Francia ha anunciado la construcción de una prisión de máxima seguridad en Saint-Laurent-du-Maroni, un lugar remoto en la Guayana Francesa, un departamento de ultramar ubicado en Sudamérica. Este proyecto, previsto para estar operativo en 2028, tendrá un costo estimado de 400 a 450 millones de euros (aproximadamente 2,5 mil millones de reales o 450 millones de dólares). La cárcel, diseñada para albergar a 500 reclusos, se enfocará en confinar a narcotraficantes y extremistas islamistas bajo un régimen estricto.
La elección de la Guayana Francesa, un territorio estratégico pero aislado, no es casual. Su ubicación, a más de 7.000 kilómetros de París, busca cortar los vínculos de los reclusos con sus redes criminales en Europa. Sin embargo, esta decisión ha reavivado memorias de un pasado doloroso, cuando la región fue utilizada como una «colonia penal» entre 1852 y 1953, un período que dejó cicatrices en la memoria colectiva de los francoguayaneses.
El contexto histórico: La Guayana Francesa como «bagne»
Entre 1852 y 1953, la Guayana Francesa fue un destino infame para los presos franceses considerados «indeseables». Durante este período, más de 70.000 reclusos fueron enviados a las colonias penales, conocidas como «bagne», un término que proviene del italiano «bagno», usado originalmente para describir prisiones otomanas en Constantinopla. Estos centros, como la célebre Isla del Diablo, no solo albergaban a criminales, sino que también forzaban a los prisioneros a realizar trabajos extenuantes en condiciones inhumanas.
La novela Papillon de Henri Charrière, llevada al cine en 1973 con Steve McQueen y Dustin Hoffman, inmortalizó la brutalidad de estas colonias. Charrière narró su experiencia como recluso condenado injustamente, enfrentándose a la selva, enfermedades y maltratos, hasta lograr escapar. Las condiciones en la Isla del Diablo eran tan duras que la mayoría de los prisioneros no sobrevivía más allá de unos pocos años, y los que lograban quedar libres rara vez podían regresar a Francia.
París justificaba estas colonias como una forma de deshacerse de convictos mientras proporcionaban mano de obra barata tras la abolición de la esclavitud. Sin embargo, historiadores coinciden en que este sistema no trajo beneficios económicos significativos a la Guayana Francesa, sino que perpetuó un modelo de explotación colonial.
Detalles del nuevo proyecto penitenciario
La nueva prisión, que estará ubicada a siete kilómetros del centro de Saint-Laurent-du-Maroni, contará con tecnología avanzada y un ala especial para reclusos considerados extremadamente peligrosos. Según el ministro Darmanin, el objetivo principal es neutralizar a los líderes del narcotráfico y a islamistas radicales, impidiendo que mantengan contacto con sus redes. El complejo también incluirá un palacio de justicia, reforzando la infraestructura judicial en la región.
La Guayana Francesa, limítrofe con Brasil y Surinam, es un punto estratégico en las rutas del narcotráfico. Hasta el 30% de la cocaína consumida en Francia pasa por esta región, con «mulas» atrapadas frecuentemente en el aeropuerto de Cayena. Este contexto explica la elección de la ubicación, pero también ha generado críticas por perpetuar el estigma de la Guayana como un lugar de destierro.
¿Por qué la oposición al proyecto?
La oposición al proyecto ha sido inmediata, tanto en la Guayana Francesa como a nivel internacional. Políticos locales, como el diputado Jean-Victor Castor, han denunciado la falta de consulta con la población y los líderes guayaneses. “Nosotros no somos la basura de Francia”, afirmó Rimane, otro político local, en una entrevista con BBC Mundo. La percepción de que Francia envía a sus presos más peligrosos a una región remota refuerza la idea de un trato colonialista.
Desde una perspectiva de derechos humanos, la criminóloga Marion Vannier ha señalado que trasladar reclusos a un lugar tan aislado podría violar el artículo 8 del Convenio Europeo de Derechos Humanos, que protege el derecho a la vida privada y familiar. El Tribunal de Justicia europeo ha dictaminado que alejar a presos de sus seres queridos sin justificación proporcionada es ilegal, lo que plantea serias dudas sobre la legalidad del proyecto.
Además, activistas locales temen que la prisión perpetúe el estigma de la Guayana Francesa como un «vertedero» de criminales, en lugar de promover su desarrollo como un territorio igualitario dentro de Francia. La región ya enfrenta desafíos sociales, como un alto índice de encarcelamiento relacionado con el narcotráfico, y la única prisión existente está sobrepoblada, con condiciones precarias.
El impacto económico: ¿Beneficio o carga?
Francia defiende que la construcción de la prisión generará empleos temporales durante su edificación, pero los críticos argumentan que los beneficios económicos serán limitados. Históricamente, las colonias penales no impulsaron el desarrollo de la Guayana Francesa, y muchos temen que este proyecto repita el mismo patrón. La inversión de 400 millones de euros podría destinarse a mejorar la infraestructura local, como hospitales o escuelas, en lugar de un centro penitenciario que refuerza la imagen de la región como un lugar de castigo.
