Top 10 causas científicas del dolor menstrual y cómo se produce: lo que toda mujer debe saber

Comprende por qué el dolor menstrual no es normal, conoce sus causas científicas y aprende cómo mejorar tu calidad de vida con información clara, empática y basada en evidencia médica.

El dolor menstrual, o dismenorrea, afecta a más del 80% de las mujeres en edad fértil, según datos de la Organización Mundial de la Salud. Sin embargo, muchas lo viven en silencio, acostumbradas a soportar el malestar mes a mes sin respuestas claras. Lo que muchas no saben es que existen causas científicas bien documentadas que explican este fenómeno fisiológico, y que reconocerlas es el primer paso para tratarlo.

Este tipo de dolor, lejos de ser «normal», puede ser un síntoma de desequilibrios hormonales, inflamación, alteraciones anatómicas o enfermedades ginecológicas subyacentes. La ciencia ha avanzado lo suficiente como para comprender los mecanismos detrás del dolor menstrual y ofrecer soluciones personalizadas para cada mujer. No hay razón para seguir sufriendo en silencio.

Exploraremos a fondo las 10 principales causas científicas del dolor menstrual. Explicaremos cómo se produce a nivel molecular y fisiológico, y por qué es fundamental dejar de minimizarlo. Con un enfoque informativo y empático, nuestro objetivo es ayudarte a identificar posibles causas y buscar alternativas eficaces para vivir tu menstruación sin dolor.

1. Prostaglandinas: los mensajeros del dolor menstrual

Las prostaglandinas son lípidos que actúan como mensajeros químicos en múltiples procesos del cuerpo, incluyendo el dolor y la inflamación. Durante la menstruación, su función principal es facilitar la contracción del útero para ayudar a expulsar el revestimiento endometrial. Sin embargo, en algunas mujeres, estas sustancias se producen en exceso, generando contracciones uterinas excesivas y, por ende, dolor intenso.

Estas contracciones, similares a calambres, pueden ser tan fuertes que restringen el flujo sanguíneo al músculo uterino, generando hipoxia (falta de oxígeno) y dolor agudo. Esto explica por qué algunas mujeres experimentan náuseas, vómitos o incluso desmayos durante los primeros días del ciclo menstrual. Todo esto tiene una raíz bioquímica relacionada con el desequilibrio de prostaglandinas.

Las investigaciones han demostrado que los niveles elevados de prostaglandinas se asocian directamente con la dismenorrea primaria. Por esta razón, muchos tratamientos efectivos para el dolor menstrual, como los antiinflamatorios no esteroideos (AINES), actúan inhibiendo la producción de prostaglandinas. Conocer este mecanismo ayuda a entender que el dolor no es psicológico ni exagerado: es químico y medible.

2. Contracciones uterinas excesivas: el útero trabajando bajo presión

El útero es un músculo que, al igual que el corazón o el intestino, necesita contraerse para cumplir su función. Durante la menstruación, esas contracciones ayudan a eliminar el tejido endometrial. Pero cuando se vuelven intensas o descoordinadas, el dolor se vuelve insoportable. Este proceso se agrava si el cuerpo produce demasiadas prostaglandinas, como mencionamos antes.

Estas contracciones excesivas también pueden desencadenar una disminución del flujo de oxígeno a los tejidos, lo que genera acumulación de ácido láctico, una sustancia que irrita las fibras nerviosas del útero y aumenta la sensibilidad al dolor. Por eso, algunas mujeres describen el dolor menstrual como «punzante», «presionante» o incluso como un «latido doloroso».

Además, estas contracciones pueden irradiar a otras zonas del cuerpo, como la parte baja de la espalda, las piernas o la pelvis. Este fenómeno se debe a la conexión del útero con las terminaciones nerviosas de la región lumbosacra. Por tanto, no es raro que el dolor menstrual tenga un componente irradiado e incapacitante, especialmente en mujeres jóvenes.

3. Endometriosis: cuando el tejido endometrial invade donde no debe

La endometriosis es una enfermedad ginecológica crónica que afecta al menos al 10% de las mujeres en edad reproductiva. Se produce cuando el tejido similar al endometrio crece fuera del útero, generalmente en ovarios, trompas de Falopio, intestinos o vejiga. Este tejido responde al ciclo hormonal como si estuviera dentro del útero: crece, sangra y genera inflamación.

Durante la menstruación, el sangrado de estos tejidos ectópicos no tiene vía de salida, lo que causa inflamación local, formación de adherencias y dolor severo. Muchas mujeres describen el dolor como incapacitante, especialmente durante los días de sangrado, y a menudo va acompañado de otros síntomas como fatiga crónica, dolor al orinar o durante las relaciones sexuales.

