7 Revelaciones Asombrosas: Por Qué el Universo Realmente No Tiene Centro

A pesar de nuestra intuición, el universo no gira alrededor de un único punto fijo. Gracias a la relatividad general y a observaciones astronómicas, sabemos que el espacio-tiempo se expande por igual en todas direcciones, eliminando la idea de un “centro” y retando nuestra forma de concebir lugar, tiempo y origen cósmico.

El choque entre la teoría de Einstein y las nuevas observaciones

En 1915, Albert Einstein presentó su teoría de la relatividad general, cimentando una visión revolucionaria de la gravedad como curvatura del espacio-tiempo. Inicialmente, Einstein asumió un Universo estático: inmutable, sin expansión ni contracción. Para él, el cosmos tenía una geometría fija y eterna.

Sin embargo, apenas unos años después, los astrónomos Edwin Hubble y Vesto Slipher comenzaron a medir el corrimiento al rojo de galaxias distantes. ¿La conclusión? Todos se alejaban de nosotros, y cuanto más lejos, más rápido. Aquellas señales revelaron un cosmos en expansión, forzando a Einstein a —según él mismo comentó— considerar su “mayor error” al añadir una constante cosmológica para forzar la estática.

La resolución llegó pronto: la ecuación de Einstein no exigía estática. Podía admitir un universo dinámico. De la mano de teóricos como Alexander Friedmann y Georges Lemaître, nacieron los modelos de un universo que se expande (o contrae). Así, empezó a tomar forma la cosmología moderna.

Expansión: no es un “vuelo” de galaxias, sino del propio espacio

A menudo imaginamos la expansión cósmica como fuegos artificiales: un estallido desde un punto central y partículas que salen disparadas. Pero esta metáfora falla:

  1. No hay una explosión con centro: no existe un “punto 0” en el espacio tridimensional desde el que todo partiera.

  2. No son las galaxias las que viajan, sino el espacio entre ellas: el tejido espacial se estira, arrastrando a las galaxias pasivamente.

La analogía del globo (sus puntos en la superficie que se alejan al inflarlo) captura parte de la idea: la superficie bidimensional del globo se expande, y no hay un punto central en esa misma superficie. Pero el universo no es una esfera tridimensional rodeada de “espacio exterior” —es un espacio-tiempo de cuatro dimensiones que se autoexpande.

La clave matemática: modelos de Friedmann–Lemaître–Robertson–Walker

Para describir un cosmos en expansión, la cosmología adopta el metrica FLRW, que asume:

  • Homogeneidad: en gran escala, el universo es igual en todas partes.

  • Isotropía: el universo se ve igual en todas direcciones.

Bajo esas hipótesis, el espacio (y el tiempo) se pueden parametrizar por un factor de escala a(t)a(t) que crece con el tiempo. No hay coordenadas “centrales”: todas las posiciones comóviles permanecen fijas en coordenadas especiales, y la distancia entre ellas es D(t)=a(t) D0D(t) = a(t)\,D_0.

Cómo percibimos un “centro” y por qué el universo no lo tiene

Nuestra visión tridimensional —y cotidiana— espera que un objeto en expansión muestre un centro desde donde parte todo. Pero en el cosmos:

  • Cada observador ve galaxias alejándose: no importa dónde vivas, todas las galaxias distantes te muestran corrimientos al rojo compatibles con expansión uniforme.

  • No existe “el” centro de un espacio sin borde: un espacio plano o hiperbólico de gran escala no posee un punto distinguido.

Incluso universos de curvatura positiva (esférica) no demandan un interior y exterior en nuestra 3D: la “esfera 3D” análoga a la superficie de un globo es un espacio finito pero sin bordes, y tampoco tiene un centro en su propio espacio.

