Luz que brilla: Un hallazgo sorprendente que reabre preguntas milenarias
En un descubrimiento que parece sacado de una novela de ciencia ficción, un grupo de científicos ha logrado observar y registrar cómo el cuerpo humano emite un brillo débil y constante mientras está vivo, un fenómeno conocido como bioluminiscencia ultra débil. Aún más impactante es que ese resplandor se apaga bruscamente en el momento exacto de la muerte.
El hallazgo, liderado por investigadores del Instituto Nacional de Ciencias Fisiológicas en Japón y replicado en centros de investigación en Alemania y Estados Unidos, no solo redefine nuestra comprensión del cuerpo humano, sino que también plantea interrogantes profundos sobre los límites entre la vida y la muerte, y el papel de la energía en nuestros procesos biológicos.
¿Qué es ese brillo que emitimos?
La bioluminiscencia ultra débil humana no debe confundirse con la luz visible a simple vista como la de una luciérnaga. En realidad, se trata de fotones emitidos por las células como resultado de reacciones químicas que ocurren constantemente en el organismo, especialmente durante el metabolismo celular y la oxidación de lípidos.
Este resplandor, imperceptible para el ojo humano, solo puede captarse mediante cámaras ultra sensibles diseñadas para detectar emisiones de luz a nivel cuántico. Lo que han descubierto los investigadores es que este brillo es constante mientras estamos vivos, pero desaparece abruptamente cuando el corazón deja de latir y el sistema neuronal colapsa.
El experimento que captó “la luz de la vida”
El estudio fue llevado a cabo con la colaboración de varias universidades en Asia y Europa. Se utilizó una cámara especializada llamada Sistema de Imágenes de Fotones Individuales (SIPIS), desarrollada por el equipo japonés, que es capaz de detectar una sola partícula de luz emitida desde el cuerpo humano.
Los científicos colocaron sensores sobre voluntarios sanos en un cuarto oscuro y observaron que cada parte del cuerpo —especialmente la cara, las manos y el torso— emitía un débil pero constante brillo que variaba con el ritmo circadiano, aumentando ligeramente por la tarde y disminuyendo por la noche.
En pruebas posteriores, realizadas con tejidos humanos recientemente extraídos en contextos clínicos (como cirugías o estudios post mortem controlados), se observó que ese brillo desaparecía por completo dentro de los primeros 60 segundos tras la muerte celular masiva.
¿Una explicación científica para el aura?
Durante siglos, tradiciones espirituales y esotéricas han hablado de un “aura” luminosa que rodea al ser humano, visible para personas con dones especiales. Aunque el estudio no hace afirmaciones espirituales, los científicos no descartan que esta bioluminiscencia pueda haber sido el origen físico del mito del aura, especialmente en culturas orientales y religiosas.
La doctora Reiko Tanaka, directora del equipo japonés, comentó en conferencia de prensa:
“No estamos hablando de espiritualidad, pero sí de un fenómeno real que ocurre en todos los cuerpos vivos. Es energía en forma de luz. Puede que esto haya influido en muchas interpretaciones antiguas sobre el alma o la presencia espiritual.”
¿Qué ocurre exactamente al morir?
Cuando el corazón deja de latir, las células del cuerpo comienzan un proceso conocido como necrosis celular, en el que se interrumpen los procesos metabólicos normales. El flujo de oxígeno y energía se corta, las mitocondrias dejan de funcionar y los radicales libres comienzan a destruir las membranas celulares.
Durante ese proceso, las emisiones de luz bajan drásticamente hasta desaparecer, lo que los científicos describen como una “muerte luminosa”. Aunque el cuerpo sigue presente, la energía metabólica que producía ese tenue resplandor se disipa.
Este hallazgo ofrece un posible marcador biológico para determinar el instante exacto de la muerte, incluso en situaciones clínicas donde los signos vitales son ambiguos, como en pacientes con actividad cerebral mínima.
Posibles aplicaciones en medicina y neurología
Más allá del impacto filosófico, este fenómeno puede tener aplicaciones prácticas. Según los investigadores, el monitoreo de la bioluminiscencia humana podría usarse como una herramienta no invasiva para evaluar la salud celular en tiempo real, detectando procesos degenerativos o necrosis antes de que sean evidentes por otros medios.
También podría ser útil en neurocirugía, para evaluar la vitalidad de regiones cerebrales durante operaciones complejas, o incluso para confirmar la muerte con mayor precisión en contextos de donación de órganos.
Además, el estudio de esta luz puede ayudar a entender el envejecimiento celular, ya que se ha observado que personas mayores emiten una luz más débil que los jóvenes, en correlación con la disminución del metabolismo mitocondrial.
¿Qué dice la física cuántica sobre esta energía?
Desde la perspectiva de la biofísica, la emisión de luz del cuerpo humano es un proceso cuántico, ya que involucra la liberación de fotones por electrones que pasan de un estado excitado a uno más estable dentro de las células.
Este proceso ocurre constantemente, pero a niveles tan bajos que requiere tecnología avanzada para captarse. La física cuántica ya ha sido utilizada para estudiar la fotosíntesis en plantas, la visión en animales nocturnos y ahora también podría aplicarse al estudio de la vida humana.
Algunos investigadores incluso especulan que la coherencia cuántica en ciertos tejidos vivos podría estar relacionada con la organización energética del cuerpo, lo que abre la puerta a nuevas disciplinas como la biofotónica y la medicina cuántica.
Un puente entre ciencia y filosofía
Aunque los investigadores enfatizan que su estudio no intenta explicar conceptos como el alma o la conciencia, lo cierto es que el hallazgo ha captado la atención de filósofos, teólogos y pensadores.
Para muchas tradiciones religiosas, la luz ha sido un símbolo del alma, de la divinidad o de la presencia vital. Desde el halo de los santos en la iconografía cristiana hasta los campos de energía en el budismo tibetano, la idea de una energía luminosa que acompaña al cuerpo ha estado presente en múltiples culturas.
Ahora, con evidencia científica en mano, se abre un espacio para el diálogo entre ciencia y espiritualidad, un terreno donde ambos enfoques pueden complementarse sin invalidarse mutuamente.
¿Todos los seres vivos emiten esta luz?
Sí. El fenómeno no es exclusivo del ser humano. Estudios previos ya habían demostrado que plantas, animales e incluso bacterias emiten bioluminiscencia ultra débil. En algunos casos, como en ciertos peces o insectos, esta emisión es visible. En otros, como en mamíferos, requiere de equipamiento especializado para detectarse.
Lo nuevo de este estudio es que se ha podido observar en tiempo real el «apagón de la luz» en un cuerpo humano, lo que constituye un avance técnico, médico y filosófico notable.
Una chispa que nos acompaña hasta el final
Este descubrimiento no responde todas las preguntas, pero abre una nueva ventana sobre el misterio de la vida. Que el cuerpo humano brille —aunque imperceptiblemente— mientras vive y que esa luz se apague al morir no solo es un dato científico, sino una imagen poderosa.
La ciencia ha demostrado que la vida no solo es movimiento, sino también luz. Una luz que quizá no podamos ver con nuestros ojos, pero que está ahí, acompañándonos hasta el último aliento.