¿Qué es la tos ferina?
La tos ferina, también conocida como pertussis, es una enfermedad infecciosa altamente contagiosa que afecta principalmente al sistema respiratorio. Está causada por la bacteria Bordetella pertussis, la cual se propaga a través de gotículas respiratorias expulsadas al toser, estornudar o hablar.
Aunque durante décadas fue controlada eficazmente gracias a las campañas de vacunación, en los últimos años se ha observado un preocupante resurgimiento de casos, incluso en países donde las tasas de inmunización eran altas. Esta reaparición ha encendido las alarmas de las autoridades sanitarias y plantea preguntas sobre su transmisión, diagnóstico, y la eficacia de las vacunas actuales.
¿Cómo se manifiesta la enfermedad?
La tos ferina se presenta en tres etapas clínicas:
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Fase catarral (1-2 semanas): los síntomas se asemejan a los de un resfriado común, incluyendo congestión nasal, estornudos, fiebre leve y tos leve. Es la etapa más contagiosa.
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Fase paroxística (2-6 semanas): aparece la característica “tos ferina”, en forma de accesos violentos de tos seguidos de una inspiración aguda y ruidosa —el famoso “gallo”—. Puede ir acompañada de vómitos y dificultad para respirar.
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Fase de convalecencia (semanas o meses): la frecuencia de los ataques de tos disminuye, pero puede persistir durante semanas, especialmente si hubo complicaciones.
Esta enfermedad es especialmente peligrosa en lactantes y niños menores de un año, ya que puede provocar apnea, neumonía, convulsiones e incluso la muerte.
¿Por qué está resurgiendo la tos ferina?
Los epidemiólogos han identificado varias causas detrás del aumento reciente de casos:
1. Pérdida de eficacia de la vacuna a lo largo del tiempo
La vacuna contra la tos ferina —ya sea en su versión acelular (DTPa) o en la de células completas (DTPc)— no ofrece inmunidad de por vida. La protección tiende a disminuir después de 4 a 12 años. Esto significa que adolescentes y adultos vacunados en la infancia pueden contagiarse y transmitir la enfermedad, muchas veces sin saberlo.
2. Baja cobertura de refuerzos
En muchos países, las campañas de vacunación han sido eficaces en la infancia, pero los refuerzos en la adolescencia y la adultez se han descuidado. Esto ha creado una población susceptible que facilita la circulación de la bacteria.
3. Movimientos antivacunas
El rechazo a la vacunación, alentado por desinformación, ha provocado caídas locales en las tasas de inmunización. Esto ha contribuido al resurgimiento de enfermedades prevenibles, incluida la tos ferina, especialmente en comunidades vulnerables o con menor acceso a servicios de salud.
4. Mutaciones bacterianas
Investigaciones recientes indican que algunas cepas de Bordetella pertussis han evolucionado para escapar parcialmente de la inmunidad inducida por la vacuna acelular, lo que podría explicar infecciones en personas vacunadas. Sin embargo, estas formas mutadas suelen causar cuadros menos graves en individuos inmunizados.
Brotes recientes y cifras preocupantes
En lo que va de 2025, más de 40.000 casos de tos ferina han sido reportados en Europa, América Latina y algunas regiones de Asia. Países como Alemania, Perú, Reino Unido y Australia han informado brotes activos, con un número creciente de hospitalizaciones pediátricas.
En Perú, el Ministerio de Salud ha emitido alertas sanitarias tras confirmarse más de 800 casos en menores de cinco años, especialmente en regiones andinas donde la cobertura vacunal ha descendido por falta de acceso y desinformación.
La situación es similar en España y Argentina, donde las autoridades recomiendan refuerzos en mujeres embarazadas y adolescentes para reducir la transmisión vertical (de madre a hijo) y comunitaria.
¿Cómo se transmite y quiénes están en mayor riesgo?
La transmisión ocurre por contacto directo con secreciones respiratorias de personas infectadas. Un solo paciente puede contagiar a entre 12 y 17 personas si no se toman medidas preventivas.
Los grupos de mayor riesgo son:
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Lactantes menores de seis meses, que aún no han recibido todas las dosis de la vacuna.
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Niños con inmunodeficiencias.
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Personas no vacunadas o con esquemas incompletos.
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Adultos mayores con enfermedades pulmonares.
La enfermedad se puede propagar rápidamente en ambientes escolares, guarderías, centros de salud y hogares multigeneracionales.
Diagnóstico y tratamiento
El diagnóstico se basa en el cuadro clínico y se confirma mediante pruebas de laboratorio, como cultivo, PCR o serología. El tratamiento principal incluye antibióticos como la azitromicina o la claritromicina, que ayudan a reducir la duración del contagio (aunque no eliminan los síntomas de forma inmediata).
En casos severos, especialmente en bebés, puede ser necesario hospitalización con oxígeno, soporte respiratorio o alimentación por sonda.
Prevención: la vacunación es la clave
La forma más efectiva de prevenir la tos ferina sigue siendo la vacunación. El esquema habitual incluye:
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DTPa en la infancia: se administra en combinación con vacunas contra difteria y tétanos a los 2, 4, 6 y 18 meses, con un refuerzo entre los 4 y 6 años.
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Refuerzo en adolescentes: entre los 11 y 14 años.
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Vacunación en embarazadas: a partir de la semana 27, para proteger al recién nacido.
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Refuerzo en adultos y cuidadores de bebés menores de seis meses (“estrategia del capullo”).
Además, se recomienda mantener una buena ventilación en espacios cerrados, cubrirse la boca al toser y lavarse las manos con frecuencia.
¿Por qué debemos preocuparnos?
Aunque muchas personas asumen que la tos ferina es una enfermedad “del pasado”, lo cierto es que sigue siendo una causa de morbilidad significativa en la infancia, especialmente en países donde la vigilancia epidemiológica es limitada.
El resurgimiento de esta infección muestra cómo incluso enfermedades controladas pueden volver si se relajan las políticas de vacunación o no se aplican adecuadamente los refuerzos. También es un recordatorio del impacto real de la desinformación sanitaria.
Lo que podemos hacer como sociedad
Combatir la tos ferina requiere una respuesta coordinada entre ciudadanos, profesionales de la salud y autoridades públicas:
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Padres y cuidadores deben asegurarse de completar el esquema de vacunación de sus hijos y acudir al pediatra si detectan tos persistente o apnea en bebés.
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Profesionales de salud deben estar alerta ante síntomas compatibles y notificar rápidamente los casos.
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Medios de comunicación y redes sociales deben promover la información científica y denunciar los bulos antivacunas.
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Gobiernos deben garantizar la disponibilidad y el acceso a vacunas, especialmente en zonas rurales o marginales.
Una enfermedad prevenible que no debe volver
La tos ferina no es una enfermedad misteriosa ni incurable. Es prevenible con vacunas, controlable con antibióticos y manejable con medidas sanitarias adecuadas. Sin embargo, su resurgimiento en pleno siglo XXI nos recuerda que la salud pública es una tarea constante y que bajar la guardia puede tener consecuencias graves, especialmente para los más vulnerables.
Vacunarse no es solo un acto de protección individual, sino también un acto de responsabilidad colectiva.