La inteligencia artificial revela secretos milenarios: nueva datación de los Manuscritos del Mar Muerto revoluciona la historia bíblica

Un innovador análisis de escritura realizado con inteligencia artificial ha permitido una reevaluación precisa de la edad de los Manuscritos del Mar Muerto. Este avance tecnológico ofrece nuevas pistas sobre su origen, autoría y contexto histórico, desafiando teorías previas y abriendo una nueva era para la investigación de textos antiguos.

Un avance que redefine la historia antigua

Durante décadas, los Manuscritos del Mar Muerto han sido uno de los hallazgos arqueológicos más importantes de la historia moderna. Descubiertos en cuevas cercanas a Qumrán entre 1947 y 1956, estos textos han proporcionado un testimonio invaluable sobre la vida religiosa, política y cultural del judaísmo del Segundo Templo. Sin embargo, hasta ahora, muchas preguntas clave permanecían sin respuesta: ¿quiénes escribieron estos manuscritos? ¿cuándo exactamente fueron redactados? ¿cuántos escribas participaron en su elaboración?

Hoy, gracias a un análisis sin precedentes impulsado por inteligencia artificial, algunos de estos enigmas han comenzado a despejarse. Investigadores especializados en paleografía, lingüística computacional e inteligencia artificial han logrado aplicar algoritmos avanzados de aprendizaje automático para analizar patrones de escritura en los rollos, revelando detalles sorprendentes sobre su datación, distribución y autoría.

¿Por qué los Manuscritos del Mar Muerto siguen siendo un enigma?

Los Manuscritos del Mar Muerto abarcan más de 900 textos diferentes, fragmentados en miles de pedazos. Entre ellos hay copias de libros bíblicos, reglas comunitarias, himnos, oraciones y tratados apocalípticos. Se cree que fueron escritos entre los siglos III a. C. y I d. C., aunque algunos textos podrían ser más antiguos.

Tradicionalmente, su datación ha dependido de dos métodos principales: la datación por radiocarbono y el análisis paleográfico (el estudio de la escritura manuscrita). Sin embargo, ambos enfoques tienen limitaciones. El primero puede tener un margen de error significativo, y el segundo depende en gran medida de la interpretación humana, lo que lo hace susceptible a sesgos y subjetividades.

Es aquí donde la inteligencia artificial ofrece una revolución: aporta una mirada objetiva, sistemática y capaz de manejar volúmenes masivos de datos con una precisión sin precedentes.

La IA como herramienta paleográfica

Para llevar a cabo el análisis, los investigadores digitalizaron decenas de fragmentos con alta resolución y entrenaron un algoritmo de reconocimiento de patrones para identificar características individuales en los trazos caligráficos: la curvatura de las letras, la presión del pincel, el ángulo de escritura y la distancia entre caracteres.

Este proceso permitió distinguir con precisión microvariaciones imposibles de percibir a simple vista. Gracias a ello, se identificaron no solo diferencias entre manuscritos, sino incluso dentro de un mismo documento, lo cual sugiere que más de un escriba trabajó sobre textos específicos.

Uno de los casos más reveladores fue el del famoso Rollo de Isaías, uno de los manuscritos mejor conservados y más extensos. Durante años, los expertos debatieron si fue escrito por una sola persona o por varios. La inteligencia artificial demostró que, a pesar de la similitud estilística, al menos dos escribas distintos participaron en su creación, lo cual cambia por completo la narrativa sobre cómo se producían estos documentos.

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Una nueva cronología en construcción

Otro de los grandes logros del estudio fue la capacidad del algoritmo para comparar escrituras de distintos períodos y proponer una línea cronológica más refinada. Algunos textos que se consideraban del siglo I a. C. podrían haber sido escritos décadas antes, mientras que otros que se pensaban antiguos podrían haber sido copiados en fechas cercanas a la destrucción del Templo en el año 70 d. C.

Esta nueva datación ha tenido implicaciones enormes. Por ejemplo, ciertos himnos anteriormente atribuidos al grupo de los esenios —una secta judía contemporánea a Jesús— podrían haber sido anteriores a su existencia como comunidad formal. Esto plantea la posibilidad de que otros grupos, aún desconocidos, hayan contribuido a este corpus religioso.

