Durante generaciones, las aguas poco profundas frente al Parque Nacional Cahuita, en la costa sur del Caribe costarricense, fueron escenario de leyendas locales. Pescadores y buzos hablaban de piratas, tesoros hundidos y enfrentamientos en altamar. Lo que jamás imaginaron es que, ocultos entre corales y sedimentos, yacían los restos de dos navíos esclavistas daneses del siglo XVIII, cargados con cientos de personas africanas esclavizadas.
Este descubrimiento arqueológico no solo sacude los cimientos de la historia oficial de Costa Rica, sino que también devuelve la voz a una comunidad afrodescendiente cuyo pasado fue enterrado —literalmente— en el fondo del mar.
El mito del tesoro pirata y los ladrillos amarillos
La historia comenzó a cambiar en 2015, cuando arqueólogos marinos que exploraban el área detectaron unos ladrillos inusuales en uno de los restos navales. No se trataba de simples escombros: eran ladrillos amarillos provenientes de Flensburgo, una ciudad alemana que en el siglo XVIII formaba parte del reino danés y producía materiales exclusivamente para sus colonias. Este indicio encendió las alarmas entre los expertos.
Durante décadas, la narrativa popular había sostenido que los restos pertenecían a barcos corsarios. Incluso algunos pescadores locales creían que las embarcaciones se habían hundido tras una pelea entre piratas. Pero los ladrillos y otros objetos, como pipas de arcilla neerlandesas y madera carbonizada, contaban una historia muy distinta y mucho más perturbadora.
Dos barcos, una tragedia: Fridericus Quartus y Christianus Quintus
Una extensa investigación, liderada por el Museo Nacional de Dinamarca junto a arqueólogos costarricenses y marinos internacionales, confirmó en 2023 lo impensable: los restos pertenecen a los barcos daneses Fridericus Quartus y Christianus Quintus. Ambos habían zarpado de Copenhague en 1708, rumbo a las Antillas danesas, tras hacer escala en Ghana para cargar a más de 800 personas africanas destinadas a la esclavitud.
Pero el viaje no salió como estaba previsto. Una serie de errores de navegación, condiciones climáticas adversas, conflictos a bordo y finalmente un motín, desembocaron en una tragedia marítima frente a las costas caribeñas de Costa Rica. El Fridericus Quartus fue incendiado, tal vez como resultado de una rebelión. El Christianus Quintus perdió su ancla y fue arrastrado por las olas hasta encallar cerca de Cahuita.
Evidencia científica irrefutable
La madera hallada en los naufragios fue sometida a análisis dendrocronológicos. Se determinó que provenía de robles del mar Báltico, talados entre 1690 y 1695, coincidiendo con la construcción naval danesa de la época. Las pipas de arcilla y los ladrillos flensburguenses coincidían en forma, tamaño y origen con los utilizados por Dinamarca en sus colonias caribeñas.
Los arqueólogos también hallaron hollín en los tablones de los navíos, una prueba del incendio que sufrió el Fridericus Quartus. Toda esta evidencia encajaba con los registros históricos daneses, que documentaban la desaparición de estos barcos en 1710, pero sin precisar su ubicación exacta.
De la esclavitud a la identidad: los náufragos que fundaron una comunidad
Según las estimaciones de los investigadores, los barcos transportaban aproximadamente 800 personas esclavizadas. Tras el naufragio y la confusión, unas 100 fueron capturadas por colonos locales en Matina y obligadas a trabajar en plantaciones de cacao. El resto, unas 650 personas, se dispersaron por la región, asentándose en la zona costera de Limón.
Este episodio, hasta ahora ignorado por la historia oficial costarricense, revela que la presencia afrodescendiente en el país no comenzó en el siglo XIX —como tradicionalmente se ha enseñado— sino al menos 100 años antes, producto directo del sistema esclavista europeo.
La comunidad redescubre su pasado
Uno de los aspectos más conmovedores del hallazgo ha sido el impacto directo sobre las comunidades actuales. Familias enteras han comenzado a rastrear su linaje gracias a los nuevos estudios. En el caso de Celia Ortiz, una mujer de Cartago, los archivos genealógicos confirmaron que su madre, de 103 años, desciende de un hombre africano llamado Miguel Maroto, sobreviviente del naufragio.
Este redescubrimiento ha generado un renovado sentido de pertenencia entre los afrodescendientes costarricenses. Jóvenes buceadores y organizaciones comunitarias como Embajadores del Mar han sido protagonistas en la protección del sitio arqueológico y la difusión del conocimiento histórico que por tanto tiempo les fue negado.
Arqueología como acto de justicia
Los arqueólogos David Gregory y Andreas Kallmeyer Bloch, del Museo Nacional de Dinamarca, lideraron las excavaciones subacuáticas. Para ellos, este proyecto no fue solo un trabajo científico, sino una misión ética. Bloch incluso afirmó que estuvo a punto de abandonar por lo complejo del proceso, pero que este fue el “proyecto arqueológico más importante” de su vida.
“Este hallazgo no solo es relevante para Dinamarca, sino también para la población local de Costa Rica, porque les devuelve una parte de su historia e identidad”, declaró Bloch. El sitio fue además incluido en la serie documental Enslaved, presentada por Samuel L. Jackson, lo que ayudó a amplificar su importancia internacional.
Dinamarca y su papel en el comercio esclavista
Aunque menos mencionada que otras potencias europeas, Dinamarca tuvo un rol activo en el comercio transatlántico de esclavos. Mantuvo colonias en el Caribe —como las Islas Vírgenes— donde la economía dependía del trabajo forzado de africanos. Los barcos Fridericus Quartus y Christianus Quintus formaban parte de esa maquinaria de explotación.
El hallazgo de estos navíos en Costa Rica reabre el debate sobre la memoria histórica en Dinamarca. El país ha comenzado a enfrentar su pasado colonial, y proyectos como el liderado por el centro Njord del Museo Nacional son parte de una nueva ola de reflexión crítica en torno a su rol en la trata de personas.
El Caribe costarricense: una historia negada
El descubrimiento de los barcos esclavistas en Cahuita obliga a revisar las narrativas nacionales sobre la población afrodescendiente. Durante años, la historia oficial situaba el inicio de esta presencia en las migraciones jamaiquinas del siglo XIX, ignorando episodios anteriores.
Este vacío histórico ha tenido consecuencias profundas: invisibilización cultural, exclusión social y negación de derechos. Pero ahora, con la fuerza de la ciencia y la memoria, la historia comienza a corregirse.
De naufragio a patrimonio: ¿qué sigue ahora?
El reto actual es preservar el sitio arqueológico y seguir investigando. Organizaciones locales piden que el área se declare Patrimonio Histórico Subacuático, con apoyo tanto del Estado costarricense como de organismos internacionales como la UNESCO.
Además, se busca incorporar este hallazgo al currículo educativo nacional para que las futuras generaciones conozcan la historia afrodescendiente desde una perspectiva más amplia, honesta y fundamentada.
Una memoria rescatada desde el fondo del mar
La historia no siempre está escrita en libros. A veces está enterrada en las profundidades, esperando ser escuchada. En las aguas cristalinas del Caribe costarricense, los restos de dos navíos esclavistas daneses nos han devuelto una parte fundamental de nuestra memoria colectiva.