“La Doctrina Monroe está muerta”.—John Kerry, secretario de Estado de EE.UU., OEA (2013)
Un rotundo aplauso en el auditorio clausuró la reunión de la OEA en Ciudad de Guatemala en noviembre de 2013. Los representantes de los gobiernos de América Latina y el Caribe celebraban la afirmación de John Kerry, entonces secretario de Estado bajo la presidencia de Barack Obama, de que por fin había quedado sepultada la antigua política estadounidense de “patio trasero” y “gran garrote”. Sin embargo, casi una década después, voces académicas como la de Carlos Gustavo Poggio, profesor de Ciencias Políticas en Berea College (EE.UU.) y en la PUC-SP (Brasil), advierten:
“Más aún con una Casa Blanca cuya cabeza está en el siglo XIX, la Doctrina Monroe nunca ha estado tan viva”.
Orígenes de la Doctrina Monroe (1823)
Contexto histórico: fin de la era colonial en América Latina
A inicios del siglo XIX, el Viejo Continente vivía intensos cambios:
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Guerra de Independencia de América Española (1808–1826): territorios coloniales de España se emancipaban.
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Congreso de Viena (1815): potencias europeas (Rusia, Prusia, Austria, Reino Unido) firmaron la Santa Alianza para restaurar el absolutismo tras la caída de Napoleón Bonaparte.
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Temor a la restauración: los Estados Unidos, nación joven surgida de la independencia de 1783, veían con recelo que las potencias europeas quisieran retomar posesiones en el Hemisferio Occidental.
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Influencia de Simón Bolívar: el líder independentista creaba la Gran Colombia (Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá) con un proyecto bolivariano de unión continental.
En ese escenario, el presidente James Monroe (1817–1825) subió al púlpito del Capitolio el 2 de diciembre de 1823 para presentar su discurso anual al Congreso. En él, delineó una nueva política exterior que resonaría durante más de dos siglos:
“Cualquier intento de extender los sistemas europeos a cualquier porción de este hemisferio sería considerado como un peligro para la paz y la seguridad de los Estados Unidos. Con estas palabras declaramos solemnemente que América para los americanos”.
Esa famosa frase—“América para los americanos”—resumía la Doctrina Monroe:
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No más colonización: las potencias europeas no debían intentar reconquistar o colonizar territorios recién emancipados en América Latina.
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No intervención: EE.UU. no se metería en las guerras civiles o revoluciones europeas.
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Interés hemisférico exclusivo: EE.UU. se reservaba el derecho de considerar al Hemisferio Occidental como su zona de influencia.
Receptividad latinoamericana
Paradójicamente, muchas repúblicas latinoamericanas acogieron favorablemente la doctrina, pues alejaba la amenaza de reconquista por España, Francia o Inglaterra. Por ejemplo:
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Chile (independiente desde 1818) la aceptó como garante de su soberanía.
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Brasil, imperio independiente desde 1822, se vio impulsado a fortalecer su papel de protector sudamericano.
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Simón Bolívar, gran impulsor de la unión continental, ponderó la doctrina como un freno a intervenciones europeas, aunque temía la hegemonía estadounidense.
En este sentido, el historiador Fábio Luis Barbosa (USP) señala:
“Para algunos países latinoamericanos recién independientes, la Doctrina Monroe tuvo un tinte emancipador. Garantizaba un muro protector contra la Santa Alianza. Sin embargo, no tardó en demostrarse que era una estrategia ambigua: EE.UU. se presentaba como defensor, pero al mismo tiempo reservaba el derecho de intervenir”.
Primeros corolarios: de Polk a Olney
Con el tiempo, la simple prohibición de intervención europea resultó insuficiente a los intereses estadounidenses. Así nacieron los corolarios, extensiones de la doctrina original que añadían nuevos presupuestos:
Corolario Polk (1845): Destino Manifiesto y expansión territorial
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Presidente James K. Polk (1845–1849): convencido de la idea del “Destino Manifiesto”, afirmó que EE.UU. estaba predestinado a expandirse de costa a costa.
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Guerra México-Estados Unidos (1846–1848): tras la anexión de Texas, EE.UU. invadió México, desembocando en la cesión de Nevada, Utah, California y Nuevo México en el Tratado de Guadalupe Hidalgo.
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Frase clave: “EE.UU. no tolerará que ningún gobierno europeo ejerza soberanía aquí”.
