En el inmenso desierto de la región de Ica, donde sobreviven algunos de los vestigios arqueológicos más extraordinarios del planeta, una nueva amenaza avanza silenciosamente, pero con fuerza implacable. Las Líneas de Nasca, declaradas Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 1994, están siendo cercadas por la minería ilegal, cuyas huellas ya no son tan difíciles de detectar. La evidencia es preocupante: más de 2.500 inscripciones activas en el Registro Integral de Formalización Minera (Reinfo) se encuentran superpuestas o adyacentes al área que alguna vez fue considerada intangible.
Este fenómeno no solo compromete la integridad visual y estructural de los geoglifos, sino que también representa un retroceso en la protección del legado cultural, la biodiversidad desértica y el equilibrio de una zona frágil y única en el mundo. La expansión irregular de operaciones extractivas —amparadas en la informalidad y la permisividad del sistema legal— podría causar un daño irreversible si no se detiene a tiempo.
A continuación, se detallan los elementos críticos del problema: el avance de las actividades mineras, el deterioro ambiental y cultural, las omisiones legales, y el debate sobre la urgencia de frenar esta crisis patrimonial.
Un desierto milenario, hoy bajo presión extractiva
Las Líneas de Nasca son enormes geoglifos trazados hace más de mil años por las culturas Nasca y Paracas, y cubren un área de más de 450 kilómetros cuadrados. Conforman figuras geométricas, animales, plantas y seres antropomorfos, algunos de los cuales superan los 100 metros de longitud. Su significado aún se discute, pero se les atribuyen usos ceremoniales, astronómicos y simbólicos.
Lo que sí está claro es que su preservación depende del aislamiento y la intangibilidad del entorno. El clima árido, la baja humedad y el escaso viento han permitido que estas líneas sobrevivan milenios. Pero esa estabilidad ahora está amenazada por maquinaria pesada, pozos de extracción, residuos químicos y tránsito humano que altera el suelo.
Hoy, la frontera de la actividad minera informal se acerca peligrosamente al núcleo protegido, atravesando incluso zonas históricamente consideradas como de amortiguamiento o conservación arqueológica.
El Reinfo y el velo de la formalidad
El Registro Integral de Formalización Minera (Reinfo) es una herramienta creada por el Estado peruano para registrar y conducir hacia la formalización a mineros informales que operan fuera del marco legal. Sin embargo, en la práctica se ha convertido en un escudo de impunidad para miles de operadores que, bajo la excusa de estar en “proceso de formalización”, continúan expandiéndose sin supervisión real.
En el caso de las Líneas de Nasca, el panorama es alarmante: más de 2.500 registros del Reinfo aparecen superpuestos o en los alrededores de la zona de reserva original. Muchos de estos operadores nunca han iniciado un proceso formal ni han entregado estudios de impacto ambiental, pero sí han empezado la explotación del terreno.
La ausencia de una fiscalización efectiva ha permitido que zonas arqueológicas, antes intocadas, empiecen a ser removidas por excavadoras o cubiertas de escombros. En algunos casos, ya se reportan daños visibles en geoglifos menores o en zonas aún no investigadas por arqueólogos.
¿Por qué es tan grave esta amenaza?
El daño provocado por la minería —especialmente la ilegal o informal— no se limita a la extracción del mineral. En el caso de las Líneas de Nasca, las consecuencias pueden ser múltiples y devastadoras:
Alteración física del suelo: la remoción del terreno afecta directamente la visibilidad y continuidad de los geoglifos, que se basan en el contraste entre la superficie clara y el fondo oscuro del desierto.
Compactación del suelo: el tránsito de maquinaria pesada aplasta capas geológicas que han permanecido intactas durante siglos, dificultando investigaciones científicas futuras.
Contaminación química: el uso de mercurio, cianuro y otros agentes para la extracción contamina los acuíferos subterráneos, afectando también especies endémicas del desierto.
Pérdida de contexto arqueológico: muchas veces los sitios circundantes a las Líneas contienen cerámica, estructuras funerarias o vestigios habitacionales que permiten entender la función original de los geoglifos. Su destrucción elimina piezas clave del rompecabezas.
Impacto visual: aunque parezca menor, la instalación de campamentos, tuberías, antenas y caminos interrumpe la experiencia visual del visitante, uno de los aspectos más valorados del patrimonio.
El papel del Estado: entre la permisividad y la omisión
Uno de los principales cuestionamientos recae sobre el Estado peruano, cuya acción ha sido tardía, fragmentada y poco efectiva. Si bien existen normas para proteger sitios arqueológicos y áreas naturales, la fiscalización en campo es mínima, especialmente en regiones apartadas donde el desierto parece infinito.
Además, el hecho de que el Reinfo siga activo —pese a reiteradas denuncias de su uso fraudulento— deja en evidencia una falta de voluntad política real para enfrentar la minería ilegal en zonas sensibles.
Las competencias de protección se dividen entre ministerios (Cultura, Energía y Minas, Ambiente), gobiernos regionales y locales, creando un entramado institucional que diluye responsabilidades. Mientras tanto, los operadores ilegales se aprovechan del vacío para avanzar más cada año.
La respuesta desde la sociedad civil y la comunidad científica
Frente al silencio institucional, han sido arqueólogos, activistas y comunidades locales quienes han dado la voz de alerta. Diversas organizaciones han levantado mapas de superposición entre las inscripciones del Reinfo y las zonas protegidas, alertando sobre la inminencia del colapso patrimonial.
También se han producido informes técnicos independientes que evidencian cómo zonas aún no excavadas están siendo removidas sin estudios previos, perdiéndose información irreparable.
El sector turístico también se ha sumado a la preocupación. Las Líneas de Nasca representan un pilar del turismo cultural del Perú, y su deterioro afectaría directamente a la economía local, que depende en buena medida del flujo de visitantes nacionales e internacionales.
¿Es posible revertir el daño?
La recuperación de zonas alteradas por minería en el desierto es extraordinariamente compleja. A diferencia de bosques o selvas, donde la regeneración es natural, el desierto requiere décadas para volver a estabilizarse. Cualquier remoción del suelo puede dejar marcas permanentes visibles por siglos.
Sin embargo, aún hay margen para detener el avance y mitigar el impacto si se toman medidas urgentes:
Suspensión inmediata de las inscripciones activas del Reinfo en la zona arqueológica.
Intervención conjunta de los ministerios competentes, con vigilancia satelital y presencia permanente en campo.
Derogación o modificación del Reinfo, para evitar su uso como pretexto para operar impunemente.
Reconocimiento del área completa como zona intangible, con apoyo de la UNESCO.
Fortalecimiento del presupuesto del Ministerio de Cultura, que hoy no tiene recursos suficientes para proteger estos sitios.
Campañas educativas y legales para empoderar a las comunidades locales en la defensa del patrimonio.
Entre el oro y la historia, una decisión pendiente
Las Líneas de Nasca no son solo un atractivo turístico ni un símbolo cultural. Son una huella viva del ingenio humano en diálogo con el paisaje, una manifestación de espiritualidad, astronomía y organización social que sigue generando preguntas mil años después.
Permitir que su entorno sea destruido por la minería ilegal es más que un crimen patrimonial: es una traición al pasado y una negligencia hacia el futuro.
El Perú tiene ante sí la oportunidad —y el deber— de elegir. ¿Defenderá su historia y su legado milenario? ¿O continuará permitiendo que la codicia cubra con polvo y excavadoras el misterio que los antiguos trazaron sobre la arena?