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“Furia Desatada: La Novela Revolucionaria de Clyo Mendoza que Enciende el Desierto y Desafía la Ira en este 2025”

En Furia, Clyo Mendoza convierte la rabia y el dolor en un motor literario arrollador que explora el desierto mítico de Wirikuta, desvela genealogías destrozadas y plantea la fuerza transformadora de la indignación. Una obra inolvidable que nos invita a canalizar nuestro enojo para construir sociedades más justas y elevadas.

Por Tejada Juandiego
22/05/2025
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“Furia Desatada La Novela Revolucionaria de Clyo Mendoza que Enciende el Desierto y Desafía la Ira en este 2025”
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En un mundo marcado por la violencia sistémica, la migración forzada y la pérdida de tradiciones ancestrales, la rabia y la tristeza se alzan como motores de transformación social. Ese es el pulso que late en Furia (Sabina Editorial, 2024), la primera novela de la oaxaqueña Clyo Mendoza (1993), ganadora del premio Sor Juana Inés de la Cruz por su poesía. Con ecos de realismo mágico y la épica despiadada de Juan Rulfo, Mendoza nos transporta al desierto sagrado de Wirikuta, en San Luis Potosí, para preguntarse si la ira colectiva puede ser la chispa que encienda sociedades más justas y elevadas.

Indice de Contenido
Clyo Mendoza: De la poesía a la prosa furibundaWirikuta: El desierto como espacio míticoPersonajes rotos y genealogías de furiaViolencia histórica y herencia familiarLa razón poética de la iraFuria y el legado de Pedro PáramoDeseducar la rabia en tiempos de crisisFestival Centroamérica Cuenta: Mendoza ante el mundoHacia dónde apunta la furia de nuestra eraConclusión:

Clyo Mendoza: De la poesía a la prosa furibunda

Raíces oaxaqueñas y primeros trazos
Nacida en Oaxaca en 1993, Clyo Mendoza creció en un entorno bilingüe donde se hablaban zapoteco y español. Su familia, dedicada al comercio local y con historias de migración interna, le transmitió desde niña las leyendas de la Mixteca y la Sierra Norte. “Mi familia es migrante en el mismo espacio geográfico, de comunidades pequeñas que entraron en conflictos bélicos por infidelidades o problemas con el territorio”, explica Mendoza. Ese caos genealógico quedaría grabado en su memoria y hoy es el sustrato de su narrativa.

De la poesía al premio Sor Juana
Antes de emprender la aventura de la novela, Mendoza se dio a conocer como poetisa. Su libro de versos ganó el prestigioso premio Sor Juana Inés de la Cruz, otorgado a mujeres autoras de obras significativas. La cadencia de sus poemas, la fuerza de sus imágenes y la belleza cruda de su voz literaria anticiparon el tono onírico-violento de Furia.

La transición a la novela
Mendoza decidió dar el salto a la prosa larga impulsada por la necesidad de contar historias que la poesía, por su brevedad, no le permitía abarcar. Eligió el desierto de Wirikuta —territorio sagrado de la etnia Wixárika— como escenario porque en él confluyen la historia mestiza, el misticismo indígena y las cicatrices de la conquista y la Revolución Mexicana.


Wirikuta: El desierto como espacio mítico

Geografía de la furia
Wirikuta, al noreste de San Luis Potosí, es un paraje semidesértico donde brotan tótems ceremoniales y nopaleras milenarias. Para los huicholes, es el sitio donde nace el sol y donde habitan los dioses. En Furia, Mendoza convierte el paisaje en un personaje más: el aire polvoriento y las arenas rojas son capaces de deshidratar el cuerpo y la moral.

Sueño, locura y realidad
La narración transita sin fronteras claras entre lo onírico y lo real. “Las historias y los personajes se mueven por el desierto, un espacio mitológico, brumoso, donde se mezcla sueño, locura, realidad”, escribe Mendoza. El lector se asoma a madrigueras de espejismos: hay cantos de culebras, máscaras de muertos y cuerpos sepultados que vuelven a latir bajo la arena.

