Cuando se trata de la salud infantil, ningún conocimiento está de más. Cada fiebre, estornudo o sarpullido puede despertar la alarma en padres y madres, especialmente si se trata de padres primerizos. Saber identificar las enfermedades más frecuentes en niños no solo brinda tranquilidad, sino que permite actuar con rapidez y eficacia.
¿Te has preguntado qué patologías son más comunes durante la infancia y cómo puedes prevenirlas o manejarlas? Optimizado para SEO y diseñado para padres responsables, te ofrece una guía clara y completa sobre las enfermedades infantiles más comunes que debes conocer hoy mismo.
Aquí descubrirás cuáles son las 10 enfermedades más frecuentes en niños, cómo identificarlas, sus síntomas clave, tratamientos recomendados y, sobre todo, cómo prevenirlas. ¡Infórmate, cuida a tus pequeños y conviértete en un padre o madre más preparado!
1. Resfriado común en niños: el invitado frecuente
El resfriado común en niños es una de las enfermedades más frecuentes y suele presentarse varias veces al año, especialmente en menores de 5 años. Es causado por diversos virus, como el rinovirus, coronavirus o adenovirus, que se propagan fácilmente por el aire o mediante objetos contaminados. Los síntomas más comunes incluyen congestión nasal, tos, estornudos y fiebre leve.
Aunque muchas veces se confunde con la gripe, el resfriado es más leve y de corta duración. No existe un tratamiento específico, ya que es una infección viral autolimitada. Se recomienda mantener al niño hidratado, usar soluciones salinas para limpiar la nariz y permitir que descanse adecuadamente. En ningún caso se deben utilizar antibióticos a menos que exista una complicación bacteriana asociada.
Para prevenir el resfriado común en niños, el lavado frecuente de manos y evitar el contacto cercano con personas enfermas son medidas fundamentales. Además, enseñar a los niños a cubrirse la boca al toser y estornudar también contribuye a reducir la propagación del virus en el entorno escolar y familiar.
2. Gastroenteritis infantil: cuando la barriguita dice basta
La gastroenteritis en niños es una causa muy común de consulta pediátrica. Se caracteriza por diarrea, vómitos, fiebre y malestar abdominal. En la mayoría de casos es causada por virus como el rotavirus o norovirus, aunque también puede ser de origen bacteriano (Salmonella, E. coli) o parasitario. Su transmisión ocurre fácilmente a través de alimentos o agua contaminada.
Uno de los principales riesgos de la gastroenteritis es la deshidratación, especialmente en bebés y niños pequeños. Es vital reponer líquidos mediante soluciones de rehidratación oral y evitar el uso de medicamentos antidiarreicos sin prescripción médica. Una dieta suave con alimentos como arroz, manzana, plátano y pan tostado puede ayudar a calmar el sistema digestivo.
La prevención de la gastroenteritis incluye la vacunación contra el rotavirus, la correcta higiene de manos antes de comer y después de ir al baño, y el consumo de alimentos bien cocidos. En épocas de calor o en guarderías, es importante extremar los cuidados para evitar brotes entre los más pequeños.
3. Otitis media: dolor de oído que no avisa
La otitis media aguda es una infección del oído medio muy común en niños, especialmente entre los 6 meses y los 3 años. Suele aparecer después de una infección respiratoria, ya que las trompas de Eustaquio pueden obstruirse, acumulando líquido que favorece el crecimiento bacteriano. Entre los síntomas más evidentes se encuentran el dolor intenso de oído, fiebre y dificultad para dormir.
Los padres deben estar atentos a señales como que el niño se toque o se frote la oreja, esté irritable o rechace la comida. En muchos casos, la otitis se resuelve por sí sola, pero si hay fiebre persistente o dolor intenso, se puede requerir tratamiento con antibióticos. Los analgésicos como el paracetamol o ibuprofeno ayudan a aliviar el malestar.
Evitar el tabaquismo pasivo, mantener al día las vacunas y no acostar al niño con el biberón son medidas clave para reducir el riesgo de otitis. La lactancia materna también ofrece protección inmunológica adicional frente a estas infecciones.
4. Faringitis y amigdalitis: más allá del dolor de garganta
La faringitis en niños puede ser viral o bacteriana, y ambas generan dolor de garganta, fiebre y dificultad para tragar. La forma bacteriana más común es la causada por estreptococo del grupo A, que puede derivar en amigdalitis estreptocócica. Diferenciar ambas es clave, ya que solo la bacteriana requiere antibióticos.
En las faringitis virales, los síntomas suelen incluir congestión nasal, tos y malestar general. Por el contrario, si hay fiebre alta, ganglios inflamados y presencia de placas blancas en las amígdalas, se sospecha infección bacteriana. El diagnóstico se confirma con un hisopado de garganta y, si es necesario, tratamiento con penicilina o amoxicilina.
La prevención incluye reforzar el sistema inmunológico del niño, enseñar buenos hábitos de higiene bucal y evitar el contacto con personas enfermas. También se recomienda evitar ambientes muy fríos o contaminados, que irritan las vías respiratorias.
5. Bronquiolitis: una amenaza para los bebés
La bronquiolitis es una infección respiratoria grave que afecta principalmente a lactantes menores de dos años, siendo más severa en prematuros o niños con problemas cardíacos. El virus sincitial respiratorio (VSR) es el agente más común y provoca inflamación y obstrucción de las vías aéreas pequeñas, dificultando la respiración.