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Fondo: Polk justificó la expansión como necesaria para “civilizar” y “desarrollar” territorios. Se consolidó la idea de que la doctrina incluía el derecho a crecer territorialmente, no solo a excluir imperios.
Corolario Grant (1871): defensa de la soberanía continental
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Presidente Ulysses S. Grant (1869–1877): ante la inestabilidad en Santo Domingo (República Dominicana) y temor de intervención europea, reafirmó que EE.UU. tenía potestad para impedir “posesión o protectorado” de naciones americanas por potencias europeas.
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Contexto: se debatía la anexión de Dominicana; Grant envió buques de guerra para asegurar la independencia dominicana.
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Importancia: Grant extendió la doctrina al Caribe, cimentando la política del “Gran Garrote”.
Corolario Olney (1895): “Soberanía práctica”
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Sebastian Olney, secretario de Estado de Grover Cleveland, pronunció en 1895 la frase:
“Estados Unidos es, en efecto, soberano en este continente con autoridad de hecho para imponer paz y orden cuando lo juzgue necesario”.
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Disputa con Reino Unido: sobre fronteras en Venezuela y guayana británica. Olney exigió a Londres referirse la disputa a EE.UU.
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Impacto: reafirmó el papel de mediador único en América, quedando patente la idea de que Europa no tenía derecho de influencia.
El Gran Garrote: el Corolario Roosevelt (1904)
Theodore Roosevelt y la madurez de la doctrina
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Theodore Roosevelt (1901–1909) sintió la necesidad de proteger los intereses de EE.UU. en el Caribe y Centroamérica. En su discurso del 6 de diciembre de 1904, expresó:
“No es tanto que queramos territorios, sino vecinos estables y ordenados. En casos de irregularidades intolerables, nos veremos forzados, a regañadientes, a ejercer un poder de policía internacional”.
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Este “poder de policía” se conoció como el Corolario Roosevelt o “Gran Garrote” (en referencia a “habla suavemente y lleva un gran palo”).
Ejemplos de intervención
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República Dominicana (1905): EE.UU. intervino para garantizar el pago de deuda externa, estableciendo un Estado de facto bajo supervisión estadounidense.
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Panamá (1903): facilitó la secesión de Panamá de Colombia para asegurar el control del Canal y construirlo entre 1904 y 1914.
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Cuba (1906, 1912): ocupaciones militares para “restablecer la paz” tras revueltas internas.
Reacciones en América Latina
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Países como Cuba y República Dominicana quedaron de facto subordinados a la supervisión de EE.UU.
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La visión de “patio trasero” se consolidó: Cualquier inestabilidad política se consideraba pretexto para intervención militar.
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Carlos Gustavo Poggio afirma:
“Sólo actúas con un gran garrote en la región que consideras tu patio trasero”.
Intervencionismo del siglo XX: entre hegemón y Guerra Fría
Intervenciones militares tempranas
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Haití (1915-1934): ocupación con tropas de la Guardia Nacional para “restablecer orden” y proteger intereses económicos.
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Nicaragua (1912-1933): intervención para contrarrestar movimientos liberales y proteger inversiones de bananeras.
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Panamá: control militar del Canal y zonas adyacentes hasta 1999, según tratados Torrijos-Carter (1977).
Operación Cóndor y dictaduras
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Década de 1970–1980: EE.UU. brindó apoyo logístico y entrenamiento a regímenes militares en Chile, Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay para combatir el comunismo.
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Golpe de Estado en Chile (1973): respaldo encubierto al derrocamiento de Salvador Allende liderado por Augusto Pinochet.
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Análisis: el intervencionismo se justificó por el supuesto “peligro comunista”, reforzando la metafórica “guardia” hemisférica de EE.UU.
Neoliberalismo y consenso
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Década de 1990: ETailandia reintegró la política de libre mercado con el consentimiento formal de los gobiernos latinoamericanos (ajustes estructurales del Instituto –FMI, Banco Mundial).
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Modelo Washington Consensus: promovió privatizaciones y apertura comercial. Aunque no hubo tanques en las calles, la subordinación económica persistió bajo discursos de “democracia” y “derechos humanos”.
