Las estrías son líneas visibles que aparecen en la piel cuando se estira más allá de su capacidad, rompiendo las fibras de colágeno y elastina que la mantienen firme. Aunque no representan un peligro médico, muchas personas se sienten incómodas con su apariencia. ¿Por qué salen estrías? La respuesta puede variar según múltiples factores, desde cambios hormonales hasta hábitos de vida. Lo cierto es que son más comunes de lo que imaginamos.
Conocer las causas más frecuentes de las estrías es el primer paso para prevenirlas o reducir su apariencia. Descubrirás las 10 razones más comunes por las que salen estrías, respaldadas por datos y explicadas con claridad. No importa si ya tienes estrías o simplemente deseas evitar su aparición: esta guía está pensada para ti.
Acompáñanos en este recorrido por las causas detrás de las estrías y prepárate para cuidar tu piel con información confiable, estrategias prácticas y consejos que pueden marcar la diferencia.
1. Crecimiento acelerado en la adolescencia
Durante la pubertad, el cuerpo experimenta transformaciones rápidas e intensas. Es en esta etapa cuando se da un estiramiento abrupto de la piel debido al aumento en la estatura, el volumen muscular y el desarrollo de áreas específicas como los senos y las caderas. Este crecimiento puede superar la capacidad de adaptación de la dermis, generando rupturas en las fibras elásticas que causan estrías.
Las estrías adolescentes suelen aparecer en la espalda baja, glúteos, piernas y pecho. Aunque no representan una enfermedad, sí pueden afectar la autoestima del joven, especialmente si son visibles y recientes. Las líneas tienden a ser rojizas o moradas al inicio y con el tiempo se tornan blancas o plateadas, haciéndose menos notorias pero permanentes si no se tratan.
Para prevenirlas en esta etapa, es recomendable mantener la piel bien hidratada, aumentar la ingesta de vitamina C y E, y aplicar cremas con colágeno y elastina. Estos cuidados no detendrán el crecimiento, pero sí mejorarán la elasticidad de la piel, ayudando a que se adapte mejor a los cambios.
2. Embarazo: un cambio corporal inevitable
El embarazo es una de las principales causas de estrías en mujeres. A medida que el bebé crece, la piel del abdomen, los senos y las caderas se expande rápidamente, generando una gran tensión que puede superar la resistencia de las fibras dérmicas. Esto explica por qué más del 90% de las embarazadas desarrollan estrías.
Además del estiramiento, durante el embarazo se producen cambios hormonales que debilitan el colágeno y la elastina. El aumento de cortisol también contribuye a que la piel sea menos flexible, lo cual facilita la aparición de estrías. La velocidad con la que se gana peso también juega un papel fundamental: cuanto más rápido, mayor es el riesgo.
Para reducir su aparición, es clave comenzar a hidratar la piel desde el primer trimestre con productos específicos para estrías, ricos en aceites naturales, manteca de karité o ácido hialurónico. Masajear la piel a diario y mantener una dieta equilibrada también ayudan a mejorar su elasticidad.
3. Aumento o pérdida rápida de peso
Los cambios bruscos en el peso corporal, ya sea por aumento o pérdida acelerada, pueden dejar una huella visible: las estrías. Cuando subimos de peso, la piel se ve obligada a estirarse rápidamente para adaptarse al nuevo volumen, lo que puede causar microdesgarros en las fibras internas. Lo mismo ocurre cuando se pierde peso de forma abrupta: la piel pierde su firmeza y se vuelve flácida, exponiendo las marcas.
Este fenómeno afecta tanto a hombres como mujeres, y suele verse en personas que siguen dietas extremas, sufren de trastornos alimenticios o se someten a cirugías bariátricas. Las zonas más afectadas incluyen abdomen, muslos, brazos y glúteos, especialmente si el cambio de peso se produce en cuestión de semanas.
La mejor forma de prevenir estas estrías es mantener un control gradual del peso. Adoptar hábitos saludables, como una alimentación balanceada y actividad física regular, favorece un descenso o incremento controlado, permitiendo que la piel se adapte progresivamente sin sufrir daños estructurales.
4. Ejercicio físico intenso y musculación
El aumento repentino de masa muscular, especialmente en personas que hacen entrenamiento de fuerza o musculación, también puede causar estrías. Al ganar músculo rápidamente, la piel se ve obligada a expandirse, lo que puede provocar la ruptura de las fibras de colágeno si no tiene la elasticidad suficiente para adaptarse.
Los culturistas suelen presentar estrías en zonas como los bíceps, hombros, pectorales y muslos. Estas marcas pueden ser rojizas al principio y luego blanquecinas. Aunque el crecimiento muscular es positivo, hacerlo sin control puede llevar a resultados estéticos indeseados si no se cuida adecuadamente la piel.
Para evitar este tipo de estrías, es fundamental seguir un programa de entrenamiento progresivo, hidratar la piel diariamente y consumir nutrientes que promuevan la producción de colágeno, como la vitamina C, el zinc y los aminoácidos esenciales. Incluir estiramientos en la rutina también es recomendable.
