En las últimas décadas, el papel económico de la mujer en la familia ha experimentado una transformación sin precedentes. Hoy en día, es cada vez más frecuente encontrar hogares en los que la esposa supera en ingresos a su esposo. Sin embargo, a pesar de que la sociedad avanza hacia una mayor igualdad de género, muchos hombres siguen sintiéndose incómodos o incluso amenazados cuando pierden el rol tradicional de “sostén económico”. Este artículo explora por qué esta dinámica afecta tan profundamente el bienestar mental y emocional de algunos hombres, analiza los prejuicios que persisten y su impacto en la salud de la pareja y ofrece claves para adaptarse a una realidad en plena evolución.
El vínculo entre el dinero y el poder
El estereotipo del “proveedor”
Desde épocas ancestrales, la figura del hombre proveedor ha sido central en las sociedades patriarcales. Se asumía que el hombre debía traer el sustento a casa, mientras la mujer se ocupaba de las tareas del hogar y del cuidado de los hijos. Aunque hoy este esquema se está rompiendo, el imaginario colectivo sigue vigente:
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Expectativas sociales: Amigos, familiares y colegas de trabajo refuerzan involuntariamente la idea de que “un hombre de verdad” es quien gana más.
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Autoimagen masculina: El salario y la carrera profesional se convierten en indicadores de autoestima y virilidad.
Como explica Demid Getik, de la Universidad de Durham, “aunque ya no se predique abiertamente que el hombre debe ser el sostén, estas expectativas permanecen muy arraigadas”.
Dinámicas de poder en el hogar
El dinero es poder. Cuando cambia la fuente principal de ingresos en la pareja, la distribución de poder y la toma de decisiones pueden verse afectadas:
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Quién decide el presupuesto familiar: El que aporta más tiende a tener más voz en grandes inversiones o en el estilo de vida.
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Toma de decisiones cotidianas: Desde las vacaciones hasta la compra de una casa, el “que paga manda” sigue siendo un viejo adagio.
Esta alteración puede generar tensiones e inseguridades si no se aborda con comunicación y respeto mutuo.
Impacto en la salud mental masculina
Estudios sobre bienestar y diagnósticos
Un riguroso estudio de diez años en Suecia vinculó el aumento de diagnósticos de trastornos mentales en hombres con el momento en que sus esposas empezaron a ganar más. Los resultados:
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+11% de diagnósticos de salud mental en hombres cuyas parejas superaban sus ingresos.
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Para las mujeres en la misma situación, el aumento fue menor, alrededor de un 8%.
La explicación se centra en la falta de preparación para roles invertidos y en la pérdida percibida de propósito social y personal.
Testimonios reales
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Dave, padre que se queda en casa: “Me hiere el orgullo que sea mi esposa quien gane todo el dinero. Soy ‘un hombre de hombres’, y quedar en segundo plano golpea mi autoestima.”
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Tom, roles invertidos: “Cuando digo que me quedo en casa, mis amigos piensan que soy afeminado.”
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Brendon, juzgado como “la perra de la casa”: ha vivido prejuicios familiares e insultos que erosionan su salud emocional.
Estos relatos muestran que, para muchos hombres, el impacto no es económico sino profundamente psicológico.
Trabajo remunerado vs. tareas domésticas
Persistencia de la división sexual del trabajo
Pese al avance laboral de la mujer, las tareas del hogar y el cuidado de los hijos siguen recayendo principalmente en ellas:
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Tiempo de trabajo vs. tiempo de cuidado: Las mujeres con mayores ingresos suelen asumir jornadas laborales más flexibles o a tiempo parcial para compatibilizar con las labores domésticas.
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Carga mental y emocional: El “trabajo invisible” del hogar no disminuye cuando la mujer es la principal generadora de ingresos.
Esta doble jornada refuerza la idea de que el hombre, al quedarse en casa, no cumple con su rol “natural”.
El “padre que se queda en casa”
Cuando el hombre se convierte en “amo de casa” por desempleo o decisión compartida:
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Aislamiento social: Pierde parte de su círculo laboral, afectando su red de apoyo.
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Estigma y prejuicios: Amigos o familiares pueden criticar su posición, atribuyéndole falta de ambición.
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Oportunidad de vinculación: Estudios muestran que los padres que asumen cuidado infantil pasan más tiempo de calidad con sus hijos, mejorando la relación familiar.
Prejuicios y estigmas de género
Maltrato verbal y burlas
La masculinidad hegemónica condena al hombre que no encaja en el proveedor tradicional:
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Lenguaje denigrante: “La perra de la casa”, “sostén barato”, “afeminado”.
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Burla entre pares: Broma constante sobre su estatus laboral o económico.
Estos ataques socavan la confianza y refuerzan ansiedades y depresiones.
Infidelidad y reafirmación de identidad
Investigaciones indican que hombres cuya pareja gana más son más propensos a la infidelidad, buscando recuperar “estatus” o reafirmar su masculinidad en otros ámbitos.
Soluciones y caminos de adaptación
Comunicación en la pareja
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Diálogo abierto: Reconocer sentimientos de inseguridad sin culpa.
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Negociación de roles: Definir juntos quién asume qué tareas, sin basarse en estereotipos.
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Planificación conjunta: Presupuesto y metas claras que incluyan aportes de ambos.
Reestructuración de la autoimagen
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Valor propio más allá del salario: Fomentar autoconceptos basados en cualidades personales, paternidad, aficiones.
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Apoyo psicológico: Terapia individual o de pareja para enfrentar ansiedades y replantear expectativas de género.
Políticas de bienestar y social
Como señalan Helen Kowalewska y colegas, los sistemas sociales deben:
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Reducir penalizaciones salariales a mujeres que sustentan familias.
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Ofrecer prestaciones igualitarias: licencias de paternidad amplias y fomentadas culturalmente.
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Programas de reinserción: capacitación laboral y redes de apoyo para padres desempleados.
Casos inspiradores
Harry Bunton (Australia)
Perdió su trabajo de consultor, asumió el rol de padre a tiempo completo y compartió en redes su experiencia. Aumentó su red de apoyo y redefinió su identidad como cuidador sin perder autoestima.
Estudios sobre paternidad activa
En Reino Unido, tras tomar licencia de paternidad, muchos hombres reportan:
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Más satisfacción en la pareja
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Mejor vínculo con sus hijos
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Balance vida-trabajo más positivo
Conclusiones
El choque emocional que sufren algunos hombres cuando su esposa gana más obedece a raíces profundas en estereotipos de género y a la íntima asociación entre poder y dinero. El cambio social es innegable: cada vez más mujeres son las principales generadoras de ingresos. Adaptarse a esta realidad requiere:
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Revisar expectativas: La masculinidad no debe medirse solo por el salario.
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Fomentar la corresponsabilidad: Equidad en el hogar, sin roles impuestos.
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Apoyar la salud mental: Reconocer el impacto en el bienestar y ofrecer recursos de acompañamiento.
La superación de estos prejuicios no solo mejora la calidad de vida de los hombres afectados, sino que fortalece a la pareja y allana el camino hacia una sociedad más igualitaria y sana.