Las lluvias torrenciales que azotaron el sureste de España en 2024 han dejado una huella imborrable, causando más de 200 muertes y dejando a decenas de personas desaparecidas, especialmente en la región de Valencia. Este devastador fenómeno ha sido atribuido a la Depresión Aislada en Niveles Altos, conocida como DANA. Esta tormenta ha traído consigo lluvias extremas que en unas horas descargaron el equivalente a un año de precipitaciones en algunas zonas, generando inundaciones repentinas y arrasando ciudades enteras.
¿Qué es una DANA?
La DANA, también llamada «gota fría,» es un fenómeno meteorológico característico del Mediterráneo que se produce cuando una masa de aire polar extremadamente fría se aísla en niveles altos de la atmósfera, circulando a una altitud de entre 5,000 y 9,000 metros. Al entrar en contacto con el aire cálido y húmedo del mar Mediterráneo, se desencadenan fuertes tormentas con intensas precipitaciones. Este tipo de fenómenos es habitual a finales del verano y principios del otoño, cuando las temperaturas del mar aún son elevadas, lo que intensifica el choque entre las masas de aire y provoca grandes inestabilidades en la atmósfera.
La meteoróloga española Delia Gutiérrez explica que aunque las DANAs son comunes en la región, solo algunas alcanzan niveles extremos de destrucción como la actual. Históricamente, algunas DANAs han causado graves daños, como la de 1973, que afectó a Almería, Granada y Murcia. Este año, sin embargo, la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) ha calificado el evento como «el temporal más adverso del siglo en la Comunidad Valenciana».
Impacto de la DANA de 2024
Las lluvias torrenciales han traído consecuencias devastadoras. En algunos lugares se registraron hasta 500 litros de agua por metro cuadrado, lo que provocó que ríos y torrentes se desbordaran rápidamente, inundando calles, viviendas y carreteras. Muchos ciudadanos, sorprendidos por la rapidez y la intensidad de las precipitaciones, quedaron atrapados en sus vehículos o en sus hogares, sin posibilidad de escapar de las riadas.
El balance humano ha sido trágico: cientos de muertos, miles de damnificados y pérdidas materiales incalculables. Las imágenes en redes sociales muestran la magnitud del desastre, con zonas enteras cubiertas de lodo y vehículos arrastrados por la fuerza de las aguas.
La falta de previsión y coordinación
Una de las críticas más recurrentes ha sido la falta de previsión por parte de las autoridades. A pesar de las advertencias de la Aemet, que elevó su nivel de alerta al máximo, muchos ciudadanos continuaron con sus actividades diarias. Los mensajes de alerta llegaron tarde, y cuando Protección Civil notificó a los ciudadanos sobre el riesgo, ya era demasiado tarde para muchos. Las escenas de personas aferrándose a árboles o refugiándose en tejados muestran cómo el tiempo de respuesta fue insuficiente para proteger a la población.
El climatólogo Jorge Olcina, de la Universidad de Alicante, señaló que la falta de una acción coordinada entre el gobierno central y las autoridades regionales ha agravado el desastre. Según Olcina, en situaciones como esta es vital una respuesta temprana y conjunta, en lugar de esperar a que el fenómeno haya alcanzado su punto más destructivo.
Un urbanismo desorganizado
La DANA también ha puesto en evidencia un problema estructural: la falta de planificación en el desarrollo urbano. En la costa mediterránea española, una de las zonas más densamente pobladas y turísticas del país, muchas viviendas y barrios han sido construidos en áreas inundables. Ciudades como Valencia han visto desbordarse ríos y ramblas, afectando a miles de personas que viven en estas zonas vulnerables.
El investigador José María Bodoque explica que la construcción en áreas fluviales expone a las personas y aumenta significativamente los daños materiales y humanos durante eventos extremos como el actual. Las inundaciones de 1957 en el río Júcar en Valencia o las de 1982 en Alicante, que causaron decenas de muertes, ya habían evidenciado el riesgo de urbanizar en zonas propensas a crecidas, pero los años han pasado sin que se haya tomado suficiente acción.
Cambio climático: un factor acelerador
Los expertos coinciden en que el cambio climático es un factor determinante en la creciente frecuencia e intensidad de las DANAs. A medida que la temperatura del Mediterráneo aumenta, el mar proporciona más energía y humedad, potenciando fenómenos meteorológicos como la DANA. Según Matt Taylor, meteorólogo de la BBC, aunque las DANAs han existido siempre, el cambio climático está haciendo que se vuelvan más frecuentes y destructivas.
Un estudio reciente de la Sociedad Meteorológica Estadounidense señala que los eventos como la DANA han aumentado globalmente desde la década de 1960, y en el caso específico de España, su impacto ha sido cada vez más evidente. Un informe preliminar de World Weather Attribution sugiere que el calentamiento global ha hecho un 12% más intensas las lluvias en España, además de duplicar la probabilidad de que estos eventos se repitan en el futuro.
Reflexión final y posibles soluciones
La DANA de 2024 ha dejado una marca imborrable en el sureste de España. Mientras el país intenta recuperarse de la catástrofe, es fundamental reflexionar sobre las lecciones que se pueden extraer de este desastre. Es imprescindible mejorar los sistemas de alerta temprana y reforzar la coordinación entre los distintos niveles de gobierno para evitar que eventos como este se cobren tantas vidas en el futuro.
Además, es urgente revisar la planificación urbana en las zonas de riesgo y aplicar políticas de ordenamiento territorial que eviten la construcción en áreas susceptibles a inundaciones. Asimismo, es crucial avanzar en la adaptación al cambio climático, implementando medidas que mitiguen su impacto y minimicen el riesgo de desastres similares.
En conclusión, la DANA de 2024 ha demostrado la capacidad destructiva de este fenómeno y ha puesto de manifiesto la necesidad de estar mejor preparados ante eventos climáticos extremos, especialmente en un contexto donde el cambio climático sigue intensificando su impacto.