5. Factores genéticos: la predisposición importa
La genética tiene un papel clave en la aparición de estrías. Si tus padres, abuelos o hermanos han desarrollado estrías con facilidad, es probable que tú también seas propenso a tenerlas. Esto se debe a que la elasticidad de la piel está influenciada por factores hereditarios, así como la producción de colágeno y elastina.
Las personas con piel fina, clara o seca suelen tener una mayor predisposición a desarrollar estrías. Esto no significa que no se pueda hacer nada al respecto, pero sí requiere una mayor atención en la prevención. Tener antecedentes familiares no determina un destino inevitable, pero sí un riesgo más elevado.
La mejor defensa es una estrategia de cuidado continuo: hidratación intensiva, uso de cremas preventivas, buena alimentación, consumo de agua y control de los factores desencadenantes como el peso o los cambios hormonales. Con constancia, es posible minimizar el impacto de la genética.
6. Desórdenes hormonales
Los cambios hormonales influyen directamente en la elasticidad de la piel. Trastornos como el síndrome de Cushing, la enfermedad de Addison o desequilibrios tiroideos pueden generar un aumento del cortisol, hormona que afecta la síntesis de colágeno y debilita las fibras dérmicas, generando así estrías.
Incluso en personas sin enfermedades crónicas, los ciclos hormonales naturales (como la menstruación, el embarazo o la menopausia) pueden desencadenar episodios de sensibilidad en la piel. Si se combinan con aumento de peso, el riesgo de estrías se incrementa notablemente.
Consultar con un endocrinólogo ante sospechas de desequilibrios hormonales es clave. También es importante mantener un estilo de vida saludable, dormir adecuadamente, reducir el estrés y consumir alimentos que fortalezcan el sistema hormonal y cutáneo, como aguacate, nueces y vegetales verdes.
7. Uso prolongado de corticoides
El uso prolongado de cremas, pomadas o medicamentos con corticoides puede afectar negativamente la salud de la piel. Estos compuestos, si bien son útiles para tratar afecciones como eccema o psoriasis, adelgazan la piel con el tiempo y disminuyen la producción de colágeno, haciendo que se vuelva más frágil y propensa a romperse.
Las estrías causadas por corticoides suelen aparecer en brazos, muslos, abdomen o espalda. Son más comunes en personas que usan tratamientos tópicos sin supervisión médica o en aquellos que consumen corticoides orales de manera prolongada para enfermedades inflamatorias o autoinmunes.
Lo recomendable es utilizar estos fármacos únicamente bajo indicación médica y durante el tiempo estrictamente necesario. También se puede complementar con productos dermoprotectores, mantener la hidratación de la piel y buscar terapias alternativas si el tratamiento es prolongado.
8. Déficit nutricional
Una dieta pobre en vitaminas y minerales puede traducirse en una piel débil, sin elasticidad y con mayor tendencia a desarrollar estrías. Nutrientes como la vitamina C, E, A, el zinc y las proteínas son esenciales para la producción de colágeno, la proteína que da firmeza y estructura a la piel.
Las personas que siguen dietas restrictivas, veganas mal planificadas o que tienen trastornos digestivos que impiden una correcta absorción de nutrientes están en mayor riesgo. Una piel mal nutrida no podrá resistir los estiramientos naturales del cuerpo, lo que facilita las microlesiones dérmicas.
Para mejorar la salud de la piel desde adentro, se recomienda consumir frutas cítricas, semillas, pescado azul, verduras de hoja verde, gelatina sin azúcar (rica en colágeno) y beber abundante agua. Un buen suplemento multivitamínico puede complementar la dieta si es necesario.
9. Deshidratación crónica
La piel necesita estar hidratada tanto por fuera como por dentro. Cuando el cuerpo no recibe suficiente agua, la piel se vuelve seca, menos elástica y más propensa a agrietarse. Esto es un terreno fértil para la aparición de estrías ante cualquier cambio corporal.
Muchas personas subestiman el poder del agua en la salud dérmica. El consumo insuficiente de líquidos, combinado con ambientes secos, exceso de sol y productos irritantes, deteriora la barrera cutánea y la vuelve vulnerable. La deshidratación también reduce la circulación, lo que impide una correcta nutrición de los tejidos.
Beber entre 1.5 y 2 litros de agua al día, usar cremas hidratantes con ácido hialurónico o glicerina, evitar duchas largas y calientes, y protegerse del sol son pasos sencillos pero poderosos para mejorar la resistencia y elasticidad de la piel.
10. Estrés crónico y envejecimiento prematuro de la piel
El estrés no solo afecta la mente, sino también el cuerpo y la piel. Cuando estamos estresados, nuestro cuerpo libera más cortisol, una hormona que reduce la producción de colágeno y acelera el envejecimiento cutáneo. Esto debilita la piel y la hace más vulnerable a lesiones como las estrías.
Las personas sometidas a altos niveles de estrés, ansiedad o insomnio suelen mostrar signos visibles en su piel: arrugas prematuras, resequedad y aparición de estrías. El impacto es mayor si se combina con otros factores como mala alimentación o falta de actividad física.
Practicar técnicas de relajación como yoga, meditación o ejercicios de respiración profunda ayuda a reducir el cortisol. Dormir bien, mantener rutinas saludables y expresar las emociones también favorecen el equilibrio hormonal y la regeneración de la piel.