A mediados del siglo VI a.C., un líder emergió de las montañas de Persis, una tribu poco conocida en la meseta iraní. En solo una generación, Ciro el Grande forjó el Imperio aqueménida, que llegó a controlar más del 44% de la población mundial de entonces y se extendió desde los Balcanes y Egipto hasta el valle del Indo. Durante más de dos siglos, los persas mantuvieron una hegemonía sin precedentes en escala, organización y recursos, convirtiéndose en la primera superpotencia de la historia. Sin embargo, su invencibilidad se desvaneció cuando un joven macedonio, Alejandro Magno, emprendió una campaña que derribó el vasto Imperio persa en menos de una década.
Este artículo detalla el ascenso, la consolidación, la cultura y la caída del Imperio persa, explicando cómo sus fundadores y sucesores irrumpieron en la historia antigua y construyeron una estructura administrativa y monumental que aún nos asombra.
Del monte Persis al dominio global
Originarios de la región montañosa de Persis (hoy Fars, en el suroeste de Irán), los persas vivían bajo dominio medo hasta que Ciro II (conocido como Ciro el Grande) se rebeló contra su cuñado, el rey medo Astyages, alrededor del año 550 a.C. La victoria de Ciro marcó el nacimiento del Imperio persa, que absorbió rápidamente Media y expandió su influencia sobre Mesopotamia, Asia Menor y Elam.
Ciro el Grande: fundador y conquistador
La victoria sobre los medos
En 559 a.C., Ciro ascendió al trono persa y, en 550, derrocó a los medos en Ecbatana. Esta primera hazaña estableció su autoridad y le permitió encaminar fuerzas hacia Lidia y Babilonia, reinos ricos y estratégicos.
La caída de Lidia y Sardis
La conquista de Lidia (547 a.C.) y la captura de su capital, Sardis, asombraron al mundo antiguo. El rey Creso, célebre por su riqueza, murió ante Ciro. La victoria abrió el acceso a las ciudades jónicas de la costa del Egeo y consolidó el control persa sobre Asia Menor.
La conquista de Babilonia y el Cilindro de Ciro
El gran golpe llegó en 539 a.C., con la toma de Babilonia. Para legitimar su reinado, Ciro ordenó la redacción del Cilindro de Ciro, enterrado en los cimientos de la muralla de la ciudad. En él se proclama:
“Soy Ciro, rey del mundo… Mi vasto ejército marchó a Babilonia en paz… Procuré el bienestar de Babilonia y todos sus lugares sagrados… Todo el pueblo de Babilonia bendijo mi reinado”.
Este texto, reproducido en púbico, enfatizaba su tolerancia religiosa, la restitución de cultos y el regreso de deportados—primera forma de propaganda política y precursor de los derechos humanos antiguos.
El legado de Ciro: propaganda y tolerancia
El Cilindro influyó en la imagen histórica de Ciro como gobernante magnánimo. Autores griegos como Jenofonte lo destacaron en la Ciropedia, y la Biblia lo elogia por permitir el regreso de los judíos a Jerusalén. Sin embargo, la tolerancia se enmarcaba en un contexto politeísta donde los conquistadores no podían ignorar a los dioses locales.
Darío I: el gran organizador
Aunque Ciro sentó los cimientos, Darío I (522–486 a.C.) llevó el Imperio persa a su apogeo.
Reformas administrativas y satrapías
Darío dividió el imperio en 20 satrapías, cada una gobernada por un sátrapa responsable de la recaudación de tributos y la seguridad. Este sistema descentralizado mantuvo la paz y permitió un control efectivo de vastos territorios.
Monedas, peso y medidas
Introdujo el darico de oro y el siglo de plata, estandarizando la economía. También normó pesos y medidas, facilitando el comercio desde Egipto hasta el Indo.
Infraestructuras y la red de caminos reales
Para unir el imperio, Darío construyó la Gran Ruta Real, una carretera de 2 700 km con estaciones de relevo cada jornada de 25–30 km. Este sistema postal, descrito por Heródoto, permitía a mensajeros cubrir 250 km en un día.
Persépolis: joya arquitectónica
En 521 a.C., fundó Persépolis como capital ceremonial. Sus terrazas con columnas de 20 m, relieves de delegaciones tributarias y la Puerta de Todas las Naciones reflejan el sincretismo cultural aqueménida, mezclando motivos asirios, babilónicos y elamitas.
La cultura y sociedad aqueménida
Religión e iconografía
El zoroastrismo, aunque importante, convivía con cultos locales. El arte mostraba lamassus (hombres-toro alados) y escenas de cortejo real, reflejando la pluralidad cultural.
Derechos y vida cotidiana
Tablillas administrativas de Persépolis detallan salarios, distribución de víveres y alojamientos de trabajadores foráneos, señalando una sociedad donde oficios especializados eran recompensados.
Conflictos con Grecia: Maratón y Salamina
Darío lanzó su primera invasión a Grecia en 490 a.C., pero fue derrotado en la batalla de Maratón. La campaña de 480 a.C. de Jerjes se estrelló en Salamina, Platea y Micale, frustrando la anexión helénica.
Jerjes: heredero y fracasos en Grecia
Tras heredar el trono, Jerjes reprimió revueltas internas y reconstruyó infraestructuras, pero Grecia resistió. Desistió de nuevas invasiones tras las derrotas navales y terrestres, dejando la supremacía persa intacta en Oriente.
El ascenso de Alejandro Magno
En 336 a.C., Alejandro III de Macedonia sucedió a Filipo II. Formado por Aristóteles y decidido a vengar a Grecia del imperio persa, reunió un ejército profesional y cruzó el Helesponto en 334.
La campaña de Alejandro y la caída de Persia
Batalla de Issos y Gaugamela
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Issos (333 a.C.): derrota a Darío III, asegura Siria y Fenicia.
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Gaugamela (331 a.C.): victoria decisiva que abre el camino a Babilonia y Persépolis.
Saqueo e incendio de Persépolis
Alejandro saquea Persépolis, llevándose 200 carros de metales preciosos, y ordena incendiarla, acto de venganza por el saqueo de Atenas e intento de borrar el legado persa.
La destrucción deliberada: razones y efectos
Según Al‑Biruni y Heródoto, Alejandro quemó la ciudad:
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Venganza contra Jerjes.
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Símbolo de fin del antiguo régimen persa.
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Borrado de la memoria imperial.
El daño cultural duró siglos; Persépolis quedó oculta bajo ruinas y mitología.
La memoria perdida y recuperada
La épica persa se transmitió en el Shāhnāmé de Ferdousí (siglo X), mezclada con mitos. En Occidente, los griegos y romanos narraban la historia desde su perspectiva.
En 1924, Ernst Herzfeld y arqueólogos iraníes redescubrieron Persépolis, desentrañando la grandeza aqueménida.
Conclusión: la huella eterna del Imperio persa
El Imperio persa, forjado por Ciro el Grande y organizado por Darío I, sentó las bases de la administración moderna, la tolerancia religiosa y la arquitectura monumental. Durante más de dos siglos, dominó Medio Oriente y Asia, solo cediendo ante Alejandro Magno. Su legado administra rutas globales, derechos humanos incipientes y maravillas arqueológicas que aún nos asombran. La historia del Imperio persa no es solo una crónica de conquistas, sino la primera superpotencia que cambió para siempre el rostro del mundo antiguo.