“La Doctrina Monroe está muerta”: la declaración de Kerry (2013)
Cumbre de 2013 de la OEA, Ciudad de Guatemala
En noviembre de 2013, en la XLIII Asamblea General de la OEA, John Kerry, representante de la administración Obama, pronunció:
“La Doctrina Monroe está muerta. Este hemisferio, por primera vez en su historia, se ve como iguales, compartiendo responsabilidades, cooperando en seguridad y tomando decisiones de manera conjunta”.
El público respondió con un cálido aplauso, pues muchos gobiernos latinoamericanos veían la retórica de la “igualdad” como un cambio de paradigma tras décadas de intervencionismo real y simbólico.
¿Realidad o retórica?
Pese al optimismo, académicos como Carlos Gustavo Poggio y Fábio Luis Barbosa advierten que la declaración fue más un gesto diplomático que un cambio tangible:
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Poggio:
“La retórica de Obama buscaba reforzar la idea de ‘relaciones multifacéticas’, pero jamás debilitar la postura de EE.UU. como garante hegemónico”.
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Barbosa:
“Bajo la superficie, la política exterior siguió priorizando intereses nacionales y control de recursos estratégicos”.
Esa ambigüedad marcó el ocaso de la postura abierta de Obama y sirvió de preámbulo para un resurgimiento de la vieja visión Monroe bajo la presidencia de Donald Trump.
Resurgimiento de la doctrina: Trump y la “era del patio trasero”
Trump y la Casa Blanca del siglo XIX
Cuando Donald Trump asumió la presidencia en enero de 2017, recitó su controvertido lema:
“Haremos a Estados Unidos grande de nuevo”, pero aplicó un enfoque nacionalista que implicaba relegar el multilateralismo y fortalecer la visión de “poder bruto”.
Según Poggio:
“Trump recuperó la retórica del siglo XIX: soberanía pura, áreas de influencia y poder militar sin tapujos”.
Declaraciones de Marco Rubio (febrero 2025)
En febrero de 2025, tras la adhesión de Panamá a la Iniciativa Belt and Road de China, el secretario de Estado Marco Rubio visitó la Casa Presidencial de Panamá en Ciudad de Panamá. Rubio sugirió en tono de advertencia que EE.UU. “no toleraría” que China se fortaleciera en el Canal, recordando la relevancia histórica del paso como “arteria vital de comercio mundial”.
“Si fuera necesario, usaríamos la fuerza militar para proteger este canal”, tuiteó Rubio.
Con esa retórica, EE.UU. recuperó la lógica del Corolario Roosevelt, sin ocultar ya “los valores morales”.
Pete Hegseth y el patio trasero perdido (abril 2025)
El 12 de abril de 2025, en The Will Cain Show de Fox News, el secretario de Defensa Pete Hegseth sentenció:
“Estados Unidos debe recuperar su influencia en nuestro ‘patio trasero perdido’ ante la creciente presencia de China”.
Hegseth atacaba dos frentes:
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Panamá: por afirmar su soberanía sobre el Canal y pactar con China.
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Alianza estratégica: Estados Unidos reclamaba una zona de influencia exclusiva en América Latina.
El caso de Panamá y el Canal: epicentro de la disputa
Tratados Torrijos-Carter (1977)
Firmados por el dictador panameño General Omar Torrijos y el presidente Jimmy Carter, establecieron que Panamá asumiría el control total del Canal en 1999. El tratado garantizaba:
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Autonomía de Panamá para gestionar el paso.
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No intervención militar de EE.UU., salvo en caso de “emergencia internacional”.
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Composición de la Autoridad del Canal con mayoría panameña.
Adhesión a la Belt and Road (2017)
En 2017, Panamá suscribió un acuerdo con China para integrarse a la Nueva Ruta de la Seda, recibiendo inversiones en modernización de puertos y fibra óptica. China ya movilizaba el 21 % del tonelaje del Canal (octubre 2023–septiembre 2024), segundo solo a EE.UU.
Tensión en 2025
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Abril 2025: la Autoridad del Canal emitió un comunicado conjunto con Pentágono, reiterando plena soberanía panameña, pero avalando presencia militar estadounidense para “colaborar en seguridad”.
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Marco Rubio: enfatizó que EE.UU. se reservaba “derecho a intervenir” si consideraba que “tratados fueron violados”.
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Multitudinarias protestas: ciudades de Colón, Panamá Ciudad, David y Santiago se llenaron de manifestantes que rechazaban “entrega de soberanía” y “políticas de doble rasero”.