Una de las principales dificultades de la endometriosis es su diagnóstico tardío. Muchas veces se confunde con dismenorrea primaria, y pueden pasar años antes de que una mujer reciba el diagnóstico adecuado. Por eso es vital prestar atención a la intensidad, duración y patrones del dolor menstrual, ya que podría estar revelando una condición médica subyacente.

4. Miomas uterinos: tumores benignos con gran impacto

Los miomas uterinos, también conocidos como fibromas, son tumores benignos que se desarrollan en la musculatura del útero. Aunque no son cancerígenos, su ubicación y tamaño pueden tener un impacto significativo en la salud menstrual. Los miomas submucosos, en particular, pueden alterar la forma del endometrio y dificultar la expulsión del tejido menstrual.

Esto se traduce en menstruaciones más abundantes, largas y dolorosas. Los miomas grandes también pueden presionar los nervios pélvicos y generar dolor constante, no solo durante la menstruación. En algunos casos, incluso se asocian con infertilidad o abortos espontáneos si distorsionan la cavidad uterina.

El tratamiento de los miomas depende de diversos factores: el tamaño, la localización, los síntomas y la edad de la paciente. En muchos casos se opta por una miomectomía (extracción quirúrgica), aunque existen alternativas farmacológicas como el uso de análogos de GnRH. Si experimentas dolor menstrual acompañado de sangrado excesivo, los miomas podrían ser la causa.

5. Adenomiosis: un enemigo silencioso dentro del útero

La adenomiosis es una afección donde el tejido endometrial se infiltra en la pared muscular del útero (miometrio). Aunque es menos conocida que la endometriosis, puede provocar síntomas igualmente graves. Al crecer dentro del músculo, este tejido causa un engrosamiento del útero, sangrados abundantes y dolor menstrual persistente.

Muchas veces, la adenomiosis se diagnostica en mujeres mayores de 35 años, aunque puede comenzar antes. El dolor que provoca es más difuso, con una sensación de pesadez en la pelvis, acompañada de sangrado irregular o abundante. A menudo se diagnostica mediante ecografía o resonancia magnética.

A diferencia de los miomas, la adenomiosis no puede extirparse quirúrgicamente de manera selectiva, ya que está infiltrada en todo el músculo. El tratamiento puede incluir anticonceptivos hormonales, dispositivos intrauterinos con levonorgestrel o, en casos severos, una histerectomía. Si notas que tu útero se ha agrandado o el dolor empeora con los años, esta podría ser la causa.

6. Síndrome premenstrual (SPM): el dolor menstrual asociado a desequilibrios hormonales

El síndrome premenstrual es una combinación de síntomas físicos, emocionales y conductuales que muchas mujeres experimentan en los días previos a su menstruación. Uno de los síntomas más comunes es el dolor menstrual, que se intensifica debido a los cambios hormonales abruptos que ocurren durante la fase lútea del ciclo. En esta etapa, los niveles de estrógeno y progesterona fluctúan drásticamente, afectando el umbral del dolor y el estado emocional.

Además del dolor menstrual, el SPM puede manifestarse con sensibilidad en los senos, irritabilidad, fatiga, cambios de humor y retención de líquidos. Esta sintomatología se ve agravada por la inflamación sistémica leve que se presenta en muchas mujeres, lo que puede sensibilizar aún más las fibras nerviosas del útero y hacer que los calambres menstruales sean más intensos de lo habitual.

Aunque muchas veces se considera parte del “ciclo normal”, el SPM no debe subestimarse. Su impacto en la calidad de vida es significativo, y cuando el dolor menstrual asociado a este síndrome es recurrente o severo, se recomienda una evaluación médica para un manejo hormonal, nutricional o psicológico, según cada caso. Cambios en el estilo de vida, como ejercicio regular y alimentación rica en magnesio y vitamina B6, pueden ayudar a aliviar los síntomas.

7. Dispositivo intrauterino (DIU): cuando la anticoncepción influye en el dolor menstrual

El uso del DIU, especialmente el de cobre, puede intensificar el dolor menstrual en muchas mujeres. Aunque es un método anticonceptivo altamente efectivo, su presencia en la cavidad uterina genera una reacción inflamatoria local como mecanismo de acción. Esta inflamación, si bien es controlada, puede estimular la producción de prostaglandinas, las mismas sustancias responsables de las contracciones dolorosas del útero.

