La guerra arancelaria entre China y Estados Unidos, las dos mayores economías del mundo, ha alcanzado un punto crítico en 2025. Con aranceles que superan el 145% sobre productos chinos y represalias chinas del 125% sobre exportaciones estadounidenses, el comercio bilateral se tambalea. Sin embargo, recientes declaraciones de Beijing sugieren un posible cambio de rumbo. Este artículo analiza el estado actual de las negociaciones, el impacto económico y las perspectivas de un diálogo que podría aliviar las tensiones comerciales.
Orígenes de la guerra arancelaria
La escalada arancelaria comenzó en abril de 2025, cuando el presidente estadounidense Donald Trump impuso un arancel del 145% a las exportaciones chinas, que luego escaló hasta el 245% en algunos casos. Esta medida, parte de una estrategia para presionar a China, fue respondida por Beijing con aranceles del 125% sobre productos estadounidenses. Según el Ministerio de Comercio chino, estas acciones fueron «iniciadas unilateralmente por Estados Unidos», lo que refleja la percepción de Beijing de un enfoque coercitivo por parte de Washington.
La tensión no es nueva. Desde la primera administración de Trump, las relaciones comerciales entre ambos países han sido volátiles, marcadas por rondas de aranceles y negociaciones fallidas. En 2025, la retórica se ha endurecido, con Trump acusando a China de prácticas comerciales desleales y Beijing denunciando el «acoso unilateral» de EE. UU.
China evalúa propuestas de diálogo
El 1 de mayo de 2025, el Ministerio de Comercio chino anunció que está «evaluando» propuestas de Estados Unidos para iniciar conversaciones comerciales. Esta declaración marca un cambio sutil en la postura de Beijing, que hasta ahora había negado cualquier negociación. «Estados Unidos ha enviado múltiples mensajes a China a través de partes relevantes, expresando su esperanza de iniciar conversaciones», afirmó un portavoz del ministerio. Sin embargo, China insiste en que cualquier diálogo debe basarse en la «sinceridad» de EE. UU., incluyendo la eliminación de los aranceles unilaterales.
Este anuncio llega tras semanas de contradicciones. Trump ha insistido en que las negociaciones están en marcha, mientras que Beijing las ha desmentido rotundamente. Por ejemplo, el Ministerio de Asuntos Exteriores chino negó cualquier contacto directo entre Trump y el presidente Xi Jinping, calificando las afirmaciones estadounidenses de «infundadas».
Condiciones de China para negociar
Beijing ha establecido condiciones claras para sentarse a la mesa de negociaciones. El portavoz del Ministerio de Comercio subrayó que EE. UU. debe «corregir sus prácticas erróneas» y levantar los aranceles unilaterales. «Si es una lucha, la llevaremos hasta el final; si es un diálogo, la puerta está abierta», afirmó, reflejando una postura de firmeza combinada con apertura condicional.
Esta retórica refleja la delicada posición de China. Por un lado, el país busca proyectar fortaleza ante su población y la comunidad internacional. Por otro, la presión económica interna, con una desaceleración agravada por los aranceles, podría estar empujando a Beijing a considerar el diálogo.
Impacto económico de los aranceles
Los aranceles han generado un impacto devastador en ambas economías, pero China, con su dependencia de las exportaciones, está particularmente afectada. Según un informe de Morgan Stanley, el flujo comercial entre ambos países se ha «perturbado gravemente», con una caída significativa en los envíos de contenedores desde China a EE. UU.
Contracción de la actividad fabril
El 30 de abril de 2025, China informó que su actividad fabril se contrajo a su ritmo más rápido en 16 meses. Esta caída, atribuida directamente a los aranceles estadounidenses, ha paralizado fábricas y reducido pedidos de exportación. Empresas chinas, especialmente en sectores como la electrónica y los textiles, están explorando mercados alternativos como Europa, pero la transición es lenta y costosa.
Caída de las importaciones estadounidenses
La Federación Nacional de Minoristas de EE. UU. estima que las importaciones desde China caerán entre un 75% y un 80% en el segundo semestre de 2025. Grandes minoristas como Walmart y Target han reanudado algunos negocios con proveedores chinos, pero muchas fábricas permanecen inactivas. Esta reducción drástica refleja el impacto de los aranceles del 245% impuestos por Washington.
Presión interna en China
Además de los aranceles, China enfrenta desafíos internos: una desaceleración económica, un mercado inmobiliario colapsado y un consumo doméstico débil. Según Dan Wang, director para China de Eurasia Group, los aranceles podrían reducir las exportaciones chinas a EE. UU. en un 50%, lo que obligaría a Beijing a duplicar su estímulo fiscal para compensar una pérdida estimada del 2% del PIB.
