La elección de un nuevo Papa es uno de los eventos más trascendentales y solemnes dentro de la Iglesia católica. A pesar del paso del tiempo, el cónclave —nombre que proviene del latín cum clave, “con llave”— mantiene una liturgia casi intacta, plagada de simbolismo, espiritualidad y secreto. Este ceremonial, que se celebra en la Capilla Sixtina, está lleno de rituales que han perdurado por siglos, guiando a los cardenales en su misión divina de elegir al nuevo sucesor de San Pedro.
La llegada al cónclave: Cena de hermandad y aislamiento absoluto
Todo comienza la tarde anterior al inicio del cónclave, cuando los cardenales electores —133 en esta edición— se trasladan a la Casa de Santa Marta, dentro del Vaticano. Allí comparten una cena de hermandad, conscientes de que será su última conexión con el mundo exterior antes de quedar completamente incomunicados. A partir de ese momento, queda estrictamente prohibido el uso de celulares, computadoras o cualquier otro medio de comunicación. Incluso las ventanas de sus habitaciones son selladas para preservar el aislamiento.
Misa «pro eligendo Papa» y procesión solemne
Al día siguiente, el decano del colegio cardenalicio celebra la misa “pro eligendo Papa” en la Basílica de San Pedro. Es el momento espiritual más importante previo al ingreso al cónclave. Por la tarde, los cardenales marchan en procesión hacia la Capilla Sixtina entonando el “Veni Creator Spiritus”, invocando al Espíritu Santo para iluminar sus decisiones.
El Extra Omnes: Se cierran las puertas
Una vez en la Capilla Sixtina, y tras el juramento solemne de cada cardenal de mantener el secreto y votar con honestidad, el maestro de las Celebraciones Litúrgicas proclama el tradicional Extra omnes (“todos fuera”). Se cierran las puertas y solo los cardenales permanecen dentro para iniciar la votación.
El procedimiento de votación: rigor, solemnidad y fe
El proceso está meticulosamente reglamentado por la constitución apostólica Universi Dominici Gregis, promulgada por Juan Pablo II.
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Selección de responsables: Se eligen tres escrutadores, tres auditores y tres colaboradores entre los cardenales.
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Entrega de papeletas: Cada elector recibe dos o tres papeletas en blanco.
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Escritura y juramento: En secreto, escribe el nombre del candidato elegido con letra clara y reconocible. Luego, sostiene la papeleta en alto, jura ante Dios que ha votado según su conciencia y la deposita en una urna sobre el altar.
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Recuento: Se mezclan las papeletas y se verifica que coincidan con el número de votantes. Los escrutadores las abren, leen y anotan los nombres en voz alta. Cada papeleta es perforada y ensartada en un hilo.
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Resultados y quema: El Camarlengo redacta el acta oficial y todas las papeletas son quemadas, generando la tradicional fumata.
La fumata: El lenguaje del humo
La quema de las papeletas se realiza en una estufa especialmente dispuesta en la Capilla Sixtina. Dependiendo del resultado, el humo que sale de la chimenea será negro (no hay Papa) o blanco (¡tenemos Papa!). El humo negro suele aparecer hacia las 12:00 p. m. o las 7:00 p. m. (hora de Roma), indicando que aún no hay consenso. En cambio, cuando se alcanza la mayoría de dos tercios —88 votos en esta ocasión—, la fumata blanca anuncia al mundo que ha sido elegido el nuevo pontífice.
Las campanas y la sala de las lágrimas
Acompañando al humo blanco, las campanas de la Basílica de San Pedro repican jubilosas. Mientras tanto, el nuevo Papa es conducido a la llamada “sala de las lágrimas”, una sacristía donde encuentra tres sotanas papales de diferente talla. Es un momento íntimo, donde muchos pontífices han derramado lágrimas al sentir el peso del cargo que acaban de aceptar.
La presentación al mundo: “Habemus Papam”
Vestido con la sotana blanca, el nuevo Papa se dirige al balcón central de la Basílica para pronunciar sus primeras palabras. Un cardenal anuncia al mundo con la frase histórica: “Habemus Papam”, revelando el nombre del elegido. Es un momento de euforia para los fieles que se congregan en la Plaza de San Pedro y para millones que siguen el evento desde sus hogares.
Reglas estrictas y protección del secreto
El cónclave es un proceso riguroso no solo en lo litúrgico, sino también en términos de seguridad. Se prohíbe terminantemente cualquier forma de campaña interna, discusión de preferencias o autopromoción. Cualquier violación de estas normas puede conllevar la excomunión. Además, se ha reforzado la seguridad tecnológica: inhibidores de señal, controles electrónicos y personal de vigilancia aseguran que no haya filtraciones del proceso.
¿Qué pasa si no se elige Papa en los primeros días?
Si tras 30 escrutinios no se llega a un acuerdo, se puede optar por un balotaje entre los dos candidatos más votados, según la modificación introducida por Benedicto XVI. En ese caso, basta con mayoría simple. Esta regla evita estancamientos prolongados y garantiza que la Iglesia no quede acéfala por mucho tiempo.
Un ritual que une historia, fe y tradición
La elección del Papa no es solo una votación, sino un acto profundamente espiritual que conjuga tradición milenaria, mística y responsabilidad pastoral. Cada etapa, desde la cena en Santa Marta hasta el humo blanco, está diseñada para garantizar que la decisión sea tomada con conciencia, oración y fe. Así, el cónclave se mantiene como uno de los rituales más sagrados y fascinantes de la Iglesia católica, donde el Espíritu Santo, según la creencia de los fieles, guía el rumbo de la historia.