Los signos de alerta incluyen respiración acelerada, ruidos al respirar (sibilancias), aleteo nasal y dificultad para alimentarse. En casos leves, el tratamiento es sintomático con humidificación, aspiración de secreciones y control de la oxigenación. Casos graves pueden requerir hospitalización y oxigenoterapia.
Para prevenir la bronquiolitis, se recomienda evitar el contacto con personas resfriadas, mantener una higiene estricta de manos y objetos, y en algunos casos, utilizar inmunoprofilaxis con palivizumab en bebés de alto riesgo durante la temporada del VSR.
6. Conjuntivitis infantil: ojo rojo y contagioso
La conjuntivitis en niños puede tener diversas causas: viral, bacteriana o alérgica. La forma viral es altamente contagiosa y suele acompañarse de lagrimeo y enrojecimiento ocular. La bacteriana se presenta con secreción purulenta y párpados pegados al despertar, mientras que la alérgica genera picazón intensa y ocurre en contextos de alergias respiratorias.
El tratamiento depende del tipo: antibióticos tópicos en casos bacterianos, higiene ocular con suero fisiológico en casos virales, y antihistamínicos o lágrimas artificiales si es alérgica. No se deben usar gotas sin indicación médica, ya que pueden empeorar el cuadro.
Evitar el contacto con otros niños, no compartir toallas ni almohadas, y lavar frecuentemente las manos y los ojos del niño son las mejores formas de prevenir el contagio de la conjuntivitis, que suele propagarse rápidamente en escuelas y guarderías.
7. Varicela: la enfermedad de los puntitos
La varicela es una enfermedad viral extremadamente contagiosa que afecta a la mayoría de los niños en edad preescolar si no están vacunados. Se caracteriza por fiebre y una erupción vesicular que comienza en el tronco y se extiende al resto del cuerpo. Las ampollas se rompen y forman costras, causando una picazón intensa.
El manejo incluye antihistamínicos para la picazón, baños con avena y paracetamol para la fiebre. Es fundamental evitar el uso de aspirina, ya que puede provocar el síndrome de Reye. Los niños deben permanecer en casa hasta que todas las lesiones estén costrosas para evitar contagiar a otros.
La vacuna contra la varicela es altamente efectiva y forma parte del esquema de vacunación en muchos países. Aplicarla reduce drásticamente los casos graves y las complicaciones, como infecciones cutáneas o neumonía asociada.
8. Asma infantil: cuando el aire falta
El asma infantil es una enfermedad respiratoria crónica que afecta a millones de niños en todo el mundo. Se caracteriza por inflamación de las vías respiratorias, lo que provoca dificultad para respirar, sibilancias, tos seca nocturna y sensación de opresión en el pecho, sobre todo durante la noche o al hacer ejercicio.
Los factores desencadenantes varían e incluyen alérgenos como polvo, ácaros, polen, humo de cigarro, infecciones respiratorias e incluso el clima frío. El tratamiento se basa en broncodilatadores de acción rápida y corticoides inhalados para el control a largo plazo. En casos severos, puede requerirse atención médica de emergencia.
Educar al niño y a la familia sobre cómo usar correctamente los inhaladores, identificar los desencadenantes y tener un plan de acción ante crisis asmáticas es vital. Una buena adherencia al tratamiento puede permitir que los niños con asma lleven una vida completamente normal.
9. Dermatitis atópica: la piel también habla
La dermatitis atópica es una afección inflamatoria crónica de la piel que afecta hasta al 20% de los niños, especialmente en edades tempranas. Se manifiesta como enrojecimiento, sequedad, descamación y picazón intensa, que puede llevar a que los niños se rasquen hasta hacerse heridas.
Factores como el clima seco, tejidos irritantes, jabones agresivos y el estrés pueden desencadenar o empeorar los brotes. El tratamiento incluye la aplicación de emolientes varias veces al día, corticoides tópicos durante las crisis y control ambiental. En casos más severos, se puede recurrir a tratamientos inmunomoduladores.
El control de esta enfermedad requiere constancia. Se recomienda bañar al niño con agua tibia y jabones suaves, mantener las uñas cortas y evitar la exposición prolongada al sol o al frío extremo. Identificar los factores desencadenantes personales también ayuda a prevenir brotes frecuentes.
10. Pediculosis: más común de lo que parece
La pediculosis o infestación por piojos es extremadamente común en niños en edad escolar. Aunque no representa un riesgo grave para la salud, sí genera incomodidad, picazón intensa en el cuero cabelludo y, en algunos casos, infecciones por el rascado excesivo.
El tratamiento incluye lociones pediculicidas a base de permetrina o dimeticona, además del uso de peines finos (lendreras) para eliminar manualmente los piojos y liendres. Es importante revisar y tratar a todos los miembros del hogar al mismo tiempo y repetir el tratamiento a los 7-10 días para garantizar la erradicación.
Educar a los niños para que no compartan peines, gorras o accesorios para el cabello ayuda a prevenir nuevos contagios. La revisión semanal del cabello y una vigilancia constante en la escuela son estrategias útiles para evitar su propagación.