En el corazón del Chaco paraguayo, a orillas del río Paraguay, se encuentra Puerto Casado, un pequeño pueblo de unos 7.000 habitantes cuya historia está marcada por una lucha de más de dos décadas. Hace 25 años, sus tierras fueron vendidas a la Asociación del Espíritu Santo para la Unificación del Cristianismo Mundial, conocida popularmente como la secta Moon, una organización religiosa de origen surcoreano. Desde entonces, los casadeños han peleado incansablemente por recuperar la propiedad de las tierras donde han vivido por generaciones. Este conflicto, que combina intereses económicos, religiosos y culturales, ha captado la atención internacional y refleja las tensiones de una comunidad que busca justicia y soberanía.
La historia de Puerto Casado: Un pueblo forjado en el trabajo
Puerto Casado, fundado en 1886 por el empresario argentino Carlos Casado de Alisal, nació como un enclave industrial centrado en la extracción de tanino del quebracho colorado, un árbol nativo del Chaco. Durante más de un siglo, la empresa Carlos Casado S.A. dominó la región, controlando no solo las tierras, sino también la vida de sus habitantes. Los casadeños vivían bajo un sistema feudal: trabajaban para la empresa, consumían en sus almacenes y habitaban en sus tierras, sin derechos de propiedad.
La empresa llegó a poseer más de 5 millones de hectáreas en el Chaco, convirtiéndose en una de las tanineras más importantes del mundo. Sin embargo, con la llegada de productos sintéticos en el siglo XX, el negocio del tanino decayó. En 1996, la fábrica cerró, y en el año 2000, la compañía decidió vender 348.561 hectáreas, incluyendo el casco urbano de Puerto Casado, a la secta Moon por 22,5 millones de dólares.
La llegada de la secta Moon: Un cambio inesperado
La Asociación del Espíritu Santo para la Unificación del Cristianismo Mundial, fundada en 1954 por el reverendo surcoreano Sun Myung Moon, se presentó como un movimiento religioso con promesas de desarrollo económico y social. En el año 2000, adquirió vastas extensiones de tierra en Puerto Casado, incluyendo el municipio y sus habitantes. La transacción, realizada sin consultar a los pobladores, generó indignación y temor. Los casadeños temían ser desalojados de sus hogares y perder todo lo que habían construido durante generaciones.
“Se anunció que se vendían no solo los terrenos, sino también todo lo plantado y clavado. Las casas, escuelas, la iglesia y las instituciones que se supone funcionan en manos del gobierno”, relata Alcides Manena, un líder comunitario nacido en Puerto Casado.
La secta Moon, que se autoproclama como un movimiento para la unificación espiritual, prometió inversiones millonarias, pero los habitantes pronto descubrieron que las promesas de desarrollo no se materializaban. En lugar de progreso, la comunidad enfrentó desempleo, pobreza y una creciente desconfianza hacia los nuevos propietarios.
La resistencia de los casadeños: Una lucha por la dignidad
Desde el año 2000, los habitantes de Puerto Casado se organizaron para reclamar sus derechos. La Comisión Protierra, formada por pobladores, lideró protestas y acciones legales para exigir la titularidad de las tierras. En 2005, realizaron una marcha histórica hasta Asunción, la capital de Paraguay, para visibilizar su causa. Esta fue la primera de varias caminatas que buscaban presionar al gobierno para intervenir en el conflicto.
“Fue una forma de protesta. Hicimos que viniera algún representante del gobierno. Fue un mensaje para que se enteraran de que en Puerto Casado hay gente que quiere ser independiente”, explica Manena.
Los casadeños no solo enfrentaron a la secta Moon, sino también a las empresas asociadas, como Victoria S.A. y Atenil S.A., que administran las tierras en nombre de la organización religiosa. Estas empresas han sido acusadas de restringir el acceso al monte, cerrar caminos con candados y hasta intentar desalojos, lo que ha generado tensiones constantes.
Las promesas incumplidas de la secta Moon
A lo largo de los años, la secta Moon y sus representantes han ofrecido donaciones de tierras para resolver el conflicto. En 2007, prometieron ceder 30.000 hectáreas al Estado paraguayo para que fueran distribuidas entre los pobladores. Sin embargo, estas tierras nunca fueron tituladas a nombre de los casadeños, y muchas de las parcelas ofrecidas eran inundables o inadecuadas para la producción.
Michelle Byun y Carmelo Caballero, abogados de la secta Moon, han afirmado estar dispuestos a donar tierras, pero aseguran que disputas legales han impedido avanzar. “No tenemos la intención de entrar en un conflicto, pero continuaremos con nuestras exigencias”, señala Laura Díaz, una profesora de Puerto Casado que ha vivido toda su vida en el pueblo.
