Corea del Sur ha dado un paso histórico al prohibir la carne de perro para consumo humano, una medida aprobada en enero de 2024 que refleja la evolución de costumbres y el creciente rechazo social al canibalismo de canes. La industria, sin embargo, no desaparece de la noche a la mañana. Existen casi 500 000 perros en granjas de todo el país cuya función —hasta ahora— era engorde y sacrificio para restaurantes y mercados.
El gobierno dio un plazo de gracia hasta febrero de 2027 para que los criadores cierren operaciones y vendan o reubiquen a sus animales. Pero, a mitad de este período, los granjeros se enfrentan a una tormenta de obstáculos: escasez de compradores, refugios saturados, estigma social y falta de un plan claro para evitar un genocidio animal silencioso. Este artículo explora con profundidad el dilema ético, económico y logístico de uno de los mayores cambios culturales en la Corea contemporánea.
La nueva ley y el plazo de gracia
En enero de 2024, Seúl promulgó la primera prohibición nacional de venta de carne de perro. El texto legal:
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Prohíbe la cría, venta y transporte de perros destinados al consumo.
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Otorga un plazo de tres años —hasta febrero de 2027— para finalizar actividades.
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Establece multas y penas de prisión (hasta dos años) para quienes infrinjan tras el plazo.
El Ministerio de Agricultura, Alimentación y Asuntos Rurales (MAFRA) acredita la medida al cambio de valores de la sociedad y a estándares internacionales de bienestar animal.
Quiénes crían perros para consumo y su perfil
La industria canina ha alimentado a varias generaciones, especialmente en zonas rurales del Jeolla y Gyeongsang. Los criadores suelen:
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Ser mayores de 50 años, herederos de granjas de sus padres o abuelos.
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Invertir activos —tierra, establos— en este modus vivendi.
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Vender “por lotes” a compradores que operan restaurantes tradicionales o mercados locales.
Con la prohibición, este modo de vida se ve enterrado sin alternativa clara de reconversión.
El drama de los granjeros: voces del campo
El reverendo Joo Yeong-bong: de predicador a criador
El reverendo Joo, de 60 años, cría perros para el matadero cuando no predica. Desde el verano pasado, sus intentos de venta han sido infructuosos:
“No se ha asomado ni uno solo”, lamenta.
Joo, que preside la Asociación Coreana de Perros Comestibles, denuncia deudas crecientes y la falta de salvaguardas para criadores y canes.
Chan-woo: 18 meses para liquidar 600 perros
El joven Chan-woo, de 33 años (nombre protegido), aún cría 600 perros y sólo 18 meses de margen.
“Ni siquiera en mi granja podría… procesar esa cantidad en ese tiempo”.
Teme la prisión y denuncia la falta de plan de reubicación por parte de ONG y autoridades.
Medio millón de perros: ¿rescate o sacrificio?
El gran enigma: ¿qué hacer con los 500 000 perros en granjas?
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Refugios públicos y privados están colapsados.
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Adopciones nacionales son escasas: solo el 8% de surcoreanos probó carne de perro en 2023, pero menos quieren adoptar canes de granja.
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Activistas alertan que, ante la saturación, la eutanasia masiva parecería la única “solución” sin infraestructura alternativa.
Planes oficiales del MAFRA y sus limitaciones
El MAFRA anunció:
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Asignar 6 000 millones de wones (US$4,3 M) anuales a refugios.
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Subsidio de 600 000 wones (US$450) por perro si el granjero cierra antes.
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Transferencia de perros abandonados a refugios locales.
Críticas: el fondo es insuficiente, y el subsidio no cubre el coste de mantenimiento y transporte de cada can.
Los refugios desbordados y la logística de adopción
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Capacidad máxima rebasada en un 150% en Seúl y Busán.
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Tiempo de estancia: canes permanecen más de 6 meses esperando adopción, incrementando costes.
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Escaso personal y recursos, con largas listas de espera.
Abogados de ONG demandan más alianzas privadas y campañas nacionales para estimular adopciones.
Estigma y preferencias: ¿por qué pocos adoptan perros de granja?
En Corea del Sur, la preferencia va a:
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Razas pequeñas: uso en apartamentos, fáciles de cuidar.
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Perros de granjas: asociados a enfermedades, trauma y estigma cultural.
La sociedad urbana y moderna rechaza a los tosa-inu y mestizos de granja por su tamaño y antecedentes.
Normativa sobre razas “peligrosas” y barreras legales
Algunos periplos legales:
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Los tosa-inu puros y cruces están clasificados como peligrosos, requiriendo licencia especial.
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Artículo 9 de la Ley de Bienestar Animal prohíbe “razas agresivas” sin permiso, dificultando adopción.
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Burocracia para registrar al animal eleva costes y desincentiva rescates.
El choque de valores: tradición vs. bienestar animal
Para muchos activistas, la prohibición era un deber moral. Para los granjeros, un despojo de su patrimonio cultural.
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Generaciones han criado perros para mercado local.
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La vocación de pastores-religiosos (como Joo) se fusiona con la crianza canina.
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Los cambios de percepción sobre el can como comida van al compás con la modernización y globalización.
Perspectivas de activistas y ONG
Lee Sangkyung (HWAK) admite que aún falta debate sobre los perros sobrantes.
Cho Hee-kyung (Asociación de Bienestar Animal) reconoce en septiembre de 2024 que la eutanasia puede ser inevitable para “animales perdidos”.
ONG presionan por un censo transparente y protocolos claros antes de sacrificar.
Casos de éxito: rescates internacionales
En 2023, HWAK canalizó 200 perros desde Asan a Canadá y EE. UU.. El ex granjero Yang Jong-tae valoró el trato digno que recibieron los animales, aunque desaprueba la prohibición.
Estos programas muestran que la colaboración global ofrece una salida parcial al exceso de canes.
El riesgo de clandestinidad y crimen organizado
Sin alternativas:
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Algunos productores podrían operar en la sombra, evadiendo inspecciones.
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Redes criminales de tráfico de perros podrían reconstruir mercados negros.
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Estados rurales, con control débil, son terreno fértil para sacrificios ilegales.
La fiscalización y el respeto a la ley son esenciales para evitar un mercado clandestino peor que el actual.
Escenarios a futuro: extensión del plazo y soluciones híbridas
Propuestas:
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Extender el período de gracia para 2030.
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Crear granjas de transición para entrenar a criadores en otros animales o cultivos.
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Programas de reconversión laboral y subvenciones a familias rurales.
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Centros de rescate piloto con rotación y adopción internacional.
Una transición más lenta y planificada evitará colapsos socioeconómicos.
Conclusión: balance social, económico y ético
La prohibición de la carne de perro en Corea del Sur es un avance cultural y ético. Pero la urgencia de la normativa, sin un plan de rescate masivo y reinserción laboral, deja a medio millón de perros y sus criadores en una encrucijada dramática.
Claves para el éxito:
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Planificación integral: extender plazos y articular refugios.
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Colaboración público-privada: ONG, gobiernos y voluntarios.
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Reconversión de granjeros y sensibilización pública.
Solo así, la promesa de una Corea más compasiva y moderna no acabe en un epílogo trágico para hombres y animales.