Algunas mujeres experimentan un aumento significativo del dolor menstrual en los primeros meses tras la colocación del DIU. En estos casos, es común que los ciclos menstruales sean más abundantes, largos y acompañados de calambres intensos. Con el tiempo, estos efectos pueden disminuir, pero en ciertas pacientes persisten y obligan a reconsiderar el método anticonceptivo utilizado.

Es importante diferenciar entre el dolor menstrual normal tras el DIU y complicaciones más serias como infecciones o perforación uterina, que son poco frecuentes pero posibles. Si el dolor es agudo, localizado o se acompaña de fiebre, debe consultarse al médico de inmediato. En el caso del DIU hormonal (levonorgestrel), suele ocurrir el efecto contrario: reduce el sangrado y alivia el dolor menstrual en muchas pacientes.

8. Enfermedad inflamatoria pélvica (EIP): una causa infecciosa del dolor menstrual

La enfermedad inflamatoria pélvica es una infección de los órganos reproductores femeninos, comúnmente causada por bacterias como Chlamydia trachomatis o Neisseria gonorrhoeae. Aunque puede no dar síntomas en un inicio, con el tiempo puede provocar dolor crónico en la pelvis, que se intensifica durante la menstruación debido a la inflamación y las cicatrices internas que produce.

El dolor menstrual causado por la EIP suele ser más difuso, persistente y puede estar acompañado de flujo vaginal anormal, fiebre o dolor durante las relaciones sexuales. A diferencia de la dismenorrea común, este tipo de dolor tiene un componente infeccioso, y su manejo requiere antibióticos específicos. Si no se trata a tiempo, puede provocar infertilidad, embarazo ectópico y dolor pélvico crónico.

La EIP subraya la importancia del control ginecológico regular y del uso adecuado de métodos de protección en relaciones sexuales. Muchas veces el dolor menstrual se interpreta como «normal», cuando en realidad puede esconder una infección silenciosa. Identificar esta causa a tiempo no solo alivia el dolor, sino que previene complicaciones mayores en la salud reproductiva.

9. Malformaciones uterinas: anomalías congénitas que intensifican el dolor menstrual

Algunas mujeres nacen con malformaciones en la forma o estructura del útero, como el útero septado, bicorne o didelfo. Estas anomalías congénitas pueden interferir con el flujo normal de la sangre menstrual y generar acumulación de tejido, inflamación e incluso obstrucciones parciales que incrementan el dolor menstrual. Además, la distorsión anatómica puede causar contracciones uterinas irregulares y más dolorosas.

El diagnóstico de estas malformaciones muchas veces se retrasa, ya que el dolor menstrual puede confundirse con dismenorrea primaria o con otras causas más comunes. Sin embargo, si el dolor aparece desde la primera menstruación, es severo y no mejora con analgésicos convencionales, es recomendable realizar estudios por imágenes como la ecografía transvaginal o la resonancia magnética pélvica.

El tratamiento depende del tipo y la gravedad de la malformación. En algunos casos se requiere cirugía correctiva (metroplastia), mientras que en otros se puede optar por un manejo conservador con anticonceptivos hormonales. Lo más importante es que este tipo de dolor menstrual tiene una causa estructural, y una vez corregida, los síntomas pueden mejorar considerablemente.

10. Hipersensibilidad nerviosa pélvica: cuando el dolor menstrual se convierte en crónico

Algunas mujeres desarrollan una hipersensibilidad en los nervios de la región pélvica tras años de dolor menstrual recurrente. Este fenómeno se conoce como sensibilización central, y ocurre cuando el sistema nervioso amplifica las señales de dolor, incluso en ausencia de una causa orgánica evidente. En estos casos, el dolor se vuelve más intenso, duradero y resistente a los tratamientos convencionales.

La hipersensibilidad nerviosa puede desarrollarse a partir de cuadros como endometriosis, EIP o dismenorrea crónica no tratada. El dolor menstrual, en este contexto, se convierte en parte de un síndrome de dolor pélvico crónico, donde la percepción del dolor se mantiene incluso entre ciclos menstruales. Las pacientes suelen reportar sensación de ardor, presión constante o dolor al sentarse.

El enfoque terapéutico para este tipo de dolor menstrual va más allá de los antiinflamatorios. Requiere un abordaje multidisciplinario que puede incluir fisioterapia pélvica, terapia cognitivo-conductual, uso de neuromoduladores y tratamiento hormonal. Comprender que este tipo de dolor es real y tiene una base neurofisiológica ayuda a reducir la estigmatización y facilita la recuperación funcional de la paciente.

Comparte este artículo
Salir de la versión móvil