Cada noche, tras acostar a su pequeño Zack en la unidad pediátrica de un hospital de San Luis, Misuri, Kim Visintine se dirigía a la biblioteca de la institución y leía sin descansar hasta el amanecer. Quería entender por qué su bebé de apenas una semana había desarrollado un tumor cerebral tan extraño: un glioblastoma multiforme, tumor casi exclusivo de adultos mayores. Tras años de quimioterapia y cuidados extremos, Zack falleció con solo seis años. Aquella tragedia familiar, sin embargo, despertó en Kim la sospecha de que no era un caso aislado. En su natal Coldwater Creek, decenas de vecinos viven la pesadilla de enfermedades inusuales: en su calle, al menos 15 personas han muerto de cánceres raros.
Esa comunidad, que crio obreros y científicos durante la Segunda Guerra Mundial, fue sede de una refinería de uranio esencial para el Proyecto Manhattan —el programa secreto que creó la primera bomba atómica—. Vertidos de desechos radioactivos en el arroyo local y la inacción de las autoridades parecen haber dejado una herencia de contaminación y enfermedad. A pesar de décadas de reclamos, el programa federal de compensación por exposición a la radiación (RECA) expiró en 2024 sin cubrir San Luis. Mientras la limpieza de Coldwater Creek no concluye hasta 2038, las familias piden reparación, vigilancia sanitaria y justicia.
El legado del Proyecto Manhattan en San Luis
La refinería de uranio y sus residuos
Durante la Segunda Guerra Mundial, San Luis se convirtió en un eje estratégico del Proyecto Manhattan. En la planta de Mallinckrodt Chemical Works, se procesó y refinó el uranio que luego se empleó en las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Tras años de producción, grandes volúmenes de desechos químicos y lodos radioactivos se vertieron sin protección en las orillas de Coldwater Creek.
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1942–1957: Operación de la refinería.
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Vertidos sin contención: residuos desechados directamente en el lecho y riberas.
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Falta de coberturas: ausencia de barreras físicas permitió filtración al suelo y al acuífero.
Décadas después, se reconoció un riesgo elevado para quienes jugaban o vivían cerca de la corriente, pero los estudios federales minimizan el impacto individual: “Los aumentos en casos de cáncer son pequeños y no hay manera de atribuir un cáncer concreto a esta exposición”, rezaba un informe de 2010.
Reconocimiento y limpieza
En la década de 1990, la Agencia de Protección Ambiental (EPA) identificó Coldwater Creek como sitio Superfund —zonas priorizadas para descontaminación— y el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de EE. UU. asumió la limpieza.
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Fases de remediación: retiro de sedimentos, cobertura de orillas, monitoreo del agua.
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Plan hasta 2038: proyección de costos cerca de US$1.500 millones.
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Participación comunitaria: audiencias públicas, comités de vecinos, grupos de vigilancia.
A pesar de los avances, la demora en la descontaminación y la falta de información clara mantienen a la comunidad en estado de alerta y desconfianza.
El drama de Kim Visintine y su hijo Zack
El diagnóstico devastador
Zack nació en 2015 sin signos de alarma. A la semana, sin embargo, presentó convulsiones y problemas de alimentación. Los estudios revelaron un glioblastoma multiforme, muy raro en niños, típico de mayores de 45 años.
“Los médicos estaban impactados —recuerda Kim—. Mientras otros padres aprendían a cambiar pañales, yo aprendía a manejar puertos de quimioterapia”.
El glioblastoma, de pronóstico casi siempre fatal, creció con rapidez. Después de seis años de tratamientos, Zack murió en 2021.
De la tragedia individual a la sospecha colectiva
Tras el funeral, Kim observó en redes sociales múltiples historias de vecinos con cánceres inusuales. Conversaciones de chat y encuentros en cafés confirmaron su peor miedo: el patrón de tumores raros no era coincidencia. En Coldwater Creek:
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Niños con tumores cerebrales
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Adolescentes con leucemias agresivas
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Adultos jóvenes con cáncer de ovario temprano
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Vecinos con enfermedades autoinmunes extrañas
Esta evidencia anecdótica impulsó a Kim a fundar Just Moms STL, un grupo que documenta casos y exige estudios epidemiológicos.
“15 personas de mi calle han muerto de cánceres raros”
La voz de Karen Nickel resuena entre quienes crecieron junto al arroyo. De niña, jugaba con sus amigos en las riberas, recogía bayas y jugaba béisbol. Hoy, revisa su anuario escolar y ve que 15 compañeros han fallecido de canceres poco frecuentes.
“Parecía la América suburbana de cuento, con jardines y niños jugando hasta la noche —relata—. Ahora, cada casa está marcada por un diagnóstico o un funeral”.
Historias similares brotan en cada cuadra: la hermana de Karen, diagnosticada con quistes en los ovarios a los 11 años; la vecina de 9 años con el mismo problema; la nieta de 6 años con un tumor ovárico. Cada relato alimenta el temor de que:
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Los vertidos radiactivos causaron mutaciones celulares.
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Las enfermedades autoinmunes pueden estar vinculadas a contaminantes persistentes.