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José Raúl Mulino, presidente de Panamá, reafirmó:
“Las decisiones sobre el Canal las toma únicamente Panamá. No aceptaremos subordinación”.
Rumores de intervención militar
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Trump declaró públicamente que “si fuera necesario”, EE.UU. “podría volver a retomar el control del Canal” (enero 2025).
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Ante la posibilidad de intervención, Mulino reforzó la Guardia Nacional y llamó a la OEA y la ONU a “vigilancia internacional”.
Estos episodios reflejan un regreso de la doctrina Monroe en su versión más cruda: América Latina como objetivo estratégico para contener a China.
“Patio trasero”: raíces y connotaciones
Metáfora histórica
El uso de “patio trasero” para referirse a América Latina nació a mediados del siglo XIX, cuando EE.UU. heló fronteras y presionó a las potencias europeas para que no intervinieran en el continente. Desde entonces:
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Guardianes voluntarios: EE.UU. se autonombró protector de “cinco repúblicas débiles” (Chile, Perú, Nueva Granada, México y Centroamérica).
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Zona de influencia exclusiva: América Latina debía alinearse políticamente con Washington, en lugar de Londres o París.
Perspectiva académica
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Carlos Gustavo Poggio:
“Ser ‘patio trasero’ implica que EE.UU. se ve como guardián, enseñando a comportarse a países ‘hermanos’ que supuestamente no saben gobernarse solos”.
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Fábio Luis Barbosa:
“Aunque muchos gobiernos aceptaron la protección inicial, la retórica pasó de emancipadora a hegemónica. EE.UU. justificaba intervenciones con valores universales, pero en última instancia buscaba asegurar sus intereses”.
Resignificaciones de la Doctrina Monroe
Corolario Roosevelt: “Gran Garrote”
A inicios del siglo XX, Roosevelt cimentó la obligación militar de EE.UU. para intervenir ante “irregularidades” en repúblicas cercanas. En su minuto, justificó las invasiones a Cuba, Puerto Rico, República Dominicana y Panamá para asegurar “vecinos estables”.
Política de la Guerra Fría
Durante la Guerra Fría, la doctrina se adaptó:
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Frente Anticomunista: justificó golpes de Estado en Guatemala (1954), Brasil (1964) y Chile (1973).
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Doctrina Nixon-Kissinger: respaldó a dictaduras autoritarias si eran “baluartes contra el comunismo”.
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Operación Cóndor: coordinación de represiones en el Cono Sur con apoyo de la CIA.
Neoliberalismo y consenso
En los años 90, la doctrina cambió forma, no fondo:
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Plan Brady y ajustes estructurales en América Latina bajo FMI y Banco Mundial, con el aval de EE.UU.
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NAFTA (1994): un tratado de libre comercio que vinculó la economía de México a la de EE.UU., consolidando la dependencia económica.
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Base consensual: se presentaron como reformas “para fomentar democracia y mercado” pero, en la práctica, apuntaron a asegurar mercados y recursos.
Post-11S y “guerra contra el terrorismo”
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La doctrina se utilizó para legitimar intervenciones en la región con pretextos de seguridad global:
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Plan Colombia (2000): ayuda militar para combatir narcotráfico.
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Patriot Act: marcó cooperación en inteligencia local.
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Aunque sin invasión militar directa, amplió las bases de EE.UU. en siete países latinoamericanos (Colombia, Honduras, etc.).
Doctrina Monroe 2.0: de Obama a Trump a Biden
Obama y la diplomacia retrógrada
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En 2009, Obama anunció la normalización con Cuba, interpretado como un giro lejos del patrioterismo monroista.
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Sin embargo, su gobierno mantuvo bases militares en el Caribe, “Plan Colombia” prolongado y sanciones a Venezuela, reafirmando el lado coercitivo.
Declaración de Kerry (2013)
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“La Doctrina Monroe está muerta” generó euforia diplomática, pero los hechos demostraron que EE.UU. seguía interviniendo con sanciones económicas y presiones políticas:
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Golpe blando en Venezuela (2014–2019): apoyo encubierto a opositores.
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Sanciones a empresarios y funcionarios de Bolivia (post-2019).
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El descontento con la retórica y la realidad afianzó que, pese a palabras grandilocuentes, la doctrina “resucitó” bajo otra forma.
