Fósiles del Cretácico en un asentamiento romano: el hallazgo en Mogador que reescribe parte de la historia natural

En un inesperado hallazgo en Mogador, arqueólogos descubrieron fósiles marinos de hace más de 90 millones de años dentro de un asentamiento romano. La convivencia de restos paleontológicos y vestigios históricos abre nuevas interrogantes sobre cómo las culturas antiguas interactuaban con el entorno geológico y sus misterios enterrados.

La historia está llena de sorpresas, pero pocas veces convergen en un mismo lugar restos de mundos tan distintos como el humano y el prehistórico. Esto fue precisamente lo que ocurrió en Mogador, actual Essaouira (Marruecos), donde un equipo de arqueólogos y paleontólogos descubrió, en un yacimiento romano costero, una serie de fósiles marinos que datan del Cretácico, un periodo que terminó hace unos 66 millones de años.

El hallazgo no solo es excepcional por la antigüedad de los fósiles, sino por el lugar en el que fueron encontrados: un enclave romano situado en un islote frente a la costa atlántica africana, conocido por su relevancia comercial durante la antigüedad. La superposición de restos marinos prehistóricos y estructuras humanas plantea nuevas preguntas sobre la interacción entre el pasado geológico y la presencia humana en el norte de África.

Un descubrimiento que une eras distantes

Los fósiles, que pertenecen a especies marinas extintas del Cretácico —incluyendo ammonites, belemnites y peces óseos primitivos—, fueron localizados mientras se realizaban trabajos de excavación en antiguos talleres de púrpura y salazón usados por los romanos. Al principio, los arqueólogos creyeron que los restos eran simplemente rocas incrustadas en el sustrato. Sin embargo, tras un análisis detallado, los patrones espirales y las marcas revelaron su verdadero origen: criaturas que habitaron los mares cuando los dinosaurios aún dominaban la Tierra.

El hecho de que estos restos se encontraran en una estructura romana ha generado gran interés entre la comunidad científica. ¿Fueron estos fósiles utilizados por los romanos con algún propósito? ¿O simplemente se encontraban allí desde antes y fueron integrados accidentalmente en la construcción?

El enclave romano de Mogador: historia sobre historia

Mogador, conocido hoy como Essaouira, fue un puerto de gran importancia para el comercio fenicio, cartaginés y, más tarde, romano. Los romanos lo explotaron principalmente por su riqueza en recursos marinos, especialmente el murex, el molusco del que extraían el preciado tinte púrpura imperial. En las ruinas se han encontrado salinas, talleres de procesamiento de pescado y restos de sistemas hidráulicos complejos.

Este asentamiento formaba parte de la red comercial que conectaba el norte de África con la península ibérica y el sur de la Galia. La presencia romana en esta zona atlántica no era permanente ni masiva, pero sí estratégica. Mogador ofrecía a los romanos una base para explotar los recursos marinos y establecer enclaves comerciales clave en el Atlántico.

Encontrar fósiles del Cretácico en ese contexto abre la puerta a nuevas hipótesis: no solo sobre el entorno geológico en el que se construyó el asentamiento, sino también sobre el conocimiento que las culturas antiguas podrían haber tenido sobre los misteriosos restos que encontraban bajo tierra o entre las rocas costeras.

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Ammonites y belemnites: criaturas de otro tiempo

Los fósiles hallados incluyen varias especies de ammonites, cefalópodos con conchas en espiral que dominaron los océanos prehistóricos, y belemnites, similares a los actuales calamares pero con un esqueleto interno calcificado. También se identificaron restos de peces óseos extintos y fragmentos de lo que podrían ser antiguos corales o esponjas fosilizadas.

Estos organismos vivieron hace aproximadamente entre 100 y 66 millones de años, cuando el planeta era muy diferente: el nivel del mar era más alto, los continentes estaban en proceso de deriva y Marruecos se encontraba cubierto por aguas cálidas y poco profundas. Es decir, lo que hoy es una isla rocosa frente al Atlántico, en ese entonces era el fondo de un océano repleto de vida.

¿Los romanos sabían que eran fósiles?

Una de las preguntas más intrigantes que ha surgido tras el descubrimiento es si los romanos eran conscientes de que esos restos no pertenecían a animales contemporáneos. Aunque no existía una ciencia paleontológica como tal, hay registros históricos de culturas antiguas que encontraban fósiles y les atribuían significados simbólicos o los usaban como amuletos.

Algunos objetos decorativos y herramientas de la antigüedad han sido hallados con fósiles incrustados, lo cual sugiere que podían haber sido valorados por su forma exótica o su rareza. Es posible que en Mogador, los trabajadores de los talleres romanos se toparan con fósiles al excavar, y simplemente los incorporaran a sus estructuras sin saber que estaban ante seres de otra era.

No obstante, ciertos patrones en la disposición de los fósiles —especialmente en una pared donde hay una concentración inusual de ammonites incrustados— hacen pensar que pudo haber una intención estética o incluso ritual. Este es un punto que sigue siendo objeto de debate entre arqueólogos y paleontólogos.

Un hallazgo con múltiples implicancias

El valor del descubrimiento trasciende lo anecdótico. Este tipo de hallazgos permite reconstruir no solo el ecosistema marino del Cretácico en la región, sino también las condiciones geológicas que lo preservaron. Al mismo tiempo, revela cómo las capas del tiempo interactúan en un mismo espacio: la piedra que un romano usó para levantar un muro podía contener los restos de una criatura extinguida millones de años antes.

Además, este descubrimiento ha revitalizado el interés por el yacimiento de Mogador, que durante años fue considerado un sitio arqueológico secundario en comparación con otros centros romanos del Mediterráneo. Ahora, con la superposición de interés paleontológico y arqueológico, se abre una nueva fase de investigación interdisciplinaria.

Mogador: una cápsula del tiempo entre el mar y la roca

Essaouira, con sus murallas portuguesas, su medina declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y su fuerte viento costero, se ha convertido en un destino turístico bohemio. Pero Mogador, la isla rocosa frente a su costa, sigue siendo un enclave misterioso, cerrado al público y apenas explorado en su totalidad.

El hallazgo reciente promete cambiar eso. Ya se están planificando nuevas campañas de excavación con equipos mixtos de arqueólogos, paleontólogos y geólogos para entender mejor el contexto. Las autoridades marroquíes también han mostrado interés en proteger el área y convertirla en un sitio de investigación científica permanente.

El mensaje del pasado

Los fósiles hallados en Mogador nos hablan desde dos tiempos distintos. Por un lado, nos cuentan cómo era el mundo hace millones de años, cuando la vida marina florecía en un planeta aún dominado por los dinosaurios. Por otro, nos muestran cómo las civilizaciones humanas han interactuado con su entorno, incluso sin entender del todo los rastros que ese entorno les ofrecía.

Es un recordatorio de que la historia de la Tierra no es lineal, sino estratificada. Cada capa contiene pistas que, juntas, nos ayudan a reconstruir un pasado más completo y a entender mejor el presente.

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