El espacio-tiempo de cuatro dimensiones y nuestra intuición limitada

Vivimos inmersos en un espacio-tiempo cuatridimensional. El tejido cósmico no solo abarca las tres dimensiones espaciales, sino también la dimensión temporal. Un evento (un punto en espacio-tiempo) se describe por cuatro coordenadas (t,x,y,z)(t,x,y,z). Nuestra intuición, formada en escenarios tridimensionales y procesos cotidianos, choca cuando:

  • El “tiempo” se curva junto con el espacio bajo la masa y energía.

  • La expansión ocurre en las dimensiones espaciales, pero el tiempo avanza para todos y se entrelaza con el espacio.

Preguntarse por el centro del universo sin tener en cuenta el tiempo es una ilusión: ¿quizá el centro “está” en algún instante? Pero la expansión y la evolución cósmica borran ese sentido. No hay una “ubicación central” ni un “momento cero” universal.

¿Y el Big Bang, no fue un punto central?

El Big Bang no fue una explosión en un punto particular del espacio, sino el instante —toda la historia del universo— donde la densidad y temperatura eran extremadamente altas. Cada punto del universo actual fue un punto del “Big Bang”. No existía un “afuera” del universo ni un centro; el propio espacio estaba concentrado y luego se expandió.

Analogía equivocada:

“El Big Bang fue como una hoguera que lanzó astillas desde un tronco central.”

Mejor:

“El Big Bang fue como inflar un globo desde una ‘etapa’ donde todo era espeso: cada parte del globo emergió del proceso.”

¿Puede haber un “dentro” y un “fuera” del universo?

Conceptos como “dentro” y “fuera” implican un espacio que rodea a otro. Pero:

  • No tenemos evidencia de un “meta-espacio” que contenga al universo.

  • Según la relatividad, el universo es auto-contenido: la métrica FLRW describe todo su volumen sin necesidad de un entorno.

Si el universo tiene curvatura positiva, su volumen es finito; si es plano o negativo, puede ser infinito. En ninguno de esos casos hay un “afuera”.

Implicaciones filosóficas y culturales

La idea de un centro cósmico ha poblado mitologías y religiones: la Tierra en el centro, el Sol en el centro. Con el sistema heliocéntrico de Copérnico se desplazó el “centro” a nuestro astro. Con la relatividad y la cosmología moderna, el centro desapareció.

  • Humanistas: abrimos la mente a una realidad sin privilegios espaciales.

  • Filosóficos: retamos la búsqueda de “propósito” asociado a un lugar central privilegiado.

  • Culturales: el “ego cósmico” cede a la humildad de un universo sin favoritismos.

¿Por qué importa esta pregunta?

  1. Comprensión científica: refina nuestros modelos cosmológicos y supuestos.

  2. Educación: ayuda a disipar mitos (ni la Tierra, ni el Sol, ni la Vía Láctea están en un centro).

  3. Tecnología: impulsa el desarrollo de instrumentos y matemáticas para observar y describir la expansión.

  4. Filosofía de la ciencia: ejemplifica cómo la intuición puede fallar ante la realidad física.

Retos abiertos: ¿qué impulsa la expansión?

Si el universo no tiene centro, ¿qué lo hace expandir?

  • Energía oscura: responsable del 70% del contenido energético, acelera la expansión.

  • Materia oscura: influye en la estructura y dinámica a gran escala.

  • Curvatura y topología: aún discutimos si el universo es exactamente plano, ligeramente curvo o de topología compleja.

Estos fenómenos están en el corazón de la cosmología actual y suscriben nuevos desafíos para la imaginación científica.


Conclusión

La pregunta “¿Existe el centro del universo?” no solo se contesta con un “no” rotundo, sino que abre la puerta a una forma de pensar radicalmente distinta: un cosmos que se expande uniformemente, sin bordes ni centro, regido por un espacio-tiempo de cuatro dimensiones bajo las leyes de la relatividad general. Al aceptar esta imagen, aprendemos a soltar las ataduras de nuestra intuición local y a abrazar una visión más amplia, sin jerarquías espaciales, donde nuestro planeta es un punto más en un mar inmenso que, al mismo tiempo, se estira y evoluciona sin fin.

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