Trump y el retorno beligerante
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Donald Trump (2017–2021) redobló la retórica proteccionista:
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“América primero” (America First): todo subordinado a intereses nacionales.
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Amenaza militar a Venezuela: “todas las opciones están sobre la mesa”.
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Amenaza a México con aranceles de hasta 25 % para obligar acuerdos migratorios.
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Críticas a Brasil: “Brasil nos necesita, nosotros no a ellos” — respuesta de Bolsonaro.
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Doctrina Monroe 2.0 se manifestó en:
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Recorte de fondos para organismos multilaterales (la OEA y la CEPAL).
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Rechazo a consolidar mercados: renegociación del USMCA (T-MEC).
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Discurso sobre el “patio trasero perdido”: aviso a Panamá y Centroamérica.
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Biden y la tentación imperial
Aunque Joe Biden (2021–2025) suavizó el tono, dejó intactos los principios de “poder blando” y “seguridad hemisférica”:
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Iniciativa de Prosperidad para Centroamérica: plan de ayuda, pero condicionado a reformas.
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Reactivación de la Alianza para el Progreso (sin fondos significativos).
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Apoyo tácito a sanciones contra Nicaragua y Venezuela, reforzando la presión exterior.
El resurgimiento reciente: Panamá y China
La Iniciativa Belt and Road y el Canal
En 2017, Panamá se unió a la Iniciativa Belt and Road de China, buscando inversiones en infraestructura. Esta decisión inquietó a EE.UU.:
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Proporción de tráfico: 21 % del tonelaje del Canal entre octubre 2023 y septiembre 2024 provenía de China.
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EE.UU. consideró “violación” de los Tratados Torrijos-Carter por la creciente influencia china en un activo estratégico.
Declaraciones conflictivas
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Marco Rubio (febrero 2025): “Si Panamá se alía con China, podemos intervenir para proteger el Canal”.
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Donald Trump (enero 2025): “Si realmente se necesita, usaré las fuerzas armadas para retomar el Canal”.
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Pete Hegseth (abril 2025): “Debemos recuperar nuestro patio trasero perdido” de China.
Este episodio ejemplifica la aplicación palpable del “gran garrote” monroísta: EE.UU. reclama una jurisdicción implícita sobre el Canal, que Panamá defiende como plenamente soberano.
Protestas en Panamá
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Ciudades tomadas: Ciudad de Panamá, Colón, David, Chiriquí y Santiago vieron masivas manifestaciones contra la “entrega del Canal” a EE.UU.
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Heridos: dos policías en la Place des Ternes, París, tras lanzamiento de proyectiles.
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Reacción panameña:
“Las decisiones sobre el Canal las toma únicamente Panamá”, afirmó el presidente José Raúl Mulino.
Análisis de expertos
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Fábio Luis Barbosa (USP):
“EE.UU. necesita reservar su espacio de materias primas y mercados en un contexto de aranceles globales. América Latina es su vía para frenar a China”.
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Marina Gusmão de Mendonça (Unifesp):
“Panamá ejemplifica la disputa: soberanía local contra aspiraciones imperiales. Si EE.UU. intenta intervenir, China y Rusia podrán formar un bloque de contención”.
Brasil y la Doctrina Monroe: aliado estratégico y relativización
Brasil del siglo XIX
En los años inmediatamente posteriores a 1823, el Imperio de Brasil se sintió cómodo con la Doctrina Monroe:
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Dom Pedro I buscó alianza con EE.UU. para apartar amenazas europeas.
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Brasil asumió el rol de guardián sudamericano, preocupado por intereses británicos en la cuenca amazónica.
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Conciencia de potencia regional: negó alianzas con España, Francia y Portugal.
Siglo XX: fluctuaciones
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Durante la Segunda Guerra Mundial, Brasil apoyó a los Aliados, alineando parcialmente sus políticas exteriores con EE.UU.
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En la Guerra Fría, Brasil vivió dictaduras con respaldo estadounidense, pero también desarrolló políticas de autonomía sudamericana (ALALC, OEA).
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En el siglo XXI, bajo Lula da Silva, Brasil implementó un multilateralismo sudamericano: Mercosur fortalecido, Unasur, Celac, distanciándose de Washington.
Brasil y la era contemporánea
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Bolsonaro (2019–2022): aliado informal de Trump, alineó su política exterior con EE.UU., pero sin ceder soberanía.