La falta de inversión prometida ha dejado a Puerto Casado en una situación de abandono. La infraestructura básica, como escuelas y centros de salud, es precaria, y el desempleo estructural ha obligado a muchos habitantes a migrar en busca de mejores oportunidades.
Un conflicto legal complejo
El litigio por las tierras de Puerto Casado ha sido largo y complicado. En 2005, el gobierno paraguayo aprobó la expropiación de 52.000 hectáreas a favor de los pobladores, considerándolas un latifundio improductivo. Sin embargo, en 2007, la Corte Suprema revocó esta decisión, calificándola de confiscatoria.
En 2012, el Instituto Nacional de Desarrollo Rural y de la Tierra (Indert) reconoció una “colonización de hecho” de 35.000 hectáreas, pero esta resolución fue anulada posteriormente sin notificar a los pobladores. En 2021, el vicepresidente Hugo Velázquez medió en el conflicto, prometiendo una solución definitiva, pero los avances han sido mínimos.
Actualmente, la secta Moon controla unas 500.000 hectáreas en la región, lo que la convierte en uno de los mayores terratenientes de Paraguay. Las disputas legales continúan, con acusaciones de irregularidades, como la supuesta estafa de 15 millones de dólares entre la secta y la empresa Victoria Terrace, que complican aún más la resolución.
El contexto social: Desigualdad y latifundios en Paraguay
El caso de Puerto Casado no es un hecho aislado. Paraguay es uno de los países con mayor desigualdad en la distribución de la tierra en América Latina. Según un informe de Oxfam de 2016, el 85% de las tierras rurales pertenece al 2,5% de los productores, mientras que cientos de miles de campesinos carecen de títulos de propiedad.
La fiebre de la soja, conocida como el “oro verde”, ha agravado esta situación. Paraguay es el cuarto exportador mundial de soja, pero los beneficios se concentran en grandes propietarios y empresas extranjeras, dejando a las comunidades locales en la marginación.
Los casadeños: Resistencia y esperanza
A pesar de las dificultades, los habitantes de Puerto Casado no han perdido la esperanza. Su lucha se ha convertido en un símbolo de resistencia frente a fuerzas externas que buscan controlar sus tierras. “Por derecho, al gobierno le corresponde darnos tierra”, afirma Manena, reflejando el sentir de una comunidad que reclama justicia tras más de un siglo de explotación.
Organizaciones locales, como la Comisión Protierra, han formado cooperativas para gestionar las tierras ocupadas de facto, mientras continúan presionando al gobierno y al Congreso para que se reconozcan sus derechos. En 2018, presentaron un proyecto de expropiación en el Senado, pero este aún no ha sido tratado.
El impacto internacional y los precedentes
El caso de Puerto Casado ha trascendido las fronteras de Paraguay, siendo destacado por medios internacionales como la BBC y La Nación. Expertos señalan que este tipo de conflictos no es exclusivo de Paraguay. En América Latina, hay precedentes de grupos religiosos o corporativos extranjeros que adquieren grandes extensiones de tierra, generando tensiones con las comunidades locales.
La longevidad del conflicto en Puerto Casado, que lleva 25 años sin resolverse, lo convierte en un caso emblemático. La comunidad ha logrado mantener su lucha viva a pesar de las trabas legales, la presión judicial y el abandono institucional. Su resistencia es un recordatorio de la importancia de la soberanía territorial y el derecho a la tierra.
¿Hacia una solución definitiva?
En los últimos años, se han realizado varios intentos para resolver el conflicto. En 2022, un fallo judicial favoreció a las empresas asociadas a la secta Moon, pero abrió la posibilidad de formalizar la donación de 30.000 hectáreas a los casadeños. Sin embargo, la falta de acción por parte de la municipalidad y el Indert ha retrasado el proceso de titulación.
El gobierno paraguayo, junto con los representantes de la secta Moon, asegura estar buscando una solución. Sin embargo, los casadeños exigen acciones concretas. “Aquí vivimos con miedo a perderlo todo. No queremos ser desplazados otra vez”, resume un líder comunitario.
Conclusión: Una lucha que no termina
Puerto Casado es más que un pueblo en el Chaco paraguayo; es un símbolo de resistencia y dignidad. Durante 25 años, sus habitantes han enfrentado a una poderosa organización religiosa, sorteando promesas incumplidas, trabas legales y abandono institucional. Su lucha refleja los desafíos más amplios de Paraguay en materia de distribución de la tierra y justicia social.
Mientras el conflicto persiste, los casadeños continúan organizándose, marchando y exigiendo lo que consideran suyo por derecho. Su historia es un recordatorio de que la tierra no es solo un recurso, sino un hogar, una identidad y un legado que merece ser protegido.