Herencia oral y mitología familiar
La autora confiesa que bebió de la literatura oral: “Lo que deja un vacío inevitable es la mitología familiar, la que me contaban de niña, la que se alimenta de tradición y de fantasmas”. El desierto es, en Furia, un gran libro de mitos a cielo abierto donde Vicente Barrera, Lázaro, Juan y las madres poseídas pisotean rituales y pecados.


Personajes rotos y genealogías de furia

Vicente Barrera, el vendedor de hilos
Vicente Barrera recorre el desierto vendiendo hilos de algodón teñido, oficio que heredó de su padre. Fecunda mujeres, engendra hijos y luego los abandona. “Padre de una estirpe de hijos rotos, sembrados en el desierto”, lo define la trama. Su encanto irresistible es una máscara —o un hechizo— que Mendoza desgarra para mostrarnos el costo de la masculinidad tóxica.

Madres solas, madres poseídas
En contrapartida, las mujeres del relato cargan con un dolor ancestral. Son madres solas, dueñas de ceremonias de venganza, capaces de invocar espíritus de agua para ahogar al violador de su infancia. Mendoza invierte el juego: ellas no esperan al héroe, se convierten en cazadoras de traidores.

La guerra eterna (sin fin ni razón)
Un coro de voces guerreras repite versos de rabia: soldados que mueren por una disputa de tierras, bandidos que saquean templos prehispánicos, comunidades que se enfrentan por un pozo de agua. La violencia no tiene justicia ni redención, sólo un ciclo que se autoperpetúa.


Violencia histórica y herencia familiar

El abuelo revolucionario
Mendoza asume que “mi abuelo, el padre de mi padre, se casó a los 70 años con mi abuela de 15 y fue soldado en la Revolución Mexicana”. Esa matriz de desigualdad y abuso atraviesa Furia. El ancestro aporta historias de “perros demoníacos y calaveras andantes”, leyendas que el protagonista Lázaro revive en su mente durante los meses en que sirve en ejércitos enfrentados.

Trauma intergeneracional
La escritora conecta la herencia de su abuelo con el trauma de la hambruna, la sequía y la ansiedad climática: “La sensación de la guerra es un síndrome persistente de que algo malo va a pasar”. Esa psicosis colectiva se hereda. A través de generaciones, las familias aprenden que el mundo es un campo de batalla y que el miedo garantiza la supervivencia.

El linaje de padres múltiples
Vicente Barrera no es un caso aislado: Mendoza encontró en su propia familia relatos de medias hermanas y primos que se enamoran sin saber su parentesco. “Cuidado si te enamoras, puede ser tu primo o hermano”, le advertían al entrar al pueblo. Esa simiente de furia y confusión genealógica se dispersa como polvo en Furia.


La razón poética de la ira

Ira y catarsis literaria
¿Por qué escribir desde la rabia? Mendoza cuenta su propia rebeldía adolescente: “Me volví muy animal, muy salvaje; me distancié de mi familia de formas radicales”. Para ella, la furia es un impulso poético: “Todavía cuando me enojo por cosas justificadas siento que estoy atentando contra un orden que es mejor no alterar. Lo estoy trabajando porque padezco la ira por los abusos”.

La ira como energía emancipadora
En su residencia en España compartió conversaciones con la argentina Belén López Peiró: “Cada vez que veíamos a la policía agredir a un migrante íbamos hacia allá; comenzábamos a liberar energía”. De ese modo entendieron que la rabia, usada con conciencia, puede convertirse en solidaridad y acción política.

Un canto a la indignación legítima
“Mira, paso un porcentaje alto de mi cotidiano encabronada”, reconoce Mendoza. No busca condenar la ira, sino legitimar el enfado ante las injusticias. El título Furia no es un grito desesperado, sino una afirmación: la indignación cultural puede ser la base de sociedades más elevadas.


Furia y el legado de Pedro Páramo

Comparaciones inevitables
El premio Javier Morote definió Furia como “un Pedro Páramo del siglo XXI”. Al igual que Juan Rulfo, Mendoza construye un relato poblado de voces que se cruzan entre lo real y lo fantástico, con un héroe trágico que recorre un pueblo fantasma (o un desierto viviente).

