El mundo del arte se ha visto sacudido por la reciente resolución de un misterio de más de 70 años: el robo de un boceto al óleo original de Anthony van Dyck de una casa señorial en Northamptonshire. Gracias a la minuciosa investigación de la historiadora del arte Meredith Hale, esta pieza invaluable ha sido devuelta a sus legítimos propietarios, cerrando así un capítulo de incertidumbre en la historia del arte.
El origen del boceto y su desaparición
El retrato de Wolfgang Wilhelm de Pfalz-Neuburg es parte de un conjunto de 37 bocetos al óleo creados por Van Dyck en el siglo XVII. Estas piezas formaban parte del innovador, aunque inacabado, proyecto Iconografía de Van Dyck, el cual contenía retratos de príncipes, eruditos, líderes militares y artistas prominentes de la época. Desde 1682, el boceto había permanecido en la colección privada de Boughton House, residencia del duque de Buccleuch y Queensberry.
Sin embargo, en 1951, el cuadro desapareció misteriosamente. No fue hasta seis años después que Mary Montagu Douglas Scott, duquesa de Buccleuch y Queensberry, lo descubrió expuesto en una galería de la Universidad de Harvard, lo que despertó sospechas sobre su procedencia y la forma en que llegó hasta allí.
La investigación y el sorprendente hallazgo
La Dra. Meredith Hale dedicó años de investigación revisando correspondencias y archivos en el Reino Unido, Estados Unidos y Canadá. Su trabajo reconstruyó los movimientos de la obra robada a lo largo de tres generaciones, desde que fue sustraída hasta que terminó en el Museo de Arte de la Universidad de Toronto.
Su investigación reveló que el responsable del robo fue Leonard Gerald Gwynne Ramsey, un prominente editor de la revista The Connoisseur y miembro de la Sociedad de Anticuarios. Ramsey visitó Boughton House en julio de 1951 junto con un fotógrafo para documentar una serie de artículos. En ese momento, el boceto se encontraba cerca de la puerta de un pequeño almacén, lo que lo convertía en un blanco fácil.
Tras el robo, Ramsey vendió el cuadro en Christie’s de Londres en abril de 1954 por la suma de 189 libras. Para asegurar su autenticidad, obtuvo un certificado del historiador de arte Ludwig Goldscheider. Posteriormente, la obra fue adquirida por un comerciante de arte de Nueva York y luego por otro en 1955, quien la limpió y cubrió. Finalmente, llegó a manos de la coleccionista privada Dra. Lillian Malcove, quien la compró por 2700 dólares y la donó al Museo de Arte Fogg de la Universidad de Harvard.
Las sospechas y el regreso del cuadro
El descubrimiento del boceto por parte de la duquesa de Buccleuch desató una serie de investigaciones por parte del director del museo, el profesor John Coolidge. En su correspondencia con Ramsey, este último intentó desviar las sospechas asegurando que había adquirido la pintura en un mercado de Hemel Hempstead. Incluso llegó a poner en duda la autenticidad de la obra, lo que fue contradicho por Goldscheider.
Ante la creciente evidencia, el museo decidió devolver la pintura a Malcove en 1960. Tras su fallecimiento en 1981, la obra pasó a la Universidad de Toronto. Fue allí donde la Dra. Hale logró rastrear su procedencia y confirmar que, efectivamente, se trataba de la pintura robada de Boughton House. Como resultado, el Comité Ejecutivo de la Universidad de Toronto votó a favor de desheredar el cuadro y devolverlo a la colección del Duque de Buccleuch, 73 años después de su desaparición.
Implicaciones y lecciones del caso
Este caso pone en evidencia los riesgos y desafíos en la protección del patrimonio artístico mundial. La confianza depositada en expertos como Ramsey, quien abusó de su posición para perpetrar el robo, subraya la necesidad de regulaciones más estrictas en la gestión y autenticación de obras de arte.
Además, la desaparición de esta pieza no solo significó una pérdida material, sino también la fragmentación de un conjunto histórico. Como lo destacó la Dra. Hale, sin este boceto, la colección Iconografía de Van Dyck quedaba incompleta, como un rompecabezas con una pieza central faltante. Su restitución ha permitido restaurar la integridad del conjunto y reivindicar el legado de Van Dyck.
Este fascinante episodio demuestra que, a pesar del tiempo transcurrido, la búsqueda de la verdad y la justicia en el mundo del arte sigue siendo un imperativo. La labor de investigadores y expertos en la materia continúa siendo fundamental para preservar la historia y proteger las obras que forman parte del patrimonio cultural de la humanidad.