Desde 1977 hasta 1999, Pinin Brambilla Barcilon dedicó dos décadas y más a devolver al mundo una de las obras maestras más emblemáticas y a la vez más frágiles de Leonardo da Vinci: La última cena, el gigantesco mural que decora el refectorio del convento de Santa Maria delle Grazie en Milán. En ese tiempo, esta conservadora italiana enfrentó el reto de rescatar una pintura prácticamente irreconocible —cubierta por cinco o seis capas de yeso y repintes— y corrigió el “gran error” que había condenado la obra al deterioro casi irreversible: la elección de Leonardo de pintar sobre muro seco en lugar de utilizar la técnica tradicional del fresco húmedo.
La Técnica Experimental de Leonardo y su Rápido Deterioro
La Innovación que Condenó la Obra
Cuando Leonardo da Vinci pintó La última cena entre 1494 y 1498, experimentó con un método poco ortodoxo: sellar el muro con engrudo y barnices y luego aplicar temple y óleo sobre superficie seca, en lugar de aprovechar la adherencia del pigmento al yeso húmedo, propio del verdadero fresco. Esta innovación pretendía dotar a la obra de una gama cromática más rica y matices sutiles de luz y sombra, pero resultó fatal para la longevidad del mural.
El Deterioro Acelerado
Ya en la primera década del siglo XVI, comenzaron a desprenderse fragmentos de pintura; un siglo después, el mural estaba seriamente dañado por la humedad del refectorio y la acumulación de polvo y hollín generados por las velas.
En 1652 se abrió una puerta en la parte inferior de la pintura, recortando parte de la mesa y ocultando los pies de Cristo; posteriormente, un bombardeo durante la Segunda Guerra Mundial puso la obra al borde de la destrucción, salvada por sacos de arena que amortiguaron las vibraciones.
Seis Restauraciones Fallidas: Deformación de los Apóstoles
Intervenciones del Siglo XVI al XIX
Entre 1500 y 1900, al menos seis restauradores intentaron frenar el deterioro de La última cena, cada uno dejando su impronta con repintes y enmiendas que alteraron la fisionomía y las expresiones de los personajes.
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San Mateo: originalmente retratado como un joven, se le dotó de rasgos de hombre mayor, cabello oscuro y cuello estrecho.
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Jesús: perdió parte de su serenidad y belleza; sus rasgos se endurecieron.
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Aquel “gran error”: lejos de proteger, muchas de las intervenciones añadieron capas de óleo y barnices incompatibles con la técnica original, agravando el deterioro.
El Mural, Completamente Irreconocible
Cuando Pinin Brambilla se topó con el refectorio en 1977, quedó atónita: “No podías ver la pintura original, estaba completamente cubierta por yeso y más pintura. Tenía cinco o seis capas encima. Me tuve que preguntar a mí misma si era un Leonardo o no, porque estaba completamente irreconocible”.
La escena, en ese momento, era un mosaico descolorido de pinceladas superpuestas, salpicaduras de humedad y suciedad, y repintes que escondían el trazo maestro de Da Vinci.
El Encargo y la Visión de Pinin Brambilla
El Nombramiento
En 1977, la Superintendencia para el Patrimonio Artístico e Histórico de Milán confió a Pinin Brambilla Barcilon la restauración completa del mural. Brambilla, con formación en conservación de frescos renacentistas y una trayectoria que abarcaba desde Pompeya hasta la Basílica de San Francesco en Asís, era la candidata ideal para un proyecto de tal magnitud.
Objetivos Claros y Ética Restaurativa
La restauradora italiana estableció desde el inicio tres principios rectores:
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Mínima intervención: sólo retirar lo estrictamente necesario para dejar visible el original.
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Reversibilidad: utilizar materiales y técnicas que pudieran revertirse en caso de avances futuros de la ciencia.
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Fidelidad estética: recuperar la característica expresiva de cada apóstol, respetando la intención y los matices de Leonardo.
Metodología y Técnicas Innovadoras
Estudios Previos y Análisis Científicos
Antes de aplicar cualquier solvente, Brambilla ordenó un estudio exhaustivo:
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Mupogramas e infrarrojos para identificar trazos subyacentes y contenido cromático.
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Análisis químicos del yeso, pigmentos y barnices, para determinar la composición de las capas dañinas.
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Muestreo microscópico de los estratos de pintura, identificando hasta cinco capas distintas de repintes.
Acción con Solventes y Papel Japonés
Para eliminar repintes sin dañar la capa original se emplearon solventes biodegradables aplicados con minúsculos tampones de papel japonés, que actuaban sobre las capas añadidas y las disolvían cuidadosamente.