Además, algunos fragmentos de libros bíblicos muestran formas lingüísticas y ortográficas más antiguas de lo que se creía, lo cual impacta directamente sobre la comprensión del desarrollo del hebreo bíblico y la transmisión de las escrituras sagradas.

Repercusiones en la historia bíblica

Uno de los puntos más sensibles que este nuevo enfoque pone sobre la mesa es la relación entre los Manuscritos del Mar Muerto y las primeras versiones de la Biblia hebrea. Tradicionalmente se pensaba que los textos encontrados en Qumrán servían como base de la llamada «Biblia de los Masoretas», considerada la versión oficial del judaísmo.

Sin embargo, los nuevos análisis de escritura permiten cuestionar esa linealidad. Varios fragmentos sugieren una coexistencia de múltiples versiones del mismo texto, lo que refleja una pluralidad teológica y literaria mayor a la que se asumía. Es decir, en lugar de un solo texto bíblico autorizado, podría haber existido una tradición más diversa y descentralizada.

Este descubrimiento apoya la hipótesis de que la Biblia, tal como la conocemos hoy, no es producto de una única tradición uniforme, sino el resultado de siglos de redacción, corrección y selección de textos. La inteligencia artificial está ayudando a trazar el mapa de ese proceso editorial a lo largo del tiempo.

¿Quiénes escribieron los manuscritos?

El análisis automatizado también ha arrojado datos sobre la autoría de los textos. Si bien no puede identificar nombres, sí ha demostrado que el estilo de escritura varía considerablemente incluso dentro de grupos supuestamente homogéneos. Esto indica que los escribas no eran monjes solitarios o miembros de una secta aislada, como los esenios, sino probablemente una comunidad más amplia de copistas profesionales o itinerantes.

En algunos casos, los patrones caligráficos se asemejan a otros encontrados en zonas alejadas de Qumrán, lo cual sugiere redes de contacto cultural entre comunidades judías. Esto alimenta la hipótesis de que los manuscritos fueron traídos desde distintos lugares a las cuevas del Mar Muerto, ya sea como un depósito sagrado, un archivo colectivo o incluso un escondite durante tiempos de persecución.

Ética y futuro del análisis automatizado

Como en todo uso de inteligencia artificial en las humanidades, este enfoque también ha despertado debates éticos. Algunos temen que se reemplace el juicio del experto humano por una “máquina objetiva”, desvalorizando el trabajo filológico tradicional. Sin embargo, los responsables del proyecto insisten en que la IA no reemplaza a los historiadores, sino que los potencia.

Gracias a estas herramientas, se puede verificar con más rigurosidad las hipótesis existentes, detectar errores acumulados durante décadas y abrir nuevas líneas de investigación que antes parecían imposibles. El futuro apunta hacia una colaboración simbiótica entre el pensamiento humano y el poder de los algoritmos.

En el corto plazo, los investigadores planean aplicar este mismo enfoque a otros conjuntos de textos antiguos, como los papiros de Oxirrinco, los códices gnósticos de Nag Hammadi y manuscritos medievales. Si los resultados son similares, podríamos estar al inicio de una nueva revolución en la historia de la escritura.

Una nueva era para la arqueología de textos

El análisis automatizado de escritura antigua representa un cambio de paradigma. Gracias a la inteligencia artificial, es posible mirar los manuscritos no solo como textos que dicen algo, sino como objetos que muestran algo a través de su forma, estructura y trazo.

Los Manuscritos del Mar Muerto han guardado silencio durante más de dos mil años, pero hoy, con ayuda de la tecnología, están empezando a hablar de nuevo. Y lo que dicen no solo nos cuenta cómo se escribió la historia antigua, sino cómo se construyó la idea misma de verdad, fe y legado cultural.

En esa conjunción entre lo antiguo y lo nuevo, entre papiros milenarios y redes neuronales, se abre un nuevo capítulo en nuestra comprensión del pasado. Uno que no solo cambia lo que sabemos, sino cómo lo sabemos.

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