¿Alguna vez te has detenido a pensar en lo violento que puede ser un simple estornudo? Aunque solemos subestimarlo, estornudar es una de las respuestas fisiológicas más potentes y coordinadas del cuerpo humano. Lejos de ser un gesto trivial, un estornudo puede alcanzar velocidades comparables a las de un huracán, movilizar millones de partículas invisibles y ejercer presiones internas impresionantes. Pero, ¿cómo es que no colapsamos cada vez que estornudamos?
Revelaremos 10 datos sorprendentes sobre la fuerza del estornudo y cómo el cuerpo humano ha evolucionado para evitar que este mecanismo nos cause un daño fatal. Desde cifras impactantes hasta curiosidades médicas poco conocidas, descubrirás que el acto de estornudar es una pequeña explosión controlada por un sistema que roza la perfección. Prepárate para ver este reflejo involuntario con otros ojos.
Conocer la potencia y precisión del estornudo no solo es fascinante, sino que también tiene implicaciones para la salud pública y personal. Aprender cómo y por qué el cuerpo ejecuta esta acción puede ayudarte a entender mejor tus reacciones fisiológicas y cuidar mejor de ti mismo. ¡Vamos al detalle!
1. El estornudo puede alcanzar velocidades de hasta 160 km/h
Cuando estornudas, lo haces con una fuerza sorprendente. Estudios como los realizados en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) han demostrado que el aire puede ser expulsado por la nariz y la boca a una velocidad de entre 160 y 200 kilómetros por hora. Esta velocidad es mayor que la alcanzada por muchos vehículos en una autopista y se produce en una fracción de segundo.
Esta expulsión es una defensa de emergencia del cuerpo. La mucosa nasal detecta partículas extrañas como polvo, polen o virus, y genera una señal nerviosa que llega al cerebro, quien activa la respuesta automática del estornudo. Esta velocidad asegura que el cuerpo expulse de forma inmediata a los invasores antes de que ingresen a las vías respiratorias más profundas.
Reprimir esta velocidad puede resultar en una acumulación peligrosa de presión interna. Por eso, los especialistas advierten sobre los riesgos de aguantar un estornudo. La energía contenida podría redirigirse a estructuras internas más vulnerables, causando daño en senos paranasales, tímpanos o vasos sanguíneos.
2. Un solo estornudo puede expulsar hasta 40.000 gotículas
Aunque invisible al ojo humano, un estornudo es una nube de micropartículas en movimiento. Investigaciones científicas han revelado que cada estornudo puede generar entre 20.000 y 40.000 microgotas que viajan por el aire a gran velocidad. Algunas gotículas son tan pequeñas que pueden permanecer suspendidas durante minutos, lo que las convierte en un medio eficaz para la transmisión de enfermedades respiratorias.
Este dato adquiere una importancia crucial en tiempos de epidemias o pandemias. Por ejemplo, durante la crisis sanitaria del COVID-19, se demostró que estas gotículas podían transportar virus activos, por lo que estornudar en espacios cerrados sin protección facial incrementaba exponencialmente el riesgo de contagio. Usar mascarilla al estornudar no es solo un acto de cortesía, sino una acción preventiva vital.
Además, la densidad y número de gotas pueden variar según la salud del individuo y la potencia del estornudo. Alguien con una infección activa puede liberar una mayor cantidad de agentes patógenos, lo que convierte al estornudo en una potente herramienta de propagación, si no se toman medidas adecuadas.
3. El cuerpo usa 5 grupos musculares para estornudar
Detrás de cada estornudo hay una verdadera sinfonía de músculos trabajando en conjunto. El proceso activa al menos cinco grupos musculares clave: abdominales, torácicos, diafragmáticos, laríngeos y faríngeos. Estos músculos se contraen en perfecta sincronía para generar y liberar la presión necesaria.
Este mecanismo se inicia con una inhalación profunda, que llena los pulmones de aire. Luego, el diafragma se contrae con fuerza, generando presión interna, mientras los músculos torácicos comprimen la cavidad pulmonar. Finalmente, la glotis se abre de forma repentina, liberando el aire a toda velocidad y produciendo el característico sonido explosivo.
La coordinación de estos músculos permite que el cuerpo libere energía de forma controlada, evitando que el estornudo genere desgarros o lesiones internas. Es un acto involuntario, pero diseñado de forma magistral para ser potente y seguro a la vez.
4. La presión del estornudo puede superar los 1.5 PSI
Cada vez que estornudas, generas una presión interna que puede superar los 1.5 PSI (libras por pulgada cuadrada). Esto es equivalente a inflar varias llantas de bicicleta de golpe, pero dentro de tu cavidad torácica. Es una fuerza considerable, especialmente si se considera que se libera en menos de un segundo.
El cuerpo humano, afortunadamente, está diseñado para tolerar esta presión. Las costillas, los músculos intercostales y la columna vertebral actúan como estructuras de contención. Además, los tejidos blandos y las válvulas internas, como la glotis, se encargan de canalizar esa presión hacia la salida correcta: la nariz y la boca.
Sin embargo, esta presión puede ser peligrosa si se bloquea su salida. Personas que se tapan la nariz y la boca para no estornudar corren el riesgo de que esta fuerza se redirija hacia órganos vulnerables, lo que ha derivado en casos de roturas timpánicas o incluso fisuras en vasos sanguíneos.