Diálogo intertextual
Ambas novelas comparten estructuras fragmentarias y narradores múltiples. En Pedro Páramo, la tierra de Comala vibra con ecos de muertos; en Furia, el desierto de Wirikuta late con lamentos de madres y maldiciones de conejos sagrados.

Una nueva épica nacional
Si Rulfo inmortalizó la posrevolución, Mendoza relata la posmodernidad en un México donde la violencia persiste: narcotráfico, desalojos forzados, extractivismo. Su novela es un espejo contemporáneo que interroga la identidad nacional.


Deseducar la rabia en tiempos de crisis

La ira como herencia educativa
¿Cómo deseducar la ira y criar a las nuevas generaciones en un mundo precario? Mendoza reconoce el reto: “¿Cómo deseducar a nuestros hijos?”, se pregunta. La solución no está en reprimir el enfado, sino en canalizarlo hacia la empatía y la creación colectiva.

Dimensión climática del miedo
El trauma bélico se mezcla con el apocalipsis climático: sequías, huracanes, migraciones. Para quienes viven en el desierto y en la costa, la irrupción de la furia no se agota en lo social, sino que abraza el grito de la naturaleza herida.

Arte y resistencia
La literatura, la poesía y el arte son herramientas de desobediencia pacífica. Mendoza ha experimentado con residencias y talleres donde la escritura se convierte en acto político y transformador.


Festival Centroamérica Cuenta: Mendoza ante el mundo

Un escenario regional
En mayo de 2025, Clyo Mendoza participó en el festival Centroamérica Cuenta en Guatemala. Su ponencia sobre Furia congregó a escritores de la región, activistas y lectores ávidos de voces insurgentes.

Debate sobre la violencia simbólica
En paneles junto a colegas de Costa Rica, El Salvador y Honduras, abordó cómo el lenguaje construye o deconstruye la opresión. Celebró el intercambio de saberes indígenas y urbanos para imaginar “sociedades más elevadas” tras la catarsis.

Proyección internacional
La repercusión de Furia en redes sociales y críticas literarias ha posicionado a Mendoza como referente de la nueva narrativa mexicana. Se avecinan traducciones al inglés, francés y portugués.


Hacia dónde apunta la furia de nuestra era

De la rebelión al utopismo
La gran pregunta final que plantea Mendoza a lectores y ciudadanos es si la ira puede llevarnos a utopías: “A lo mejor la ira y la tristeza nos van a llevar a sociedades más elevadas”. No se trata de instigar violencia, sino de canalizar el enfado hacia la justicia social, la reconstrucción del tejido comunitario y la memoria compartida.

Literatura como laboratorio
Furia funciona como un ensayo narrativo: experimenta con la forma, con el lenguaje desbordado y el realismo mágico para proponer un nuevo contrato entre autor y lector. Esa alianza puede inspirar movimientos artísticos, académicos y políticos.

Una llamada a la acción
Cuando cerramos el libro, no podemos permanecer impasibles. La rabia que mana de sus páginas se contagia y, si la asumimos con inteligencia, puede alumbrar proyectos colectivos: cooperativas agrícolas, redes de cuidado mutuo, defensa de territorios indígenas, políticas de memoria histórica.


Conclusión:

La novela Furia de Clyo Mendoza no es un mero acto de catarsis personal, sino una obra que interroga la pedagogía de la ira y la tristeza como experiencias fundantes. A través de un desierto mítico, personajes desterrados y la potencia de la narración oral, Mendoza nos invita a preguntarnos si, al final, la rebelión que despierta nuestro enojo puede convertirse en la base de sociedades más elevadas, más diversas y más conscientes de su vulnerabilidad y su fuerza colectiva.

Al cerrar estas páginas, el lector sale con una pregunta suspendida: ¿seremos capaces de domar la furia para convertirla en fuerza constructiva? En tiempos de crisis climática, desigualdad extrema y tensiones globales, la respuesta quizá reside en cultivar el arte de enfurecernos juntos y soñar nuevos pactos de convivencia. La furia, bien entendida, podría ser el puente hacia un futuro verdaderamente elevado.

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TAGS:Clyo MendozaFuriaira liberadorarealismo mágicoWirikuta
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