El siglo XVII marcó un punto de inflexión en la historia del pensamiento humano. Con el avance del escepticismo filosófico, impulsado por figuras como Francis Bacon y René Descartes, el debate pasó de preguntarse «¿cuál es la verdad?» a cuestionar «¿de qué puedo estar seguro?». Este cambio de paradigma sentó las bases de lo que hoy conocemos como el método científico.
En este contexto, un grupo de intelectuales ingleses fundó lo que llamaron el «Colegio Invisible», un círculo de estudiosos dedicado a investigar los misterios de la naturaleza sin aceptar dogmas preestablecidos. De esta iniciativa nacería en 1660 la Royal Society, la academia científica más antigua del mundo, con un lema claro: Nullius in verba, que puede traducirse como «No creas meras palabras» o «No tomes la palabra de nadie».
La Royal Society: El epicentro de la investigación científica
Desde su fundación, la Royal Society se convirtió en una plataforma internacional para la investigación práctica y filosófica del mundo físico. Ha contado con más de 8.000 miembros en sus 365 años de historia, incluyendo figuras como Isaac Newton, Albert Einstein, Charles Darwin, Dorothy Hodgkin, Alan Turing y Stephen Hawking.
Uno de sus logros más importantes fue la creación, en 1665, de la primera revista científica del mundo, Philosophical Transactions, que permitió la difusión y validación de nuevos conocimientos mediante el intercambio de ideas y experimentos.
Experimentos para desafiar creencias
Uno de los pilares de la Royal Society fue la experimentación para poner a prueba las creencias establecidas. Desde los primeros años, los miembros de la institución realizaron pruebas que desafiaron mitos antiguos.
El mito del cuerno de unicornio y las arañas
En el siglo XVII, se creía que el polvo de cuerno de unicornio podía repeler arañas, una creencia extendida desde la Edad Media. Para comprobarlo, en 1661 los miembros de la Royal Society colocaron una araña dentro de un círculo de polvo de cuerno de unicornio. Lejos de quedar atrapada, la araña cruzó el polvo sin problema alguno. Tras repetir el experimento varias veces con los mismos resultados, la creencia en las propiedades mágicas del cuerno de unicornio comenzó a desvanecerse.
El descubrimiento de los «animálculos»
En 1674, el científico neerlandés Anton van Leeuwenhoek, bajo solicitud de la Royal Society, utilizó su microscopio para examinar diversas secreciones humanas, incluyendo saliva, sudor y semen. Lo que descubrió cambió para siempre la comprensión de la reproducción: pequeñas criaturas en movimiento a las que denominó «animálculos», los primeros espermatozoides observados. Este hallazgo marcó el inicio de la embriología moderna, aunque la comunidad científica tardó 180 años en llegar a un consenso sobre la reproducción humana.
La curiosa incorporación de dragones en la literatura científica
A principios del siglo XVIII, el médico y naturalista suizo Johan Jakob Schweitzer publicó Itinera Alpina, una guía detallada sobre los Alpes suizos. En su primera edición, avalada por la Royal Society y revisada por Isaac Newton, el libro contenía descripciones rigurosamente científicas de la geografía y la fauna de la región.
Sin embargo, en una edición posterior no respaldada por la Royal Society, se incluyeron ilustraciones de dragones entre la fauna alpina. Se cree que esto pudo haber sido un intento de hacer la obra más atractiva para los lectores de la época. Esta incorporación refleja el desafío que enfrentaban los primeros científicos al tratar de separar la realidad de la mitología en una era donde la explicación científica aún coexistía con relatos fantásticos.
El escepticismo como base del conocimiento
El trabajo de la Royal Society en sus primeros siglos ayudó a establecer un principio fundamental en la ciencia moderna: la necesidad de experimentar y verificar los conocimientos. Un ejemplo clave de este escepticismo científico fue la investigación sobre la generación espontánea de la vida.
En la época, existía la creencia de que era posible crear nuevas criaturas a partir de materia en descomposición. Para poner a prueba esta idea, la Royal Society llevó a cabo experimentos en los que se trituraban víboras y se sellaban en botellas para ver si se generaban nuevas serpientes. Durante meses revisaron las botellas sin observar ningún signo de vida, lo que les llevó a descartar la teoría de la generación espontánea.
Legado de la Royal Society
La Royal Society sentó las bases para el desarrollo del pensamiento científico y el escepticismo racional. Su lema Nullius in verba sigue vigente hoy en día como un recordatorio de que el conocimiento debe basarse en evidencia y no en la autoridad de la palabra.
A lo largo de los siglos, la institución ha evolucionado, pero su misión de promover la investigación y el conocimiento científico sigue siendo fundamental. Desde la experimentación con arañas y cuernos de unicornio hasta la publicación de teorías revolucionarias, la Royal Society ha desempeñado un papel clave en la transformación del mundo moderno.
La historia de la Royal Society es un testimonio de la importancia del escepticismo y la experimentación en la ciencia. Muchas de las ideas que hoy consideramos absurdas fueron puestas a prueba precisamente porque la ciencia requiere comprobar cada afirmación, por inverosímil que parezca. Gracias a este enfoque, hoy podemos distinguir la realidad de la ficción y avanzar hacia una comprensión más profunda del mundo que nos rodea.