Por otro lado, la ubicación estratégica de la prisión podría tener un impacto en la lucha contra el narcotráfico. Al estar cerca de las rutas de la cocaína procedente de países como Colombia y Perú, las autoridades francesas esperan atacar el problema en su origen. Sin embargo, esto también podría aumentar la presencia de redes criminales en la zona, generando tensiones con la población local.
Voces críticas: Un eco del pasado colonial
El anuncio de la prisión ha reabierto heridas históricas. La Guayana Francesa, que dejó de ser una colonia penal en 1942 tras décadas de críticas internacionales, aún lidia con el legado de ese período. La elección de Saint-Laurent-du-Maroni, el antiguo puerto de entrada a la Isla del Diablo, tiene una carga simbólica que muchos consideran insensible. “Trasladar a delincuentes de gran nivel a Guayana nos lleva a un pasado terrible, doloroso y lleno de sufrimiento”, afirmó un político local a BBC Mundo.
Organizaciones internacionales también han cuestionado si el aislamiento extremo de los reclusos respeta los derechos fundamentales. La experiencia de otras prisiones de máxima seguridad, como ADX Florence en Estados Unidos, descrita como “una versión limpia del infierno” por sus condiciones de aislamiento, sirve como advertencia. Los presos en estas instalaciones enfrentan restricciones severas, como una hora diaria fuera de sus celdas y contacto limitado con el exterior, lo que puede tener graves consecuencias psicológicas.
La perspectiva francesa: Seguridad vs. derechos humanos
Desde el punto de vista del gobierno francés, la prisión es una medida necesaria para combatir el crimen organizado y el terrorismo. Gérald Darmanin ha enfatizado que los narcotraficantes y extremistas representan una amenaza significativa, y su aislamiento en la Guayana Francesa garantizará que no puedan operar desde la cárcel. El ministro del Interior, Bruno Retailleau, ha defendido esta postura, afirmando que los narcotraficantes “no merecen conmiseración” por reclutar a jóvenes para actividades criminales.
Sin embargo, esta narrativa choca con las críticas de quienes ven en el proyecto un enfoque tecnocrático que ignora las implicaciones éticas. La falta de diálogo con la población local y la ausencia de un plan claro para la reinserción social de los reclusos refuerzan la percepción de que Francia prioriza la seguridad metropolitana sobre el bienestar de sus territorios de ultramar.
Comparaciones internacionales: Lecciones de otras prisiones
El caso de la Guayana Francesa no es único. En El Salvador, Nayib Bukele inauguró en 2023 el Centro de Confinamiento del Terrorismo, una megacárcel diseñada para 40.000 reclusos. Esta prisión, criticada por organizaciones como Human Rights Watch por hacinamiento y violaciones de derechos humanos, refleja un enfoque similar de aislar a criminales en instalaciones de máxima seguridad.
En Estados Unidos, Rikers Island y ADX Florence también enfrentan cuestionamientos por sus condiciones inhumanas. Rikers, aunque no es una prisión de máxima seguridad, ha sido señalada por abusos y negligencia, mientras que ADX Florence confina a sus reclusos en un aislamiento extremo. Estas experiencias internacionales sugieren que el modelo de prisiones remotas no siempre resuelve los problemas de seguridad y puede generar nuevas controversias.
El futuro de la Guayana Francesa
La construcción de esta prisión plantea preguntas sobre el futuro de la Guayana Francesa. ¿Será este proyecto un paso hacia la modernización de la región o un retorno a su rol como un lugar de destierro? Los habitantes de la Guayana exigen ser tratados como ciudadanos plenos de Francia, no como un territorio periférico para resolver los problemas de la metrópoli. La falta de consulta previa y el simbolismo de la ubicación han alimentado un sentimiento de desconfianza.
Además, el impacto ambiental de construir una prisión en la Amazonía no debe pasarse por alto. La selva amazónica es un ecosistema frágil, y cualquier intervención debe considerar las consecuencias para la biodiversidad y las comunidades indígenas locales. Aunque el proyecto aún está en fase de planificación, las autoridades francesas deberán abordar estas preocupaciones para evitar mayores tensiones.
Un debate ético y político
La nueva cárcel de máxima seguridad en la Guayana Francesa es más que un proyecto penitenciario; es un reflejo de las tensiones entre seguridad, derechos humanos y el legado colonial. Mientras Francia busca combatir el narcotráfico y el extremismo, debe enfrentar las críticas de quienes ven en esta iniciativa un eco de las colonias penales del pasado. La oposición local, las preocupaciones humanitarias y el impacto en la identidad de la Guayana Francesa serán factores clave en el desarrollo de este proyecto.
En 2028, cuando la prisión abra sus puertas, el mundo observará si Francia logra equilibrar sus objetivos de seguridad con el respeto a los derechos fundamentales y la dignidad de sus territorios de ultramar. Por ahora, el debate está lejos de resolverse, y la Guayana Francesa se encuentra una vez más en el centro de una controversia global.