En zonas demasiado dañadas o faltantes, se aplicaron acuarelas ligeras para indicar sin falsear, dejando luego áreas en blanco que señalaban la ausencia de información confiable.
Climatización y Protección Ambiental
Brambilla decidió sellar el refectorio para crear un ambiente controlado:
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Se tapiaron ventanas y aberturas, instalando sistemas de microclima con humedad y temperatura constantes.
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Se colocaron filtros de gases y partículas, evitando nuevos depósitos de contaminantes.
Recuperando la Humanidad de los Apóstoles
Devolver Carácter e Identidad
Uno de los grandes logros de la restauración fue devolver la expresividad individual a cada apóstol:
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San Mateo recuperó la juventud y las facciones suaves imaginadas por Leonardo.
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Santiago el Mayor recobró la mirada intensa y el gesto de incredulidad.
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Jesús recuperó la serenidad y la belleza casi divina que había perdido tras siglos de repintes.
La Redefinición del Centrado Composicional
Gracias a un pequeño agujero descubierto durante las actuaciones —el punto de fuga original de Da Vinci— se alineó correctamente la perspectiva y se restauró la armonía compositiva.
Las chanfraduras del muro se rellenaron y el “espejo” pictórico volvió a ofrecer una sensación de espacio profundo e inmersivo.
Corregir el “Gran Error” de Leonardo
El Error de la Técnica sobre Muro Seco
Leonardo, en su afán de innovar, rechazó el fresco húmedo y selló la superficie con barnices y temple. Este “gran error” provocó el desprendimiento de la pintura apenas 20 años después de su ejecución.
La Enmienda de Brambilla
Al aislar el mural del aire y la humedad, y al reconstituir la cohesión de las capas pictóricas mediante consolidantes orgánicos reversibles, Brambilla logró transformar la superficie inestable en un soporte perdurable, corrigiendo de raíz la elección técnica de Leonardo.
El Desvelamiento al Público y la Controversia
La Muestra de 1999
El 28 de mayo de 1999, tras 21 años de trabajo, La última cena se presentó al público restaurada. La mayoría celebró la hazaña: el mural recobraba su valor estético y narrativo, visible en color y detalle.
El Debate de los Puristas
Algunos críticos se preguntaron si aún podía considerarse una obra de Leonardo si gran parte era “reconstrucción”. Brambilla defendió su intervención: “Hemos devuelto la obra al estado más cercano posible al original. Sin nuestra restauración, no habría quedado nada”.
Impacto Cultural y Turístico
Renacer de un Ícono
La reapertura atrajo oleadas de visitantes a Milán. Se instauraron turnos reducidos y guías especializados para preservar la obra, y el refectorio se convirtió en un inciso obligado en las rutas culturales europeas.
Modelo para la Conservación
La nueva metodología de mínima intervención y control ambiental inspiró proyectos de preservación en Pompeya, Florencia y la Basílica de Asís, entre otros, consolidando un estándar global en restauración de frescos.
El Legado de Pinin Brambilla
Trayectoria y Reconocimientos
Pinin Brambilla Barcilon (1925–2020) dejó una huella indeleble: además de La última cena, restauró frescos en la Basílica de San Francesco (Asís), galerías de los Uffizi (Florencia) y yacimientos de Pompeya.
Recibió el Gran Premio de Restauración de Italia y honores de instituciones internacionales por su innovación y rigor.
Filosofía Restaurativa
Su enfoque ético y científico, basado en la reversibilidad, la preservación del original y el respeto por la obra, marcó un antes y un después en la conservación de patrimonio renacentista.
Un Testimonio para Futuros Restauradores
Las generaciones venideras de conservadores recurrirán a sus manuales y estudios, donde Brambilla plasmó cada paso de su intervención, las fórmulas de sus solventes y sus protocolos de climatización.
Conclusiones
Pinin Brambilla enfrentó uno de los retos más monumentales de la conservación artística: rescatar La última cena de siglos de abandono, restauraciones inadecuadas y la propia experimentación fatídica de Leonardo da Vinci. Durante 22 años, identificó y revirtió el “gran error” de la técnica sobre muro seco, eliminó capas de repintes, consolidó la pintura original y devolvió a los apóstoles su carácter humano y narrativo. El 28 de mayo de 1999, el mural emergió de su agonía y volvió a hablar al mundo con la fuerza e intimidad que Leonardo había concebido.
La restauración de La última cena no solo salvó un icono universal, sino que sentó precedentes en la conservación de frescos y consolidó a Brambilla como una de las mayores autoridades renacentistas. Su legado pervive en cada matiz de la obra, en las tecnologías de preservación de museos y en el compromiso ético de quienes trabajan para mantener el patrimonio cultural de la humanidad.