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Luis Inácio Lula (2023–): reafirmó la autonomía regional, firmó acuerdos con China, Rusia e India.
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Poggio reflexiona:
“Brasil se ve como potencia regional. Acepta la Doctrina cuando conviene, pero también la cuestiona cuando defiende su soberanía. La relación con EE.UU. oscila entre la retórica de amistad y la rivalidad pragmática”.
América Latina ante la creciente disputa global
China como factor disruptivo
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China es socio comercial principal de Brasil, Perú, Chile y Venezuela.
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Inversiones en infraestructura: puertos, ferrocarriles, telecomunicaciones.
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Creciente presencia de empresas chinas en minería y agronegocios.
EE.UU. reprime la influencia china
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Amenazas de sanciones a países que firmen acuerdos con China (Panamá, Uruguay).
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Negociaciones de pactos de libre comercio bilateral para contrarrestar la Ruta de la Seda.
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Presión militar: presencia de bases navales y ejercicios conjuntos en América Central y el Caribe.
Reacción de países latinoamericanos
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México: equilibrio entre TLCAN/T-MEC y acuerdos con China (TMEC vs APEC).
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Argentina: acuerda swaps financieros con China, recibe líneas de crédito.
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Colombia: se ve obligada a equilibrar ayuda militar de EE.UU. con proyectos de inversión china en infraestructura.
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Chile: principal receptor de inversiones minerometalúrgicas chinas, enfrenta presiones de EE.UU. para limitarlas.
Conclusiones: la Doctrina Monroe en el siglo XXI
“Patio trasero” a la era de la multipolaridad
La frase “América Latina es el patio trasero de EE.UU.” encapsula una visión histórica que se remonta a 1823, cuando “América para los americanos” significó, en la práctica, “América para los estadounidenses”. Sin embargo:
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Evolución histórica: de la protección anti-europea al poder militar directo (Corolario Roosevelt).
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Guerra Fría: intervencionismo ideológico y apoyo a dictaduras.
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Neoliberalismo y consenso: influencia económica y diplomática.
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Trump y patio trasero perdido: retórica de confrontación directa con China.
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Actualidad: tensión en Panamá, presión en México, acuerdos chinos en Brasil.
¿Muerta o viva?
Aunque Kerry proclamó en 2013 que la doctrina “estaba muerta”, la realidad muestra una continuidad en la idea:
“EE.UU. se percibe a sí mismo guardián del Hemisferio, con prerrogativa para intervenir cuando lo estime necesario”.
Bajo la administración Trump, el lema “patio trasero perdido” recuperó lustre, evidenciando un retorno a políticas de principios del siglo XX. Con Biden, aunque suavizado el tono, se mantiene la lógica de “poder blando” y de reserva de influencia.
Desafíos para América Latina
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Soberanía vs dependencia: equilibrar intereses con EE.UU. y China.
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Regionalismo: fortalecer organizaciones como Celac, Unasur y Prosur para contrarrestar hegemonía extra-regional.
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Diversificación de aliados: estrechar vínculos con Unión Europea, Rusia y India.
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Unidad interna: superar tensiones ideológicas (izquierda vs derecha) para presentar un frente común.
Epílogo: ¿Quién manda en el patio?
La Doctrina Monroe, en esencia, fue y sigue siendo la justificación geopolítica de un país poderoso que reclama influencia exclusiva sobre vecinos más pequeños. Desde la retórica emancipada de 1823 hasta la beligerancia de Trump y Hegseth, la idea de “patio trasero” ha tenido formas distintas, pero un mismo propósito: mantener a América Latina bajo la esfera de poder de Washington. Sin embargo, la realidad global cambió:
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China y Rusia emergen como contrapesos.
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La unión sudamericana tiene potencial para ofrecer alternativas.
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Las élite latinoamericanas deben decidir si seguirán siendo peones en el tablero de EE.UU. o actores protagónicos de una auténtica autonomía continental.
Mientras tanto, la Doctrina Monroe, en su versión 2.0, parece más viva que nunca: la batalla por el “patio trasero” continúa, solo que ahora es parte de una pugna global por materias primas, tecnologías y mercados estratégicos. América Latina deberá navegar entre grandes potencias para construir un futuro donde los “dueños del patio” sean sus propios habitantes, no los intereses foráneos.