Blum nació en Caracas en 1938 en el seno de una familia judía asquenazí llegada desde Rumania. Sus padres huyeron del nazismo para encontrar refugio en Venezuela, donde el joven Manny vivió “muchos recuerdos lindos”. A los 7 años emigró con su familia al Bronx (Nueva York). Allí, sorprendentemente, una maestra le dijo a su madre que “con suerte terminaría la secundaria” porque no hablaba inglés. Su madre, convencida de su inteligencia, replicó: “Mi pobre mamá respondió que yo era inteligente, sólo que no hablaba inglés”.
Aquella predicción marcaría al niño: “Yo quería ser más inteligente”, recuerda Blum. Preguntó a su padre cómo lograrlo y éste le contestó: “Si entendieras cómo funciona tu cerebro, podrías ser más inteligente”. A los 8 años, Manny ya soñaba con descifrar la mente humana.
Aprender a pensar: MIT y los inicios de la investigación
Tras destacarse en ciencias y matemáticas en el Bronx, Blum ingresó al Massachusetts Institute of Technology (MIT) para hacer Ingeniería Eléctrica (por el deseo de entender circuitos y el cerebro) y luego un doctorado en Matemáticas. En el MIT “aprendí a pensar”, dirá años después. Allí forjó amistades y asociaciones, entre ellas con Ronald Rivest y Sheon Han, quienes lo describen como mentor insustituible y “silencioso arquitecto” de tecnologías diarias.
“La moneda por teléfono”: protocolo para lo imposible
En 1981, Blum publica “Coin flipping by telephone. A protocol for solving impossible problems”, donde expone el dilema de Alice y Bob que quieren lanzar una moneda a distancia, sin desconfiar el uno del otro. La solución se basa en el concepto de “compromiso”:
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Alice “cierra” su cara predicha en una caja sin llave
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Bob lanza la moneda y anuncia el resultado
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Alice entrega la llave para abrir la caja y revelar su predicción
Este simple pero poderoso protocolo garantiza que ninguna parte pueda hacer trampa. Desde entonces, su técnica se convirtió en piedra angular de la criptografía, influyendo en cómo aseguran hoy transacciones, firmas digitales y sistemas de votación electrónica.
Fundamentos de la teoría de la complejidad computacional
El Premio Turing 1995 a Manuel Blum reconoció sus aportes a “los fundamentos de la teoría de la complejidad computacional y su aplicación a la criptografía y la verificación de programas”. Pero, ¿qué significa esto?
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Complejidad: estudio de los recursos (tiempo, espacio) que requieren los algoritmos.
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Clases P vs NP: qué problemas se pueden resolver eficientemente (en P) y cuáles solo verificar.
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Modelos de computación: la “Máquina de Turing” teórica y extensiones para capturar eficiencia.
Blum formalizó nociones como la jerarquía de tiempo y espacio, definiendo qué tareas puede o no puede hacer un ordenador con recursos limitados. Sus trabajos formaron el andamiaje de la computación moderna, desde la encriptación en bancos hasta la verificación de software crítico.
De la teoría a la práctica: contribuciones a la criptografía
Más allá del protocolo de la moneda, Blum ideó:
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Funciones de compromiso y pruebas de conocimiento cero
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Blum integers y sistemas de cifrado basados en factorización
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Protocolos de intercambio de claves seguros
Sus ideas son el corazón de SSL/TLS, la blockchain y los métodos de autenticación que usamos a diario.
CAPTCHA: verificando que seas humano
En 2003, Blum y colegas presentaron en conferencia un concepto que revolucionó la lucha contra bots: CAPTCHA (Completely Automated Public Turing test to tell Computers and Humans Apart). Estos test automáticos (identificar letras distorsionadas, seleccionar imágenes) guardan la idea de la prueba de trabajo para humanos, bloqueando scripts maliciosos en formularios web.
Mentor de campeones: legado docente y académico
Como profesor en el MIT, Blum formó a estudiantes que luego ganaron el Premio Turing y otros galardones. Ronald Rivest, su colaborador, afirma que “sus alumnos plasmaron el estilo de Manny de cuestionamiento agudo y análisis de fundamentos”. Sheon Han lo describe como el arquitecto silencioso de muchas tecnologías que usamos sin saberlo.
El niño curioso: investigación sobre la conciencia
Actualmente Blum investiga la conciencia desde la computación teórica. Con su esposa Lenore, coautora de “AI Consciousness is Inevitable” (2024), desarrolló la Conscious Turing Machine:
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Auditorio de 10 millones de columnas corticales (cada una 1 000 neuronas) que se comunican en un “teatro de la mente”.
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Explica cómo un “mensaje” —p.ej. dolor o recuerdo— se difunde y se conecta en la red cerebral.
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Distingue entre “saber” y “sentir”: la máquina captura el primero, pero investiga el segundo.
Este modelo aborda el “problema difícil” de la conciencia y propone respuestas matemáticas a fenómenos subjetivos.
Un reconocimiento excepcional: Premio Turing y único latinoamericano
En 1995, Manuel Blum recibió el Premio Turing, único ganador nacido en América Latina. El galardón honra su influencia en:
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Fundamentos teóricos
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Criptografía moderna
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Verificación de programas
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Formación de generaciones de investigadores
Sin él, el ecosistema digital —bancos, comercio electrónico, comunicaciones seguras— sería irreconocible.
Conclusiones: un legado que trasciende lo imposible
Manuel Blum es la viva imagen de lo que surge cuando la curiosidad infantil se combina con la rigorosa disciplina científica. De aquel niño en Caracas y el Bronx, que quería entender el cerebro, surgió un investigador cuya obra derriba barreras entre lo teórico y lo práctico, lo posible y lo “imposible”. Su protocolo de la moneda por teléfono sigue inspirando nuevos métodos de seguridad y cooperación remota, y su teoría de la complejidad marca aun hoy qué podemos lograr con un ordenador.
Más allá de sus logros, su historia —venciendo prejuicios de maestros, aprendiendo tres idiomas, sobreviviendo al éxodo familiar del nazismo— nos recuerda que la pasión por entender impulsa la ciencia y puede cambiar el mundo.
Manuel Blum nos enseñó que, con imaginación rigurosa y trabajo paciente, hasta los problemas imposibles pueden tener solución. Y su ejemplo perdura para las próximas generaciones de investigadores, ingenieros y pensadores que siguen soñando con hacer realidad lo que hoy parece inalcanzable.