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Hay un efecto clúster que las autoridades ignoran o minimizan.
Estudios científicos y datos epidemiológicos
Investigación del Instituto Nacional del Cáncer (2020)
Un análisis publicado en 2020 por el National Cancer Institute comparó tasas de cáncer en zonas cercanas a instalaciones del Proyecto Manhattan y áreas control. Concluyó que “cientos de casos adicionales de ciertos cánceres no habrían ocurrido sin la exposición a la radiación”.
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Cánceres asociados: leucemia, linfoma, tumores cerebrales, cáncer de tiroides.
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Riesgo relativo: aumento entre 1,2 y 1,8 veces según la proximidad al sitio.
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Limitaciones: falta de datos individuales, variaciones de estilo de vida, pequeños tamaños muestrales.
Opiniones de expertos médicos
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Dr. Gautam Agarwal (oncólogo, Mercy Hospital): no ha observado un “factor estadístico” concluyente, pero ve suficientes casos sospechosos para recomendar cribados tempranos a residentes cercanos.
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Prof. Roger Lewis (Salud Ambiental, Universidad de San Luis): reconoce un “riesgo pequeño” pero significativo de exposición. Recomienda transparencia gubernamental para reducir temores.
El balance científico insiste en un riesgo moderado pero real, y enfatiza la necesidad de estudios longitudinales y monitoreo continuo.
El fin de la Ley RECA y la lucha por la compensación
Origen y alcance de la Ley de Compensación por Exposición a la Radiación (RECA)
Aprobada en 1990, la RECA compensó a ciudadanos que vivieron cerca de pruebas nucleares o instalaciones radiactivas. Entre 1992 y 2024:
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US$2.600 millones distribuidos
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41.000 beneficiarios en Arizona, Nevada y Utah
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Enfermedades cubiertas: cánceres, tiroides, leucemia, enfermedades de la retina y otros
Sin embargo, los “downwinders” de Nuevo México y San Luis quedaron fuera. El programa expiró el 7 de diciembre de 2024, sin una extensión.
Proyectos de ley y presión política
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Senador Josh Hawley (Misuri) impulsó incluir San Luis en la próxima enmienda.
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Just Moms STL y grupos afines presionan al Congreso para reabrir RECA o crear un programa específico.
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Propuesta en la Cámara de Representantes: ampliar compensaciones, cubrir enfermedades autoinmunes y cribados de salud pública.
La urgencia radica en no dejar a miles sin ayuda económica ni acceso a pruebas médicas.
Limpieza de Coldwater Creek: avances y desafíos
Responsabilidades de EPA y el Ejército
El Superfund designó a la EPA y al Cuerpo de Ingenieros como responsables de la descontaminación, con planes de:
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Excavación de sedimentos contaminados
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Cobertura de márgenes con arcilla impermeable
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Monitoreo anual de agua y suelo
Estado actual y proyección
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Fase final de estudios: evaluación de residuos enterrados.
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Fecha estimada de finalización: 2038.
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Presupuesto recurrente: revisiones anuales, actualmente US$150 millones al año.
La lentitud del proyecto y la falta de comunicación efectiva generan desconfianza y ansiedad en vecinos.
Salud pública y recomendaciones a la comunidad
Pruebas de detección temprana
El Dr. Agarwal defiende implementar paneles de screening para cáncer de colon, mama, próstata y tiroides en zonas de alto riesgo.
Consejos a residentes
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Vivir lo más lejos posible de la ribera contaminada.
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Evitar el uso de agua de pozos no verificada.
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Participar en audiencias públicas y solicitar datos de monitoreo.
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Exigir cobertura de seguros y acceso a especialistas oncológicos.
Impacto social y psicológico
Vivir con el miedo constante al “próximo diagnóstico” afecta:
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Salud mental: ansiedad, depresión, sensación de fatalidad.
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Cohesión comunitaria: si bien une en la protesta, genera desconfianza hacia autoridades.
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Economía local: caída del valor de inmuebles, aumento de gastos médicos.
Grupos de apoyo como Just Moms STL ofrecen acompañamiento psicoemocional y ayudan en la documentación de casos.
El debate sobre responsabilidad y justicia
Argumentos de la comunidad
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“Negligencia histórica”: vertidos sin contención, falta de advertencias
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“Desinformación”: estudios federales minimizan riesgos
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“Derecho a la reparación”: compensaciones, acceso a tratamientos, limpieza acelerada
Posición gubernamental
La EPA afirma que “trabaja activamente con socios” y ha reducido la exposición por debajo de umbrales de alarma. El Cuerpo de Ingenieros recalca la complejidad técnica y el compromiso a largo plazo.
Conclusión: hacia una comunidad informada y protegida
La historia de Coldwater Creek —de infancia idílica a pesadilla sanitaria— ilustra el costo humano de la era nuclear. Para Kim, Karen y miles de vecinos, no basta con estudios minimalistas: necesitan justicia, compensación y un plan de salud pública sólido. Mientras la limpieza se alarga hasta 2038, la victoria de esta lucha descansará en la presión comunitaria y el éxito de nuevos marcos legislativos.