Con una sonrisa pícara y cargada de nostalgia, el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa regresó recientemente al jirón Huatica, una de las calles más emblemáticas y controvertidas de Lima, ubicada en el distrito de La Victoria. Su visita no solo reavivó la memoria histórica de este antiguo barrio rojo, sino que también sirvió como un recordatorio de la profunda conexión entre el escritor y la ciudad que marcó su primera novela, La ciudad y los perros.
Álvaro Vargas Llosa, hijo del reconocido escritor, compartió en redes sociales imágenes del recorrido, destacando el impacto emocional de regresar a un lugar tan cargado de simbolismo. La calle, que ahora lleva el nombre de jirón Renovación, ha perdido todo rastro físico de su pasado bohemio y controvertido, pero permanece inmortalizada en la obra de Vargas Llosa como un escenario clave en la exploración de la adolescencia, el despertar sexual y las tensiones sociales de mediados del siglo XX.
Huatica en La ciudad y los perros: Un retrato literario
En La ciudad y los perros, publicada en 1963, Mario Vargas Llosa describió al jirón Huatica como el destino de los cadetes del Colegio Militar Leoncio Prado en busca de sus primeras experiencias sexuales. Este rincón de Lima, lleno de burdeles y personajes coloridos, se convirtió en un microcosmos de las pulsiones humanas y los ritos de paso.
Uno de los episodios más recordados de la novela es la obsesión de los cadetes por conocer a la mítica prostituta apodada «Pies Dorados». Su nombre resuena entre los personajes como un símbolo de deseo y misterio, representando una mezcla de inocencia y transgresión que marcaba la transición a la adultez. En las páginas del libro, el jirón Huatica no solo funciona como un escenario físico, sino también como una metáfora de las tensiones internas de los jóvenes protagonistas.
La figura de «Pies Dorados» captura la imaginación de Alberto y sus compañeros, quienes la ven como una presencia sensual e inalcanzable. Su mención recurrente en la novela refleja las fantasías y frustraciones de los adolescentes que buscan afirmar su masculinidad en un entorno represivo como el internado militar.
La transformación de Huatica: Del barrio rojo al olvido
En el siglo XX, el jirón Huatica fue conocido como un distrito de tolerancia, donde proliferaban las casas de citas, restaurantes, bares y comercios informales. Sin embargo, esta atmósfera de bohemia también trajo consigo problemas como la violencia y el crimen. En 1956, el entonces presidente Manuel Prado Ugarteche ordenó el desalojo de las trabajadoras sexuales, trasladándolas a las inmediaciones del cerro El Pino, al final de la avenida México.
Con el desalojo y el cambio de nombre a jirón Renovación, la calle perdió su identidad histórica. Hoy, las huellas de su pasado han sido reemplazadas por el comercio ambulante, el caos urbano y la contaminación. Sin embargo, gracias a la obra de Vargas Llosa, el jirón Huatica sigue vivo en la memoria cultural y literaria del Perú.
El simbolismo de Manco Cápac en la obra
Uno de los elementos icónicos mencionados en La ciudad y los perros es la estatua de Manco Cápac, el fundador legendario del Imperio Inca. En la novela, el monumento es descrito como una figura que, con su dedo extendido, parece señalar el camino hacia el jirón Huatica. Esta imagen irónica y provocadora ilustra las contradicciones entre la tradición y la modernidad, así como entre la moralidad pública y las pulsiones privadas.
La conexión entre el héroe indígena y el barrio rojo es una crítica sutil a las hipocresías de la sociedad peruana, un tema recurrente en la obra de Vargas Llosa. La estatua, donada por la colonia japonesa para conmemorar el centenario de la independencia del Perú, adquiere un nuevo significado en el contexto de la narrativa literaria.
El legado literario y la memoria urbana
La reciente visita de Vargas Llosa al jirón Huatica no es un hecho aislado. En los últimos meses, el escritor también recorrió el local donde alguna vez funcionó el bar La Catedral, inspiración para su novela Conversación en La Catedral. En ambos casos, estos paseos representan una reconciliación entre el autor y los escenarios que dieron forma a sus historias más célebres.
El contraste entre el pasado y el presente, evidente en la transformación urbana de Lima, resalta la capacidad de la literatura para preservar espacios que, en la realidad, han cambiado o desaparecido. Para Vargas Llosa, estos lugares no solo son escenarios, sino también símbolos de las tensiones sociales y políticas que han marcado la historia del Perú.
Huatica en el imaginario colectivo
Aunque el jirón Huatica ya no existe como tal, su presencia sigue viva en el imaginario colectivo gracias a la obra de Vargas Llosa. Su descripción en La ciudad y los perros ofrece un testimonio vívido de una época y un lugar que marcaron el desarrollo de Lima como ciudad. A través de sus personajes y sus historias, el autor logró capturar la esencia de un espacio donde convergían el deseo, la marginalidad y la búsqueda de identidad.
La figura de «Pies Dorados» sigue siendo un símbolo de los sueños y frustraciones de la juventud, mientras que el barrio representa la lucha entre el orden impuesto y las pasiones desatadas. Esta dualidad es un reflejo de las contradicciones más profundas de la sociedad peruana, que Vargas Llosa ha explorado a lo largo de toda su carrera.
Conclusión
El retorno de Mario Vargas Llosa al jirón Huatica no solo es un homenaje a su propia obra, sino también una invitación a reflexionar sobre la transformación urbana y cultural de Lima. A través de La ciudad y los perros, este antiguo barrio rojo quedó inmortalizado como un símbolo de los ritos de paso y las tensiones sociales que definieron una época.
La visita del escritor nos recuerda que la literatura tiene el poder de preservar la memoria de lugares y personas que, de otro modo, podrían ser olvidados. El jirón Huatica ya no existe como tal, pero en las páginas de Vargas Llosa sigue vivo como un testimonio de las complejidades humanas y los cambios sociales que marcaron al Perú del siglo XX.