Reacciones en Estados Unidos
En EE. UU., los aranceles también han generado consecuencias económicas. La economía estadounidense se contrajo a principios de 2025, en parte debido a una oleada de importaciones previa a los aranceles que distorsionó el comercio. Empresas como Harley-Davidson han reportado problemas significativos en su cadena de suministro, con el CEO Jochen Zeitz calificando los aranceles del 145% como un «gran impacto».
El cierre de la exención «de minimis», que permitía la entrada de productos chinos de bajo valor sin aranceles, ha elevado los costos para los consumidores estadounidenses. Aunque esta medida protege a los fabricantes locales, ha incrementado los precios de bienes comprados en línea.
La postura de Trump y sus funcionarios
Trump ha alternado entre una retórica dura y señales de apertura. La semana pasada, afirmó que los aranceles «se reducirán sustancialmente» y prometió ser «amable» en las negociaciones, una declaración que contrasta con su postura inicial de máxima presión. El secretario de Estado, Marco Rubio, reforzó esta narrativa, asegurando que los aranceles han debilitado la economía china y que Beijing está «deseoso de dialogar».
Sin embargo, las afirmaciones de Trump sobre negociaciones activas han sido refutadas por China, lo que sugiere una estrategia estadounidense para presionar a Beijing a tomar la iniciativa. El secretario del Tesoro, Scott Bessent, calificó los aranceles del 145% como «insostenibles» y abogó por una desescalada, lo que indica divisiones internas en la administración sobre cómo proceder.
Negociaciones en un contexto global
La guerra arancelaria no solo afecta a China y EE. UU., sino que tiene repercusiones globales. El Fondo Monetario Internacional redujo su pronóstico de crecimiento global para 2025 al 2.8%, citando las tensiones comerciales como un factor clave. JPMorgan Chase estima una probabilidad del 60% de recesión en EE. UU. este año, en parte debido a la incertidumbre comercial.
Otros países han adoptado un enfoque diferente. Más de 75 naciones han iniciado negociaciones con EE. UU. para evitar aranceles, beneficiándose de una pausa de 90 días otorgada por la Casa Blanca. China, al ser el único país que ha respondido con aranceles recíprocos, enfrenta una presión adicional para negociar.
Exenciones y maniobras tácticas
Ambos países han implementado exenciones tácticas para mitigar el impacto de los aranceles. China ha creado una lista de productos estadounidenses exentos de sus aranceles del 125%, notificando discretamente a empresas afectadas, como las farmacéuticas. EE. UU., por su parte, ha eximido productos como smartphones, computadoras y autopartes extranjeras, reconociendo la dependencia de ciertos sectores.
Estas exenciones sugieren que, a pesar de la retórica beligerante, ambas partes están buscando formas de limitar el daño económico sin ceder públicamente.
Perspectivas de un acuerdo comercial
La posibilidad de un diálogo formal sigue siendo incierta. Steven Okun, CEO de APAC Advisors, señaló que la interdependencia económica entre ambos países hace probable algún tipo de contacto, aunque calificarlo como «negociación» sería prematuro.
Para China, un acuerdo podría aliviar la presión sobre su economía, pero cualquier percepción de capitulación ante EE. UU. sería políticamente costosa para Xi Jinping. En EE. UU., Trump enfrenta la presión de cumplir sus promesas de campaña mientras evita una recesión que podría dañar su legado.
Factores clave para el éxito
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Reducción de aranceles: China insiste en que EE. UU. elimine los aranceles unilaterales como muestra de sinceridad.
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Presión económica: La contracción económica en ambos países podría forzar un compromiso.
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Mediación internacional: La comunidad global, preocupada por una recesión, podría presionar por un acuerdo.
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Voluntad política: Ambos líderes deben superar la reticencia a parecer débiles ante sus bases.
Consecuencias a largo plazo
Si las negociaciones fracasan, el comercio bilateral podría colapsar, acelerando el «desacoplamiento» económico entre China y EE. UU. Esto beneficiaría a otros mercados, como la Unión Europea o los países del Acuerdo Transpacífico (CPTPP), que están atrayendo a exportadores chinos. Sin embargo, un desacoplamiento total tendría costos significativos, desde interrupciones en las cadenas de suministro hasta alzas en los precios globales.
Por otro lado, un acuerdo exitoso podría estabilizar los mercados globales y restaurar la confianza de los inversores. Sin embargo, cualquier pacto probablemente será limitado, abordando solo los aranceles más altos y dejando pendientes cuestiones estructurales como las barreras no arancelarias y la propiedad intelectual.
La guerra arancelaria entre China y EE. UU. en 2025 ha llevado las relaciones comerciales a un punto de inflexión. La reciente disposición de China a evaluar propuestas de diálogo ofrece una esperanza tentativa, pero las condiciones de Beijing y la postura de Trump complican el camino hacia un acuerdo. Con ambas economías sufriendo las consecuencias de los aranceles, el mundo observa con atención si los dos gigantes pueden encontrar un terreno común o si la escalada continuará, amenazando la estabilidad económica global.