5. Estornudar con los ojos abiertos es prácticamente imposible
Existe un reflejo universal al estornudar: cerrar los ojos. Esta acción ocurre de forma automática y está mediada por la conexión entre los nervios faciales y craneales, particularmente el nervio trigémino. Es tan automático que incluso las personas que intentan mantener los ojos abiertos durante un estornudo fallan casi siempre.
La función de este reflejo es proteger los globos oculares de las partículas expulsadas, así como evitar que la presión generada cause irritación o daño a los ojos. Además, ayuda a mantener la estabilidad de la presión ocular en un momento en el que las presiones internas del cuerpo se elevan rápidamente.
Aunque algunos mitos urbanos afirman que podrías «perder los ojos» si estornudas con los ojos abiertos, no hay evidencia de ello. Aun así, el cuerpo se asegura de que no tengas que comprobarlo: simplemente te fuerza a cerrarlos.
6. El cuerpo tiene un «freno» natural para evitar daños en el cerebro
Cuando estornudas, tu presión intracraneal puede subir momentáneamente, lo que teóricamente podría representar un riesgo para el cerebro. Sin embargo, el cuerpo cuenta con múltiples mecanismos de autorregulación que previenen daños neurológicos. Entre ellos destacan la acción del líquido cefalorraquídeo y la elasticidad de los vasos cerebrales.
Este líquido actúa como un amortiguador, redistribuyendo la presión y protegiendo al encéfalo de cualquier colisión contra las paredes del cráneo. Además, las válvulas venosas del cerebro regulan el flujo sanguíneo durante el estornudo, evitando que se acumulen presiones peligrosas.
Gracias a estos sistemas, una persona promedio puede estornudar miles de veces a lo largo de su vida sin sufrir consecuencias neurológicas. No obstante, en individuos con patologías previas como aneurismas cerebrales, la presión súbita podría representar un riesgo real.
7. Reprimir un estornudo puede causar daños severos
Aunque puede parecer de buena educación contener un estornudo en público, reprimirlo puede ser peligroso. Varios casos médicos han documentado daños internos provocados por este hábito, desde fisuras en los senos paranasales hasta lesiones en el oído interno, incluyendo ruptura del tímpano.
Cuando bloqueas la salida de aire, la presión generada durante el estornudo no desaparece, sino que busca otras vías de escape dentro del cuerpo. Esto puede resultar en pequeñas hemorragias, dolor en el pecho, y en casos más graves, en fugas de aire hacia los tejidos subcutáneos, lo que causa enfisema subcutáneo.
Por eso, los médicos recomiendan estornudar libremente, cubriéndose con el codo o un pañuelo. El cuerpo necesita liberar esa energía para protegerse de agentes irritantes. Bloquearla es como intentar contener una explosión con las manos.
8. Las personas pueden estornudar hasta 12 veces seguidas sin riesgo
Aunque puede parecer exagerado, algunas personas pueden estornudar en cadena hasta 12 veces seguidas sin sufrir ningún daño. Esto ocurre especialmente en individuos con hipersensibilidad nasal o alergias crónicas, y aunque puede ser molesto, en la mayoría de los casos no representa un riesgo para la salud.
Este fenómeno se conoce como “estornudo múltiple reflejo” y se produce cuando los nervios sensoriales de la nariz continúan detectando estímulos después del primer estornudo. Es una especie de efecto dominó que se detiene una vez que los receptores dejan de activarse.
Aun así, si estos episodios vienen acompañados de otros síntomas, como desmayos, dolor de cabeza o pérdida visual, podría tratarse de una respuesta vasovagal o una patología respiratoria subyacente. En esos casos, se recomienda acudir al especialista.
9. El estornudo ha sido usado para detectar enfermedades neurológicas
Aunque pocos lo saben, el reflejo del estornudo tiene valor diagnóstico en neurología. Enfermedades que afectan el tronco encefálico o los nervios craneales pueden alterar o incluso eliminar este reflejo, lo que sirve como pista clínica en ciertos síndromes neurológicos.
Por ejemplo, en el síndrome de Wallenberg, causado por un infarto en el bulbo raquídeo, los pacientes pueden perder la capacidad de estornudar. También ocurre en casos de esclerosis múltiple o lesiones en el nervio trigémino. Así, la ausencia del reflejo estornutatorio puede alertar al médico sobre una posible lesión estructural.
Este dato convierte al estornudo no solo en una herramienta de defensa, sino también en un signo clínico que puede salvar vidas si se interpreta correctamente.
10. Estornudar no detiene el corazón, pero sí lo altera momentáneamente
Existe un mito muy difundido que asegura que el corazón se detiene durante el estornudo. Aunque no es cierto en el sentido literal, lo que ocurre es que se produce una variación temporal del ritmo cardíaco, debido a la estimulación del nervio vago y los cambios de presión torácica.
Este fenómeno se denomina arritmia sinusal respiratoria. Es completamente benigno y ocurre también al respirar profundamente o toser. El sistema autónomo del cuerpo regula el ritmo cardíaco constantemente en respuesta a las necesidades fisiológicas, y un estornudo es una de esas situaciones.
Por tanto, aunque puede sentirse como un “salto” del corazón, no hay de qué preocuparse. A menos que existan enfermedades cardíacas preexistentes, el estornudo no representa una amenaza para el sistema cardiovascular.